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Reflexiones sobre emprendimiento. Una charla al mes con un emprendedor, profundizando en su historia desde el punto de vista más humano para entender su trayectoria profesional. Nexo es un proyecto audiovisual sin ánimo de lucro y de libre difusión.

Un ingeniero español en Google X: “El jefe va siempre en patines por la oficina”

Hay un centro comercial abandonado en Silicon Valley reconvertido en una fábrica de experimentos futuristas. Lentillas que miden la glucosa para ayudar a los diabéticos, coches sin conductor, drones repartidores, globos para llevar internet a cualquier parte o cometas que generan energía eólica se han gestado en esas peculiares instalaciones.

En Google X, el laboratorio de investigación más secreto del gigante de internet, aterrizó el español Fernando Domínguez hace poco más de un año. Desde entonces, trabaja impulsando la innovación empresarial y las alianzas estratégicas de la filial de Alphabet que diseña la tecnología del mañana.

“Cuando estás llegando, vas viendo los coches que se conducen solos. Entras y ves a gente operando a ciertos robots o prototipos. Ves los drones, ves a todos los ingenieros…”, describe Domínguez en una entrevista para Nexo. Además de los autómatas, los propios empleados del laboratorio dejan claro que es una compañía diferente a todas las demás: “Son mucho más frikis, van completamente descalzos, en pantalón corto, con su camiseta de Android”.

Al fin y al cabo, si tu cometido es pensar “soluciones que parezcan de ciencia ficción”, parece lógico que debes ser especial. De hecho, él mismo destaca que “casi todos los que trabajan en Google tienen algún pasado peculiar”. La carrera de Domínguez también ha tenido una serie de particularidades que le han ayudado a llegar hasta el lugar donde nacen los proyectos más secretos de la empresa.

De España al laboratorio más futurista de Google

En 2009, Larry Page y Sergey Brin, los cofundadores de Google, concebían el puesto de Director of Other (Director de lo Otro) para referirse al profesional que se encargaría de llevar las riendas de los proyectos tecnológicos menos relacionados con el buscador. De aquel germen nació al año siguiente Google X, un laboratorio dirigido por Sebastian Thrun con el objetivo de crear un coche sin conductor.

“[Page y Brin] empezaron a pensar ‘¿cómo podemos hacer algo distinto para ayudar a la humanidad?’ [...] No sabían cómo llamarlo, pero empezaron a mandar correos sobre el proyecto X y de ahí acabó derivando en X”, afirma Domínguez. Conscientes de que “la gallina de los huevos de oro” del buscador no iba a durar para siempre, comenzaron a lanzar “proyectos locos” que pudieran triunfar en los próximos años, cuando el mundo digital “deje de romper todas las industrias”.

Aunque sepa con detalle cómo se produjo, Domínguez no asistió aquel nacimiento. En aquellos años estudiaba Ingeniería Industrial en la Universidad Politécnica de Valencia, además de un máster en Ingeniería Industrial en la prestigiosa École Centrale Paris y posteriormente otro en el Instituto Francés del Petróleo. También combinaba sus estudios con su pasión por el rugby, un deporte en el que ha llegado a ser jugador de la selección española. “Para mí, el rugby ha sido la columna vertebral de mi carrera profesional. [...] El trabajo en equipo, los valores… Te hacen pensar de una forma que luego lo aplicas en la empresa”.

De hecho, tras realizar unas prácticas en el gigante petrolero Pemex en México, fue uno de sus compañeros de equipo quien le dijo que tenía “muy buen perfil para Google”. Siguiendo el consejo, Domínguez logró pasar las entrevistas que le permitieron trabajar en la sede de la compañía en el país americano. 

“Que tú hayas llegado a un nivel casi profesional de rugby, que hayas jugado torneos internacionales, significa que eres capaz de sacrificar tu vida para entrenarte y para llevar algo límite”, le comentaron desde recursos humanos. Si encontraban algo que le gustara tanto dentro de Google, podrían aprovechar todo su potencial.

Tenían razón. El ingeniero descubrió un proyecto que le atraía en ese 20 % del tiempo que los empleados de Google pueden dedicar a iniciativas que les interesen empleando los recursos de la empresa. Había pasado por ventas o alianzas estratégicas cuando comenzó a interesarse por Makani Power, una 'startup' californiana que desarrollaba unos aerogeneradores similares a cometas mucho más eficientes, al volar a alturas de entre 300 y 400 metros. Google X compró la compañía en 2013. 

Tras echar una mano a Makani desde México, acabó trabajando como responsable de alianzas de negocio internacional en Estados Unidos. El proyecto no le decepcionó. “Es uno de mis momentos de X. Llegas y ves el tamaño de esa cometa que pesa una tonelada y que es como un ala de avión de un Boeing 747 y dices: ‘¿Y esto lo hacen volar?’ Es impresionante”, resalta.

