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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

¡Choca esos cinco! Ahora tu tarjeta de visita lleva un chip y es divertida, ¿pero sabe demasiado?

Dos asistentes a un evento chocan sus tarjetas para compartir sus contactos (Foto: Lou Woodley en Flickr)

Analía Plaza

Al llegar a la conferencia, cada asistente recibe un collar del que cuelga una ficha de plástico en la que aparecen su nombre y cargo. Cuando alguien conoce a otro alguien, ya no extiende la mano o da un par de besos, ni saca su tarjeta del bolsillo. Ahora hacen una especie de 'choca los cinco' con esas tarjetas interactivas que les ha dado la organización. Y todo son risas, incluso en una audiencia tan gris como la que forman políticos, funcionarios y representantes de organizaciones empresariales. “¡Hey! ¿Hemos chocado?”, pregunta uno. “¡Hagamos una competición, a ver quién choca más veces!”, sugiere otro. Llevan un USB incorporado, así que durante el congreso pueden descargar la información de contacto de todas las personas con las que han 'chocado' (cada asistente registró sus datos cuando compró su entrada) y ver sus conexiones en una especie de timeline de la vida real llevado a pantalla. La escena es de hace pocos días en un evento tan institucional como una asamblea de la Comisión Europea.

Cuando Bill Munday se quedó sin tarjetas de visita en el Mobile World Congress de 2011, tuvo una idea - la enésima - para intentar digitalizarlas. El resultado son estas piezas con Bluetooth que produce Blendology, una 'startup' de Cambridge enfocada al creciente mercado de los eventos que ya ha llamado la atención de más de uno. Por poner otro ejemplo, alguien se encargó de recoger en un Storify las reacciones de los asistentes a la conferencia londinense sobre ciencia SpotOn. “Esto lleva las tarjetas al infinito y más allá. Impresionante”, decía uno. “Reto: conseguir el mayor número de choques durante la conferencia. ACEPTADO”, sugería otra.

Pero Blendology no está sola en el sector. Otras empresas (Poken, Getyoo...) llevan años haciendo productos parecidos. Y en los dispositivos móviles, que es donde todo el mundo cree que algún día se asentarán estas tarjetas de contacto digitales (porque además no implica costes de fabricación) han nacido - y muerto - muchas apps para 'chocar' e intercambiar datos. La más conocida es Bump, que llegó a 60 millones de descargas, no encontró cómo hacer negocio y fue adquirida por Google. También hay compañías, como Embraceled o Drome Surround Light, que llevan el choque a brazaletes con luces LED para conciertos y festivales.

Drome light @Tivoli RAUW from Drome Surround Light on Vimeo.

“El futuro es que todo el mundo conecte muy rápido. Cuando hay que descargar una 'app' o el choque tarda más de 1,5 segundos, la gente se frustra. Así que, simplemente, tiene que funcionar. Es la filosofía detrás de lo que hacemos. Todo el mundo tiene uno que da la organización, todo el mundo choca con ello y no hay que descargar nada. Y el momento del 'choque' es interesante, porque rompe el hielo. Hay otros intentos pero ninguno es tan 'ice-breaking' como el nuestro”, afirma.

Diseñado en Cambridge y fabricado en China, el resultado es bastante barato: las piezas se alquilan a cinco euros por usuario/evento o se venden a veinte. ¿Con qué margen? Ninguno. Su negocio está en los datos.

“La información de contacto de la gente pertenece a la organización, pero todos los datos obtenidos usando nuestro sistema [conexiones entre personas, horas de mayor actividad, salas en las que más gente entró...] costarán dinero. Ahora los damos gratis; cuando sepamos cuánto valor tienen habrá una línea de ingresos ahí. Y cuando tengamos datos de muchos eventos podríamos tener una nueva línea de negocio con ellos”, cuenta.

Los datos se almacenan en bruto: es el recurrente 'big data' llevado a eventos físicos. Igual que los bancos analizan transacciones para ver las horas, zonas o niveles de gasto o que las aerolíneas saben gracias a las búsquedas qué destinos tienen más o menos demanda, estos 'choca los cinco' son fáciles y divertidos, gustan a todo tipo de usuarios (no solo técnicos) y recolectan muchos datos. El organizador de aquella asamblea europea con la que comenzábamos el texto ya sabe a qué horas se hicieron más conexiones o qué charlas tuvieron más asistentes. El objetivo de Blendology es convencer a los eventos de que necesitan esa información y empezar a cobrar por ella.

En Drome Surrounded Light (de brazaletes LED), el negocio es similar. “Nos enfocamos en hacer al público parte del 'show' más que en la interacción entre asistentes y de proveer los medios que permitan a los organizadores de eventos interactuar mejor y más eficientemente con la gente. Los datos generados y recopilados mediante estas interacciones pueden ser usados por el organizador para analizar posteriormente el comportamiento de los visitantes, lo que le permitirá hacer mejores ofertas, pero deberá ser siempre hecho de acuerdo a las regulaciones de privacidad locales”, explica por email su director, Michiel Fransen.

Ahora que empieza a haber algo de conciencia social sobre la privacidad, ¿podrían preocuparse los asistentes y no usarlo? “No estamos en el negocio de venta de datos personales. Eso pertenece al organizador de cada evento. De hecho, en esta asamblea podías no dar los tuyos. Pero mucha gente que no quiso darlos vino después y nos pidió que se lo habilitáramos porque querían compartir su contacto”, explica Munday. Damos fe.

“Es interesante”, concluye. “Al principio se preocuparon, pero cuando vieron que era fácil de usar y que les permitía conocer gente, les gustó tanto que quisieron usarlo”.

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