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La comuna 'hippie' del siglo XXI, paraíso de los 'makers' y la economía colaborativa

Recreación de uno de los 'fablabs' de la comuna diseñada por Carlo Ratti Asociati

Lucía Caballero

En la aldea alemana Patrick Henry Village hay dos colegios, una bolera, una biblioteca, un pequeño cine, una clínica dental y una oficina de correos, pero hace tiempo que no quedan alumnos, jugadores, lectores ni espectadores en sus edificios. La población, ahora desierta, era una base militar estadounidense levantada por la Armada en 1947.

En su época dorada, la instalación, situada en el extrarradio de la ciudad de Heidelberg, llegó a rondar los 16.000 habitantes y disponía de todas las comodidades. El gobierno norteamericano la clausuró en septiembre de 2013, poniendo punto final a una ocupación iniciada cuando las tropas estadounidenses invadieron la urbe tras la Segunda Guerra Mundial.

Desde su abandono definitivo, las autoridades teutonas han estado estudiando qué hacer con las calles y construcciones vacías para revitalizar la zona sin convertirla en una mera área residencial. Patrick Henry Village ha sido el lugar elegido por las Exposiciones Alemanas de Arquitectura (IBA), una iniciativa que impulsa ideas innovadoras de planeamiento y desarrollo urbanístico, para llevar a cabo un proyecto arquitectónico experimental en el marco de su programa en Heidelberg. Si el objetivo es transformar completamente el entorno, ¿por qué no convertir la antigua base militar en una comuna ‘hippie’ versión 2.0?

“La idea de comuna, entendida como un grupo de personas con ideas similares que conviven y comparten sus recursos, ha surgido una y otra vez a lo largo de la historia de la humanidad”, explica a HojaDeRouter.com Carlo Ratti, director del estudio de diseño Carlo Ratti Asociatti y del Senseable City Lab del MITSenseable City Lab. Este arquitecto italiano, responsable de otros proyectos como el Supermercado del Futuro de Milán, es el impulsor de una de las propuestas candidatas a hacerse realidad en Heidelberg: la Comuna Patrick Henry. Una idea que surgió cuando Ratti y sus colegas se preguntaron cómo adaptar el concepto tradicional de este tipo de agrupación social a la era de las comunicaciones y la tecnología.

Al equipo no le costó demasiado dar con numerosos ejemplos modernos de interconexión y colaboración entre personas. En la última década, gracias a internet y las redes sociales, “encontrar a alguien que comparta tu manera de pensar en cualquier parte del mundo se ha convertido en algo extremadamente fácil”, indica el arquitecto. Por otro lado, los nuevos servicios basados en la economía colaborativa “unen a la gente, convirtiendo las conexiones digitales entre usuarios en reuniones reales y nuevas formas de convivencia”, prosigue Ratti. Su diseño urbanístico engloba todos estos conceptos para “reflejar ese nuevo espíritu comunal, gobernado por la economía colaborativa y las relaciones virtuales”.

El hogar de emprendedores y 'makers'

La idea es transformar la antigua base militar en un barrio suburbano plagado de centros tecnológicos, espacios para ‘makers’ y, por supuesto, viviendas que se comparten en régimen de ‘coliving’. “En los edificios residenciales hemos aumentado el espacio dedicado a las instalaciones comunes, que pueden reservarse ‘online’ individualmente o por grupos”, explica el italiano. Entre el 30 y el 40 % de la superficie interior de los bloques está ocupada por salas de ‘coworking’, cocinas colectivas y estancias destinadas a reuniones. Los apartamentos son pequeños, “especialmente aquellos reservados para turistas o personas que vayan a vivir en la comuna por un periodo corto de tiempo”, detalla Ratti.

Una parte importante del proyecto es el Palacio Maker, inspirado en el Palacio de la Diversión, un famoso proyecto diseñado por el arquitecto inglés Cedric Price en los años 60. El británico se adelantó a su tiempo planteando la construcción de un edificio reprogramable, con andamios y pasarelas móviles controlados por un sistema virtual que permitía reorganizar su interior. Una ambiciosa iniciativa que nunca llegó a materializarse y que ahora Ratti y su equipo adaptan al siglo XXI como un gran laboratorio de trabajo diáfano en el que abundan las herramientas tecnológicas, los ordenadores y las impresoras 3D.

