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Empresas de inserción: pilar de la economía social

Isaac Altable

La última semana de abril de 2013 arrojó un cifra de paro superior a los 6,2 millones de españoles. Tras esta dato llegó el plan presentado por el Ejecutivo en el que, dentro de sus artículos, se pudo observar un buen meneo a la atención a la dependencia (aumento del copago y disminución de prestaciones económicas). En ese maremágnum, sostener la autonomía de las personas excluidas o con alguna discapacidad, ese cuarto pilar del estado del bienestar, se resquebraja.

Las personas con alguna discapacidad física, psíquica o social coinciden en general en que su propia autonomía viene dada, en muchas ocasiones, por su capacidad de valerse por ellos mismos. Para ello, el trabajo remunerado (no las dádivas) son un eje crucial. Por eso las empresas sociales (reguladas por ley desde 2007) con vocación de integración son una de las vías más directas de emprendimiento social.

Ejemplos de empresas de inserción laboral han ido asomándose a Inspira de manera más o menos puntual. Pero, vistas con perspectiva general, ¿qué son? En primer lugar un proyecto en el que los emprendedores que se meten en ello buscan un claro objeto social más allá del económico: facilitar que personas segregadas se metan en la sociedad mediante algo tan simple como un puesto de trabajo. “Son estructuras de producción de bienes y servicios cuyo objeto es la integración laboral de las personas trabajadoras”, explican. Y luego, sus responsables especifican que se utiliza “el trabajo remunerado” para su incorporación al mercado ordinario. El 80% de sus ingresos deben ser reasignados al proceso productivo y el empleo de trabajadores. Es decir, necesitan ser autosuficientes económicamente, rentables vamos, pero para destinar los beneficios a su idea original: seguir empleando.

Luis María López-Aranguren (director del Centro de Formación de Empleo de la Fundación Tomillo) comenta que “las EI son un dispositivo más dentro de los itinerarios de inserción. Son un recurso más entre todos los recursos que de forma ordenada se ponen al servicio de los caminos integrales, no una moda”.

La Federación de Asociaciones de estas empresas (FAEDEI) da la dimensión de este colectivo de sociedades: no son estadísticamente importantes, su peso viene dado por su objetivo de devolver y aportar a la sociedad los recursos que obtiene de ella al trabajar por unos colectivos fácilmente marginados. En España operan unas 167 empresas de inserción laboral que emplean un total de 4.500 personas. De estas, alrededor de 2.400 son de inserción. Al año, su actividad económica ronda los 86 millones de euros y aportan un valor añadido bruto estimado en 53 millones de euros. Las empresas no son organizaciones buenitas: en su estructura general de ingresos las aportaciones públicas no superan el 20%. Todo esto para conseguir, al menos, un 52% de integración.

Los sectores que se han mostrado más propicios para desarrollar estos emprendimientos son, según la federación, “el 80% de las EI pertenecen al sector Servicios, mientras que el 10% pertenecen a la Industria, el 7% a la Construcción y sólo un 3% pertenece al sector agrario. En cuanto a las actividades hay mucha heterogeneidad siendo algunos ejemplos de ello el reciclaje y reutilización, comercio, hostelería y alimentación, artes gráficas, mensajería, etc”. Así, se ven empresas que hacen sus estudios de mercado y buscan colocar sus productos o servicios en el cátering, la producción textil, la horticultura, el envasado y embalaje (y estos son ejemplos que han pasado por este espacio).

Este centenar y pico de empresas conforman lo que se denomina economía social “de vital importancia en este momento de enormes dificultades de acceso al empleo y de un aumento del riesgo de exclusión de las personas más vulnerables” y su virilización, desde luego, explican en la federación de empresas de integración. Ya sea en su versión (según las califica López Aranguren) finalista : para aquellas personas que tendrán que desarrollar su vida entera laboral dentro de estas empresas por sus altas dificultades; de transición: que se dedican en parte a conseguir que las personas que pasan por su proceso de producción terminen por ser empleables en cualquier entidad o normalizadas: las que nacidas para la inserción de algún colectivo acaban por convertirse en una empresa ordinaria, los colectivos de mujeres excluidas con cargas familiares, inmigrantes con cualificación, toxicómanos o con discapacidades de cualquier índole, ven en estas empresas su palanca para ser parte de lo que ya son: su comunidad.

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