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Sobre este blog

Interferencia (Wikipedia): “fenómeno en el que dos o más ondas se superponen para formar una onda resultante de mayor o menor amplitud”.

Interferencias es un blog de Amador Fernández-Savater y Stéphane M. Grueso (@fanetin), donde también participan Felipe G. Gil, Silvia Nanclares, Guillermo Zapata y Mayo Fuster. Palabras e imágenes para contarnos de otra manera, porque somos lo que nos contamos que somos.

Lujo para todas

Pregunta trampa. Imagen del proyecto de arte urbano SEPA.

Silvia Nanclares

Al final lo hago. No quería hacerlo pero lo hago. Me da miedo la anestesia general y tengo fobia a las agujas pero Nuria, mi médica de atención primaria del Centro de Salud (Palma Norte) me recomienda que lo haga, que me la estoy jugando, que de una tontería me puedo hacer “una avería muy gorda”. “Aprovecha ahora que eres joven”. Pues lo hago.

Me dirijo a pie y en ayunas a la Fundación Jiménez Díaz. Soy una de las 400.000 madrileñas cedidas a este hospital desde que en 2008 la Consejería de Sanidad transfiriera a la multinacional sueca Capio (propietaria de la Fundación y desde 2011 llamada icd) la gestión del ambulatorio de mi distrito, entre otros. Este hospital, pionero desde sus comienzos de lo que sofisticarían después los modelos de gestión concertada conocidos como PFI y PPP, (estas últimas siglas son en inglés aunque el guiño no podría ser más irónico), es conocido por los viejos del lugar como La Concepción (La Concha). Ahí se murió mi abuelo y operaron a mi prima de una rodilla. Allí también dio a luz una amiga hace poco, su unidad de neonatos es conocida por ser muy respetuosa con el plan de parto que propone la madre. Esa unidad pertenece a la parte privada del hospital. Mi amiga fue atendida como asegurada de la mutua de la Asociación de la Prensa.

Así que en este hospital, universitario desde 1970, conviven, convivimos, como en una suerte de Arriba y Abajo versión sanitaria, pacientes públicos, clientes de aseguradoras o mutuas y pacientes privados. Como paciente pública, entro por una puerta, atravieso la capilla, la biblioteca (unos acabados en madera divinos) y bajo (literal) al sótano de la Unidad de Cirugía sin ingreso (también se conoce como ambulatoria o no hospitalaria). Esto significa que, si todo va bien, en el día te vas para casa. Te reaniman in situ, te dan un Aquarius, y un par de horas después de que te hayan abierto, en mi caso, el estómago, estás en un taxi. Un poco loco, si lo piensas.

Te dicen que te persones con la tarjeta sanitaria y acompañada de un adulto. Mi madre (¿qué sería de este mundo, y digo, de este mundo concreto, el sanitario, sin madres y por extensión, sin mujeres?) llega un poco tarde, pero aún así me hacen pasar. Está todo muy limpio y muy nuevo. Yo le digo al celador que, por favor, la deje pasar cuando llegue, por si me muero dentro, quiero despedirme de ella. El pavo es majo pero no se ríe. Me da unas bragas de papel monísimas y una bata de las de culo pajarero. Ante mi celebración posterior de que las bragas públicas fueran tan trendys, un amigo residente me saca del error: “No son bragas públicas, son bragas concertadas”. Bragas concertadas. Bien. Esto es complejo, lo vamos pillando.

Después de una operación divertida: en el despertar de la anestesia me dio por reir y, además, Aparato Digestivo comparte quirófanos con Urología, así que en reanimación estoy rodeada de muchachos y señores cariacontecidos, recién tocados en su masculinidad más obvia. Más monos, todos. Parece un sueño húmedo de Valerie Solanas. Una cirujana canta, como un camarero gaditano cantaría las raciones: “Tengo dos circuncisiones, dos frenillos, una vasectomía”. “No, el de la vasectomía no viene. Dice que pasa de venir aquí. Que se va al Doce de Octubre”, le replica una compañera.

Pienso en el Doce de Octubre, allí pasamos un verano antes del transplante de hígado de mi padrino (y esto, claramente es otra historia). Ese sí responde a mi idea de hospital público. También es universitario pero está viejo. Huele a hospital. Tardan rato en darte citas y atenderte. Están los mejores especialistas y es de los pocos lugares en que salvarían tu vida con un transplante, pero hay que reconocer que el escenario puede llegar a ser desalentador en según qué unidades. Allí no hay bragas de colorines, seguro. Pienso también que quizá el señor de la vasectomía que no ha querido venir a la Jiménez Díaz lo ha hecho como una suerte de insumisión a la paulatina y sutil privatización de la sanidad madrileña.

