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Tres parábolas imprescindibles para el emprendedor novato

Debemos de trazar un camino a la hora de internacionalizar nuestra compañía (Foto: campamento de lazlo | Flickr)

José Manuel Blanco

Si conoces la religión católica estarás familiarizado con las parábolas de la Biblia: historias ficticias que Jesucristo contaba a sus discípulos y de las que extraía una enseñanza. Estaban la del hijo pródigo, la del buen samaritano... Ahora que tanto se habla de emprendimiento, en HojaDeRouter.com hemos querido recuperar la tradición y vamos a contaros tres parábolas para que no cometáis ciertos errores si decidís lanzaros a montar una empresa.

¿Nuestra Biblia? El libro ‘Los principales errores de los emprendedores’, del emprendedor e inversor Carlos Blanco, un fundador nato de 'startups' que nos habla de los tropiezos que cometieron otros y también de los suyos propios.

La parábola del exceso de dinero

Esta es bastante realista. Érase una vez un hombre que decidió montar un negocio. Tenía su idea, la actitud y un plan de negocio brillante. Lo tenía todo para triunfar. Salió de su casa para buscar financiación y la encontró. Mucha, muchísima. Entró dinero a raudales.

Con todo ese dinero, realizó muchos gastos que consideró importantes para su empresa. Sin embargo, la diferencia entre esos numerosos gastos y los ingresos era muy grande. Las cuentas no salían y, desgraciadamente, el hombre tuvo que cerrar la compañía.

¿Qué nos enseña esta parábola? Que un exceso de dinero también puede ser perjudicial para nuestro negocio. Es lo que opina Blanco y pone como ejemplo de ello al fundador de Pricebets, Carlos Sáez: “el éxito de la búsqueda de capital hizo que entraran más inversores y más dinero del previsto, entrando en una espiral de excesivos gastos”, lo que provocó una gran diferencia entre los ingresos y los elevados gastos mensuales.“

La parábola de la empresa de producción de calabazas

Érase una vez un hombre que, a finales del mes de agosto, tenía muchas acciones en una empresa de producción de calabazas. El valor de las acciones aumentaba conforme pasaban los días. El hombre estaba feliz.

Un día de mediados de octubre, cuando las acciones estaban en su punto máximo, este buen hombre recibió una oferta para venderlas. Lo pensó durante mucho tiempo pero decidió que todavía no era el momento. Grandísimo error: llegó Halloween, pasó la fiesta y las acciones cayeron en picado. El buen hombre no volvería a recibir una oferta como la de aquel día de mediados de octubre.

¿Qué nos enseña esta parábola (que, por otra parte, se inspira en el mismísimo Homer Simpson)? Que si recibimos una oferta muy suculenta por nuestra empresa debemos vender. Eso recomienda Carlos Blanco, apoyándose en la experiencia de Pau García-Milà, quien alguna vez ha contado que Twitter quiso comprar su empresa EyeOS ofreciéndole una parte de la start-up de San Francisco. Después, la compañía del catalán entró en crisis. El buscador Ozú también recibió grandes cifras cuando estaba en todo su apogeo; finalmente, “tras la mala evolución del negocio, acabaron vendiendo el producto muy por debajo de las ofertas recibidas previamente”, cuenta Blanco en el libro.

La parábola del fregado de la casa

Érase una vez un hombre que tenía que fregar el suelo de toda su casa. Empezó por el baño, algo pequeñito, fácil y sencillo. Luego fue a por los dormitorios, más grandes pero accesibles. Sin embargo, cada vez que quería mojar la fregona y estrujarla, tenía que regresar al baño, donde se había dejado la cubeta.

Siguió luego con el comedor, que resultó ser tan fácil como el baño. Además, pillaba más cerca de este, donde seguía la cubeta. Finalmente, el hombre debía fregar la cocina, que estaba al lado del comedor. Pero se vio en un problema: no podía ir al baño para escurrir la fregona sin pisar lo fregado, y si fregaba la cocina se iba a quedar encerrado entre esta y el comedor hasta que se secara lo mojado. Sin saber qué hacer, decidió que lo mejor era empezar de nuevo, organizando mejor sus “paseos” por las habitaciones.

¿Qué enseñanza podemos sacar de esta parábola? Que si nos expandimos más allá de nuestra sede, de nuestro cubo de la fregona, debemos hacerlo con cuidado, porque fregar sin control, es decir, internacionalizarse sin control, puede traernos problemas. Por eso, Carlos Blanco recomienda en su libro que la empresa salga de sus fronteras originales, pero que lo haga con mesura. Blanco pone el ejemplo de Marc Vidal, fundador de Idodi, que creó equipos muy lejos de la sede principal, lo que dificultó la gestión comercial de la empresa. Citando a nuestro ‘gurú’, desde entonces “empezó a gestionarse todo de forma mucho más corporativa desde la sede central.”

Blanco advierte que los mercados más competitivos no son los más aconsejables y que hay que identificar aquellos que todavía no tienen un líder bien posicionado. Y si el producto no funciona en el mercado local, muy probablemente tampoco lo haga en el internacional. Nuestro empresario sabe de lo que habla: le sucedió en España con Tusjuegos.com y le sucedió en Brasil con Osjogos.com.

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