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Sobre este blog

Interferencia (Wikipedia): “fenómeno en el que dos o más ondas se superponen para formar una onda resultante de mayor o menor amplitud”.

Interferencias es un blog de Amador Fernández-Savater y Stéphane M. Grueso (@fanetin), donde también participan Felipe G. Gil, Silvia Nanclares, Guillermo Zapata y Mayo Fuster. Palabras e imágenes para contarnos de otra manera, porque somos lo que nos contamos que somos.

Taksim en todas partes (10 días en Estambul)

Plaza Taksim de Estambul, 8 de junio de 2013 (Juan Luis Sánchez)

Amador Fernández-Savater

propone una crónica de José Fernández-Layos —

Conocí a Pepe (@JFernandezLayos) en el Grupo de Trabajo de Pensamiento del 15-M. Fue una de las personas que acampó en Sol desde la primera noche y la experiencia vivida en la plaza le marcó profundamente. Escribe desde siempre, aplicando procedimientos literarios a la crónica periodística y también, a mi juicio, con una grandísima capacidad para captar detalles e imágenes muy valiosos para pensar lo que ocurre desde dentro de lo que ocurre, acompañando lo que ocurre. Una de las entregas de los “apuntes de acampadasol” es suya. Es una de las voces de Al final de la asamblea, una experiencia de escritura colectiva que narra la vida cotidiana del 15-M mezclando lenguajes como el ensayo, el relato en primera persona y la hoja de agitación. No pudo resistirse y viajó a Estambul un poco después de que empezaran las protestas contra Erdogan para seguir viviendo y contando revoluciones. Puedes seguir sus crónicas y apuntes sobre #occupyGezi en su blog y su cuenta de twitter. En su CV más serio dice que José Fernández-Layos es periodista y antropólogo y que ha colaborado en algunas publicaciones como Europa Press, Diario Panorama (Venezuela) o El Puercoespín (Argentina).es suyaAl final de la asambleablogtwitter

Martes 11: Imágenes oníricas desde Estambul

Máscaras de gas en lugar de mecheros, gafas de bucear para dar un paseo por el parque y un café lleno de policía: la protesta cambia los escenarios urbanos.

Al salir del metro en Estambul, un hombre vende máscaras de gas como quien vende mecheros. Hoy han desalojado la plaza Taksim, pero la acampada en el parque Gezi aún resiste. Me cruzo con muchos que vuelven de allí, algunos cojeando y los ojos llorosos, todos cantan, y los coches no hacen más que pitar.

Una vez en el parque, escuchas la sirena de un megáfono, y detrás siempre va un herido en camilla. Los que vuelven de la batalla se duermen en cualquier lado, aunque sea unos minutos, muertos de cansancio, con las gafas de bucear colgadas del cuello.

Los cañones de agua están ya cerca, y cada vez hay más gas dentro del parque. Arde y pica la garganta, y a veces lloras tanto que no ves nada, pero te tienes que ir de allí rápido, aunque sea agarrándote a otro que ni siquiera conocías. Por encima del gas, sobrevuela la voz de una chica, que canta, informa de lo que pasa aquí, o en otras ciudades, pide aplausos y va dando ánimos. Dicen que lleva cinco días sin parar. En un momento dado, encima de un escenario, ella grita: “Los políticos dicen que nos callemos la boca, pues ahora vamos a gritar más”.

Una chica turca me explica: “todo vino por el parque, pero también porque Erdogan empezó a meterse en nuestras vidas: que si cuántos hijos teníamos que tener, que si tenemos que beber esto o lo otro”.

Le gusta mucho subirse a unas montañas de escombros para ver la primera línea de fuego. Al principio, casi parece un peloteo de tenis, la policía tira alguna bomba de humo y los manifestantes se la devuelven, pero en un momento dado, la policía empieza a tirar a destajo, y el campo de batalla se llena de gas y heridos.

Ya de madrugada, un amigo holandés y yo atravesamos las líneas enemigas. Pasamos por un café lleno de policías. A ellos también se les ve muertos. Uno incluso se ha quedado dormido encima de una mesa, con todo su equipo, armas incluidas, tirado en el suelo.

Miércoles 12: Un día de gas y seis de baile

Señores con chaqueta y corbata y gente de la calle, seguidores del Besiktas y del Galatasaray, Marx y Atatürk: unidos en torno a un piano.

Todo el mundo espera que pase algo a las siete de la tarde. La enfermería está preparada; los que reparten máscaras de gas, hiperactivos; los streamers, a las barricadas; la mayoría de los acampados ya tiene puestos sus cascos de obra, la máscara y las gafas de buceo. Los seguidores del Besiktas cantan: “Gaseános/ gaseános, con pimienta/ Y suelta la porra/ a ver quién tiene más huevos”.

