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Pasión por las recreativas: los artesanos que siguen vendiendo máquinas 'arcade'

Enrique Ortiz tiene su taller de Universo Arcade en Madrid

Cristina Sánchez

Cuando era un niño, a Enrique Ortiz le encantaba destruir rocas del espacio con los botones de una máquina 'arcade'. Ahora, no solo ha conseguido hacerse con una ‘Asteroids’ original que descubrió en Málaga (“estuve buscándolo toda mi vida”), sino que desde hace casi dos años se dedica a construir muebles, unir cables e instalar monitores para que otros entusiastas de los videojuegos clásicos viajen a su infancia.

“Cuando empecé no tenía ni idea de cortar madera ni de todas las cosas que he ido aprendiendo con el tiempo a base de prueba y error”, explica a HojaDeRouter.com este entusiasta del comecocos. Aunque Enrique lleva veinte años coleccionando placas y videojuegos, su carrera iba por unos derroteros diferentes.

De director comercial a artesano de recreativas

Enrique trabaja como gerente de ventas al por menor de un mayorista informático cuando se construyó su primera máquina 'arcade'. Había comprado una antigua que no cabía por las puertas de su casa, así que decidió armarse de paciencia, buscar en foros y dedicar medio año a replicar una a su gusto.

Un virus que le afectó al corazón y le hizo estar una semana en el hospital y tres meses de baja le hizo decidirse a dedicar su vida a esa pasión por completo. “Mientras estuve de baja, un amigo me comentó que si podía hacerme otra, un amigo de un amigo me dijo que se quería hacer otra y a través de una persona conocida que teníamos en común me invitaron a ir a una feria de videojuegos”, nos cuenta Ortiz.

Así comenzó la andadura de Universo Arcade, el taller madrileño desde el que vende máquinas, algo más pequeñas que las originales, para que podamos volver a jugar a clásicos como ‘Superman’, ‘Pac-Man’ o ‘Bubble Bobble’. Él mismo hizo los diseños en madera de sus pequeñas ‘bartop’ y sus mayores ‘big boss’. Una empresa le corta las piezas y él se encarga de montar el mueble y el panel de control metálico, decorarlo con los vinilos de famosos personajes y añadir el ‘joystick’, los botones, el monitor y el ordenador o el sistema multijuegos, dependiendo del caso, que permitan al nostálgico comprador montarse en una máquina del tiempo.

El capricho no es precisamente barato: las máquinas cuestan en torno a 1.000 euros. Así que si alguien quiere revivir la suya en vez de comprar una nueva, también puede. “Imagínate que tienes la máquina de Pac-Man de hace veinte años destrozada en casa: nosotros te podemos arreglar los vinilos y arreglar algunas piezas”, explica el dueño de Universo Arcade, que aún sigue buscando una antigua máquina del comecocos para que forme parte de su propia colección.

El proyecto que nació en una ebanistería

Antes de que Quique pusiera en marcha su proyecto, en Madrid ya se había instalado Bricoarcade, una marca de máquinas recreativas que tiene su sede en una carpinteríacarpintería. “Crecí en el mundo de la hostelería. He sido un niño privilegiado porque tuve muchísima suerte de jugar con algunas de las las primeras máquinas 'arcade' que llegaron”, destaca José Gallego, el ebanista de este negocio. “Cuando ves el primer prototipo, y pude jugar a juegos que había jugado hace 30 años, te pica el gusanillo”. José lleva “toda la vida” haciendo muebles, pero ahora construye también diseños similares a los de las antiguas máquinas que tanto le fascinaban en el bar de su abuelo.

Junto a otros socios (una responsable de la contabilidad, un encargado de la electrónica y un experto en el vinilado), registraron hace un lustro su propio diseño de mueble y comenzaron a fabricarlo artesanalmente en su taller, una actividad a la que dedican solo parte de su tiempo.

“Buscas un espacio híbrido que recuerde un poco a la estética [de las antiguas], pero al mismo tiempo nosotros tenemos una patente que sea un modelo personal y nuestro”, destaca Fernando Rodríguez. Periodista, informático y amante del ‘cacharreo’, fabricó su propia máquina hace unos cuantos años y fascinó a todos los que visitaban su hogar.

Bricoarcade ha vendido más de 150 máquinas desde entonces. Ellos mismos se encargan de realizar los diseños y de montar los mandos de su consolas 'arcade', sus máquinas recreativas y sus ‘bartops’. Además, construyen máquinas personalizadas para empresas o incluso las alquilan para eventos.

Algunos de sus clientes son rostros conocidos, como el exjugador del Real Madrid Iván Helguera (al que podemos ver acompañado en Facebook de una 'arcade' de ‘Sin City’) y otros incluso acuden al taller acompañados de sus hijos, que establecen un “nexo de unión” con sus padres gracias a las máquinas. “Aquí tenemos la suerte de que vemos a gente que tiene una cierta edad, que cuando entra a la exposición, ves la mirada de un chaval”, destacan.

El informático y el técnico de electrónica

“Es curioso porque relacionas juegos con personas. Ves un juego del Tetris y te acuerdas de la novia que tenías cuando ibas a octavo de EGB”, coincide José Barba, uno de los fundadores de Arcade Madrid.