Y es que todo el mundo parece estar encantado con la Jiménez Díaz. Yo, salvo con lo de tener que irme a casa tan zumbando, estoy encantada. Me han operado sin tener que esperar meses (es lógico, si no ocupas una cama, la lista de espera se desatasca, pienso que este cuidado que no cubre el hospital recae, en este caso, sobre mi madre, quien, según la guía del alta que te dan al salir, me habrá de acompañar en las 24 horas siguientes) y en este caso, “gratis”, es decir, no he tenido que repagar nada; todavía esta intervención es considerada básica y de acceso gratuito. Mi propia madre, defensora y usuaria de la privada de toda la vida, está encantada con “esta” pública. Algunos otros vecinos del barrio parece que también. La del herbolario (he aprendido que el aceite del árbol del té es una especie de versión natural del Betadine, yo me doy las dos cosas, por si acaso) y el de la farmacia, por lo menos. Claro, a todo el mundo le gusta ese servicio. Rápido, con buenas instalaciones, bastante eficaz, limpito. Nos la han colado.

Nos la han colado porque esa superficie que deslumbra es el síntoma de una transformación de modelo profunda y excluyente.

Unos días después se celebra la vigilia por Jeanneth, que ya tocamos en este mismo blog hace unos días. A lo mejor es un silogismo barato, todo es más complejo y no conozco la situación a fondo, pero tengo la intuición de que para que yo me pueda haber tratado tan rápido y en un sitio tan mono “una enfermedad cualquiera y con tratamiento” como la que tenía Jeanneth, muchas personas y prestaciones se están quedando por el camino. Se mejoran las apariencias y la asistencia de unos a costa de deteriorar las bases y dejar fuera de juego a otras.

En la carpeta del informe de alta que me entregan al salir (mi madre carga con mi mochila, yo salgo encorvadita), hay dos documentos inquietantes: uno, un pequeño de test de satisfacción firmado por el, atención, ex-consejero Fernández Lasquetty, arrastrado hace ya seis meses por la victoria de la Marea Blanca y el acuerdo del TSJM de la paralización cautelar del proceso de privatización que su antecesor, Manuel Lamela (hoy, oh, sorpresa, miembro del consejo de administración de Assignia Infraestructuras, empresa concesionaria de la gestión del Hospital del Tajo, Aranjuez) inició precisamente con el pacto de cesión a la Jiménez Díaz allá por 2004. ¿Perdón? ¿Test de satisfacción? ¿Lasquetty? Me entra más risa floja y esto ya no es producto de la anestesia.

El otro, la factura “falsa” (para mí, para otras muchas personas excluidas por Real Decreto-Ley 16/2012, es una pesadilla muy real) firmada por el “Gerente” del hospital. Me siento en un episodio de House. A ver. En ella se me informa de que mi intervención ha costado apróximadamente 1.000€, cubiertos gracias “al esfuerzo” de todos los madrileños. Segundo “¿Perdón?”. Soy autónoma y yo no lo llamaría esfuerzo (aunque difícilmente llego a pagar las desproporcionadas cuotas mensuales y la liquidación trimestral del IVA), lo llamaria, en mi caso, justo acuerdo entre la contribuyente/ciudadana y el Estado. Así que, encima, no me hagáis melodrama con esta prestación básica. Es un derecho, no un regalo. No debo valorarlo como algo especial. Es algo que va de suyo. Nadie me ha preguntado qué quiero que se haga con los impuestos que pago. No quiero más vías de AVE absurdas ni rescatar a más banqueros insensatos, quiero una Sanidad Pública Universal que no deje a más Jeannethes fuera, que no conceda a más multinacionales la gestión de los hospitales públicos. Me da igual de qué color sean las bragas. O sí, qué demonios. También quiero bragas bonitas en el Doce de Octubre. Si hay lujo, que sea para todas.

Con esta cesión, se acaba de completar

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Interferencia (Wikipedia): “fenómeno en el que dos o más ondas se superponen para formar una onda resultante de mayor o menor amplitud”.

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