Pasan las horas. Cada vez más gente ocupa la plaza de Taksim. Muchos se acercan a la policía, cada vez más. Sube la tensión, todos se preparan, la enfermería está lista, cuando se oye algo que no son cánticos, no son gritos, no son disparos de bombas de gas: es música, es “Let it be” de los Beatles, es un piano que ha aparecido de la nada y un chico delgado con nariz ganchuda y sombrero que está tocando, y todos se acerca y se sientan y hacen fotos y aplauden y suena “Imagine” de John Lennon, suena el “Bella Ciao” que todos cantan y un turco se anima a tocar una canción tradicional y todos gritan “Erdogan, vete ya” y “todos los lugares son Taksim, todos los lugares, resistencia” y todos están muy emocionados y disparan al cielo un fuego artificial y algunos lloran, de la tensión, de la felicidad, de estar otra vez juntos en la plaza. Algunos lloran. Yo lloro.

Son las 6 de la madrugada y estoy de guardia con un chico turco en la barricada de atrás: una hilera de escombros, hierros y madera con una bandera turca, otra anarquista y varios esqueletos de paragüas. Pasamos la noche hablando:

- “Cuando atacaron, fui directo a la barricada porque tenía mucho miedo: miedo a que la policía pasara y perdiéramos todo. No tengo muy claro lo de los cócteles molotov. Porque tirárselos directamente a la policía creo que es feo. A las tomas (tanquetas con cañones de agua) sí. Hay que evitar que las tomas pasen”.

Con su barba espesa del doctor Bacterio, parece más un estudiante de filosofía que un guerrero.

- “Tenemos un día de gas y seis de baile. Yo firmo quedarme así, con este sistema para siempre. Tú no sabes cómo ha cambiado aquí la gente en una semana. Señores con chaqueta y corbata hablan con personas que viven en la calle, y todos con el mismo respeto. Seguidores del Besiktas y del Galatasaray están juntos aquí, cuando antes se mataban. Yo creo que era el gobierno quien los quería separados. Mi teoría es que Erdogan no soporta que quieran más a un equipo de futbol que a Alá. O peor, que le quieran más que a él.”

También me cuenta que muchos políticos de la oposición vienen a hacerse aquí la foto: “El otro día vino el alcalde socialista de Kadikoy y no le dejaron entrar con el coche. Así son las normas aquí. Solo pueden pasar las ambulancias o los minúsvalidos. Y él no era ninguno de los dos, por lo que tuvo que bajarse del coche y hacer el resto del camino andando.”

En otra barricada hay una bandera con Marx, Lenin y Atatürk (el fundador de la Turquía moderna). Se quejan de una bandera del PKK kurdo. Son terroristas, me dice uno. Y recalca: “en el parque ahora estamos juntos, pero no nuestras ideas”.

Jueves 13: Esperando lo peor

Twitter, la represión y las Madres de Plaza Taksim.

En la acampada hay una biblioteca, un huerto, varios puestos de alimentación y hasta un estudio de televisión libre, Čapul Tv [Erdogan llamó a los manifestantes çapulcu (saqueadores) y ellos se lo reapropiaron irónicamente]. En la enfermería me cuentan que la noche del martes pasaron por allí 546 heridos. La mayoría tienen miedo a ir al hospital porque a veces va allí la policía y los detiene.

Me dice una chica turca que estuvo en Occupy Wall Street:

- Occupy Wall Street era mejor: allí no mataban.

Me cuenta que el gobierno está deteniendo a muchos tuiteros y que Erdogan dijo que había que regular Twitter porque es “mucho más peligroso que un coche bomba”.

- No sé que saldrá de todo esto. Lo único que nos une es el odio a Erdogan. En el mejor escenario, Erdogan dimite, los militares no intervienen y nosotros conseguimos hacer una plataforma o partido nuevo, sin ningún político de ahora, y ganamos. No sé si nos dejaría la OTAN. En el peor escenario, nos matan a todos.

Dice también que la última de las razones de la protesta es la económica. La cuestión principal, dice, es la libertad.

- El famoso pianista turco Fazil Say dijo una vez en público: “Prometéis vino y vírgenes, pero ya los tenemos aquí, ¿porqué tenemos que esperar a morir?” Son palabras del poeta Hayamm y decirlas le costó una condena de 10 meses de cácel.

A las siete de la tarde se acaba el ultimátum de 24 horas que dio Erdogan. Se vuelve a llenar el parque. Muchos llevan toga, y también máscara de anonymus. Protestan porque ayer detuvieron a 70 compañeros suyos. Nos preparamos otra vez para lo peor. Aquí no se apuntan el abogado de guardia en el brazo como en España. Se apuntan su grupo sanguíneo. A ratos, esto parece una verbena, huele a quebab y palomitas. Erdogan ha dicho que las madres deberían ir al parque a recoger a sus hijos. Y las madres vienen, pero para hacer una cadena humana y lanzar un mensaje a Erdogan: “venimos para proteger a nuestros hijos de ti”.

Viernes 14: Todos juntos

Asambleas y música: escenas de comunidad en Plaza Taksim.