Experto en electrónica, conoció a los otros dos socios de esta empresa asentada en Alcalá de Henares llevando a los niños al colegio. Uno de ellos, Daniel García, informático en paro por aquel entonces, se había construido su recreativa de Futurama a partir de un mueble destrozado y con la ayuda de Marcianitos, un extinto foro sobre el tema.

Inmediatamente, Ángel (el tercer fundador, que se encarga de los diseños) y José desearon tener una: “Lo que nos llama es salir de trabajar, llegas a casa y te echas una partida rápida en poco tiempo. Desconectas de cualquier problema que tengas”. Pronto les llegaron peticiones de colegas y de colegas de colegas, como en el caso de Enrique.

Además de vender sus propias máquinas personalizadas (“hay gente que quiere fotos de sus hijos o un ‘collage’ de su vida desde que iba a EGB hasta que se casó”), también distribuyen ‘pinballs’, patinetes eléctricos o proyectores de cine, y desguazan máquinas antiguas para restaurarlas (repasan soldaduras, reconstruyen los vinilos, cambian cables...) Incluso han ideado su propio “plan Renove”: cambian máquinas antiguas por nuevas en su afán por coleccionar esos cacharros en los que invertían monedas de veinticinco pesetas. “Nosotros somos unos enamorados. Intentamos evitar que esas máquinas acaben en la basura”, señalan.

Al igual que Bricoarcade, su peculiar trabajo también ha llamado la atención de un deportista: Gerard Piqué compartiócompartió una foto en el Facebook de Kerad Games, su empresa de videojuegos, en la que aparecía una máquina de Arcade Madrid. Por la tienda del municipio madrileño también pasó hace unos meses Elrubius, que realizó allí la polémica entrevista para El Mundo. “Lo conocimos en el cara a cara y es un tío muy majo”, señala José con orgullo. Con solo un año de vida, su empresa ya tiene historias que contar.

Los problemas del ‘abandonware’

Además de estas tiendas, en España también hay otros establecimientos dedicados a fabricar sus propias máquinas, así como webs que las ofrecen sin garantías. “Ahora ha salido mucha competencia y mucho particular que lo hace en su casa”, critica Daniel de Arcade Madrid, desde donde aseguran haber visto fotos de sus máquinas en Wallapop sin que ellos fueran los vendedores.

Pero, teniendo en cuenta que, en última instancia, sirven para disfrutar de nuevo de videojuegos protegidos por derechos de autor, ¿qué debe hacer un artesano para que la venta de esa máquina sea legal? “Si no han pasado 70 años, cualquier uso del videojuego está prohibido por la Ley de Propiedad Intelectual y el artículo 270 del Código Penal”, destaca Pablo Burgueño, abogado de Abanlex y jurista experto en videojuegos.

Los fabricantes optan por instalar en la máquina un ordenador o una Raspberry Pi que, con ayuda de un emulador, permitan al comprador instalar imágenes ROM (copias del contenido de los cartuchos) de videojuegos. Ahora bien, la legalidad de la venta depende de lo que instalen. Burgueño nos explica que vender el hardware’ (el mueble y el ordenador) es legal, pero “si quieren vender el aparato con un emulador en cuya licencia se prohíba la venta [los hay con licencia GNU] tienen que pedir permiso al dueño del emulador. Y lo mismo con los juegos: hay juegos que están en licencia libre —se pueden meter dentro de la consola— y otros que no”.

En otras ocasiones, los fabricantes recurren a sistemas multijuegos como Pandora’s Box para vender sus máquinas. “En el 90 % de las ocasiones usamos cartuchos que vienen con los ‘royalties’ pagados”, apunta Enrique Ortiz, dueño de Universo Arcade. No obstante, él también ha tratado de contactar con los desarrolladores de algunos de los famosos videojuegos para salir de la situación “complicada” en la que se encuentra el sector.

“Yo he intentado hablar con todas las compañías de videojuegos y la respuesta ha sido nula, porque ellos no ven que puedan sacar un beneficio de esto”, apunta Ortiz. “Probablemente si los beneficios fueran de aquí de España, sería más fácil llegar a un acuerdo, pero como los que tienen que aprobar esto no viven aquí [...] no es factible”, agrega. “Por eso te digo, hacen la vista gorda”.

Desarrollar nuevos videojuegos para las máquinas sería otra opción, pero eso desvirtuaría el componente nostálgico. “En realidad la gente lo que quiere es jugar a los juegos 'arcade', a los juegos del bar, al que jugabas cuando ibas con tu chavala a tomar una copa, todo eso”, rememora José Gallego, uno de los fundadores de Bricoarcade. “Te daban los cinco duros para ir a comprar el pan y no llegaba el pan nunca porque te ibas a los recreativos y acababas en la máquina…”

A los amantes del videojuego clásico les gusta subirse a la máquina del tiempo, aunque no lo tengan todo a su favor para hacerlo y aunque las generaciones venideras, dentro de no muchos años, quizá no lleguen a entender ese entusiasmo por pasar las tardes delante de una gran máquina.

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Las imágenes son propiedad de Universo Arcade (1), Bricoarcade (2 y 3) y Arcade Madrid (4 y 5)

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