Haciendo realistas las tecnologías del futuro

Además de encargarse de las alianzas de Makani, el trabajo de Domínguez es un “híbrido entre tecnología y producto” en la fábrica de experimentos futuristas que ahora capitanea Astro Teller, un experto en inteligencia artificial que incluso ha comparado el laboratorio con la fábrica de Willy Wonka.  

“Siempre va en patines por la oficina”, señala el español. “Si este es el director que más poder tiene en Google X, no estamos en la típica empresa: aquí la jerarquía es completamente diferente”. No en vano, no es lo habitual formar parte de una compañía en la que el jefe dice que se trabaja para que “fracasar sea seguro”, porque de los errores se crea “el futuro que está en nuestros sueños”.  

La labor de Domínguez es hacer que esos sueños pongan un pie en la tierra, lo que él llama el “contacto con la realidad”. Tras hablar con los expertos de cada mercado, explica a los ingenieros de Google X cómo pueden “reorientar esas tecnologías” para que la regulación y la industria las acepten y los futuros socios (la compañía no distribuye sus inventos) las lleven al mercado.

Intentar que la “visión de negocio” se aplique a los futuristas proyectos del laboratorio no es sencillo. “Si tú eres de los pocos que traen visión del mercado real y tienes que decir a un ingeniero que 'esto no funciona' o que 'tienes que cambiarlo así', tienes que hacerlo muy sutilmente [...] Lo primero que te va a decir es ‘¿y quién lo dice?’ Esa fricción es el día a día”, detalla.

Lidiar con los ingenieros es uno de los grandes retos de su trabajo, ya que tienden a verle como “la persona de negocio” a la que “no hacen caso”. Al menos cuando les asegura que él también es ingeniero, le “miran con otros ojos”: saben que va a entender sus ideas, aunque después intente reenfocarlas para que se adapten a las necesidades del mercado del futuro.

“El concepto de creación de proyecto en X es totalmente distinto, es ‘veo qué problemas hay en la humanidad y luego intento resolverlos con tecnología’. Y así es como empiezas a madurar un proyecto y a crecer poco a poco”, señala.

Como experto en energías renovables y trabajador de uno de los laboratorios más futuristas del mundo, Domínguez cree que uno de los grandes cambios será la posibilidad de almacenar la energía de parques eólicos o placas solares de forma masiva y transportarla de forma inalámbrica, aunque aún quede mucho tiempo para que se consiga. “Podrás tener placas solares en el espacio, que están mucho más cerca del Sol, y podrás transferir toda la potencia a la Tierra”, predice.

También está convencido de que, dentro de unos años, conseguiremos que toda la energía provenga de fuentes renovables. De hecho, Costa Rica ya ha logrado ese objetivo: el 98 % de la energía que consumió el país latinoamericano en 2015 y 2016 provino de centrales hidroeléctricas, geotermia, plantas eólicas, biomasa y paneles solares. “Creo que es cuestión de tiempo, entre 50 y 100 años”, defiende.

En ese ámbito, Domínguez alaba a Tesla por su decidida apuesta por las baterías capaces de almacenar energía renovable almacenar energía renovabley por la “visión integral” para conquistar desde nuestra casa a nuestro coche. “Hay otros Tesla en el mundo. El problema es que ha tenido que llegar Tesla, una empresa nueva que no tenía ni diez años, cuando tenías grandes potencias a nivel mundial, grandes energéticas”.

Las grandes petroleras están adaptándose “un poco tarde” a los cambios: son “unos monstruos gigantes” que se mueven más lentamente. Por ejemplo, la petrolera Total compró hace unos meses al fabricante de baterías Saft por 950 millones de euros, a lo que se suma su adquisición del fabricante de paneles solares SunPower.

Algunas están intentando apostar por las ‘startups’. La Fundación Repsol apoya a las dedicadas a la energía y la movilidad a través de Fondo de Emprendedores, su aceleradora, además de contar con su propio fondo de capital riesgo, Repsol Energy Ventures. Con un enfoque similar, Iberdrola Ventures o Gamesa VC son otros de los brazos inversores de las compañías tradicionales.

“Creo que está muy bien, sobre todo por estar al tanto de lo que hay fuera. Creo que a través de estos vehículos pueden saber lo que está pasando, en qué se está innovando, pero no creo que los vaya a cambiar el modelo de negocio”, opina Domínguez. “Los ‘venture capital’ de empresas acaban siendo el instrumento de juego de los directivos, y ya veremos qué hacen con ese juguete”.

Mientras tanto, él sigue desempeñando su labor en Google X, un laboratorio que en lugar de adaptarse a los cambios tecnológicos, los promueve pensando primero “lo que necesita la gente” para después inventarlo. 

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Las imágenes son propiedad de Makani,  smoothgrover y TechCrunch

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