Los espacios muertos entre edificios, destinados, según el plan urbanístico de los 50, a zonas de aparcamiento y vías secundarias, reciben también nuevos usos. En la Comuna Patrick Henry, cualquier superficie, por reducida que sea, es susceptible de convertirse en un espacio de colaboración para albergar “desde invernaderos donde plantar huertos urbanos hasta instalaciones deportivas, pasando por ‘fablabs’ y cualquier híbrido entre los anteriores”, enumera Ratti.

A pesar de todos los planteamientos rupturistas, apenas habría que levantar construcciones nuevas: “Nuestro objetivo es mantener el carácter original del sitio, inyectándole un nuevo uso”, dice el arquitecto. Describe el proceso de transformación de lo que denomina un “suburbio estadounidense trasplantado en el corazón de Europa” como un “experimento de ‘hacking’ urbano”.

Como no podía ser de otra manera, las ‘startups’ juegan un papel fundamental en el proyecto y tienen un lugar especialmente reservado en los edificios. El mismo en el que Steve Jobs, Bill Gates y otros magnates comenzaron sus andadas tecnológicas. “Nos encanta la idea de transformar los garajes para coches de los 50 en garajes contemporáneos para ‘startups’”, asegura el italiano.

Todo está pensado para que los hipotéticos habitantes de este peculiar barrio promuevan la creación de pequeños negocios y actividades económicas, pero la comuna no viviría aislada del resto del mundo. “Las personas podrían trabajar dentro y fuera de sus límites, por ejemplo, como empleados en los centros científicos situados en el área metropolitana de Heildelberg”, señala el arquitecto.

Servicios para compartir casa y coche

Pero la visión tecnológica y colaborativa de Ratti se extiende a todos los ámbitos de la vida. “La gente intercambiaría cualquier tipo de bienes en plataformas digitales”, explica. Utilizarían aplicaciones y servicios como los que ofrecen actualmente Airbnb, Uber, Evenbrite y otras empresas basadas en la economía colaborativa. “El sistema estaría basado en la confianza mutua”, sostiene el italiano.

Con la cultura digital como patrón dominante en la agrupación, cabría pensar que los pobladores de la comuna tendrían que ser ‘millenials’, pertenecer al universo ‘maker’, desarrollar aplicaciones o trabajar en una ‘startup’. Sin embargo, el arquitecto dice que su proyecto está abierto a cualquier tipo de persona, siempre que acepte los principios de la economía colaborativa. La población “podría ser una mezcla de nativos del lugar y habitantes internacionales”, describe el italiano. Lo ideal sería integrar al menos a una parte de la población local, como los profesionales que se trasladan desde otras localidades del Distrito de Rhine-Neckar para trabajar en las instalaciones y centros de investigación ubicados en Heidelberg y ciudades vecinas. “La comuna fomenta la inclusividad, ofreciendo opciones de vivienda asequibles”, indica Ratti.

Mientras diseñaban su idea de barrio tecnológico, los arquitectos y diseñadores del estudio italiano analizaron otros ejemplos de comunas actuales y sus valores: desde el espíritu artístico de Black Rock City (en Nevada) a la autosuficiencia representada por Kibbutz (un colectivo israelí que comenzó basándose en la agricultura), pasando por las comunas ‘hippies’ más tradicionales basadas en la paz y el amor libre, como la portuguesa Tamera. Pero la más parecida al concepto aplicado al caso alemán es la Ciudad Internacional Universitaria, un complejo de residencias de estudiantes situado en el distrito central de París, “un lugar verdaderamente cosmopolita pero no excluido del resto de la ciudad”, advierte Ratti.

Aunque muchos quisieran vivir ya en una Comuna Patrick Henry, ya sea en Alemania o en cualquier otra parte del globo, todavía hay que esperar para saber si el original proyecto se hará realidad en el futuro. La idea es solo una de las propuestas para transformar la abandonada base militar y los responsables de la IBA todavía deben decidir qué iniciativas pondrán en marcha. Según Ratti, esto sucederá en los próximos cinco o diez años. De momento, habrá que conformarse con admirar las detalladas recreaciones elaboradas por estos arquitectos y dejar volar nuestra imaginación.

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Las imágenes de este artículo son propiedad de Vs Heidelberg Photos y Carlo Ratti Asociati

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