Erdogan vuelve a amenazar con el desalojo. En la reunión que ha tenido con la Plataforma de Solidaridad con Taksim ha prometido parar las obras del parque hasta que la Corte se manifieste. Y si el fallo fuera a favor, convocar un referéndum. La gente de #OccupyGezi se reparte en siete asambleas para decidir qué hacer, cómo seguir. Es la primera vez que veo asambleas aquí. La Plataforma recopila todo lo que se ha hablado y saca un comunicado, donde dice: “vamos a seguir esta lucha hasta que se cumplan nuestras demandas” y “lo más importante que hemos aprendido es que la resistencia no puede ser contenida ni en el tiempo ni en el espacio, y que lo seguirá siendo en todos los aspectos de la vida, en cualquier parte de la ciudad y el país, en cada rincón y en cada momento.”

Al llegar la noche, ya está de nuevo el pianista en la plaza. Es alemán, pero de origen italiano, y estaba viajando por Europa para transmitir un mensaje de paz. El piano lo construyó él mismo y me cuenta que cree que su música calma a los policías y, de alguna manera, protege a los manifestantes, por lo que seguirá viniendo a Taksim hasta que ya no haya ninguna amenaza.

Toca al lado de un monumento rodeado ayer de policías, pero hoy no. Se suben muchos allí a escuchar el piano. Parece que va a terminar el concierto, y muchos se levantan, cuando uno coge a una chica de la mano, se arrodilla, le pide matrimonio, todos aplauden, uno grita “ahora tienes que tener tres hijos”, que es lo que pide Erdogan a las parejas, se ríen y empieza a llover de forma torrencial. Salimos corriendo a refugiarnos a los toldos de los bares cercanos, pero el pianista sigue tocando y algunos otros le protegen con sus chaquetas, muchos vuelven, llueve muchísimo, aparece un plástico azul que todos sostienen, volvemos muchos, se hacen agujeros, los tapamos como podemos, mientras el pianista sigue tocando, y lo hará toda la noche y parte del día, más de 17 horas seguidas, y después de cada canción, todos aplauden, pero no al pianista, no solo a él, sino a todos, como si cada canción la estuvieran tocando todos, como si cada canción pudiera ser la última, y nadie pensara en la siguiente, como si no hubiera más que sentir la lluvia caliente en los huesos, todos juntos, bajo un plástico azul que se va rompiendo.

Sábado 15: “El parque está muerto”

Ataques con gas, agua que quema y balas de plástico contra la acampada en Parque Gezi.

Nadie esperaba un ataque el sábado por la tarde. El parque Gezi estaba lleno de familias, niños, ancianos que paseaban por allí. El ambiente era de más verbena que nunca. En la calle Istiklal, que termina en Taksim, ríadas de gente se dirigen a la plaza y todos aplauden, cantan. Hay mucho gas y mucha gente diciendo con la mano: vamos, vamos. Taksim está tomado y en el cruce con Istiklal hay una tanqueta de agua a presión. Dos hombres se acercan con una bandera turca, se sientan para que la tanqueta no pase, y la tanqueta suelta un chorro enorme que los tira para atrás. Y ellos gritan, gritan mucho. Huele a veneno. Eso no puede ser agua. Luego me enteraré de que le han puesto agentes químicos abrasivos. La gente sale disparada por las calles adyacentes. Algunos nos refugiamos en un café, que se llena de gente tosiendo, con los ojos enrojecidos, gritando que el “agua” quema. Llaman como locos a sus amigos, para comprobar que están todos bien.

Una chica habla por WhatsApp con unos amigos suyos que están en el hotel Divan, donde han hecho una especie de hospital improvisado. Le cuentan que la policía está intentando entrar, no, que acaban de entrar, que los manifestantes están luchando para echarlos, no, que ya han soltado gas allí, en el hall, y están deteniendo a heridos y también a médicos voluntarios. Y me enseña una foto de balas de plástico que están disparando.

Más cerca aún del parque Gezi, me encuentro a tres chicos sentados. Me cuentan que están descansando, agotados de luchar con la policía, y que hoy han perdido, pero que mañana ganan. Empieza otro ataque de gas, y todos salimos corriendo.

La policía lleva toda la noche cortando calles: están en muchas esquinas, con sus tanquetas. Me fascina la gente que sigue de fiesta como si nada, con sus taconazos, su borrachera y su servilleta en la boca para no comer gas. Por todas las calles, hay grupos con máscara y casco, que se resisten a irse de allí. Amanece, estoy perdido y pregunto a unos por Taksim. Me dicen: No Taksim, no Gezi. Gezi está aquí, me señala todo; Taksim, en todas partes. Consigo llegar al parque Gezi, donde las excavadoras están tirando todo y los operarios de limpieza se están repartiendo la ropa y los objetos personales que ellos consideran de valor.

Detrás del parque, está el hotel Divan, donde siguen refugiados muchos acampados. Hay muchas miradas perdidas. Pasa una fila de policías por delante, uno de ellos empieza a empujar a un manifestante y grita: “Está muerto, el parque está muerto”. Lo dice en inglés, con mucha rabia. Los manifestantes le contestan cantando y ondeando una bandera turca.

No sé de dónde, pero llega pan y queso, y dos empiezan a cortarlo y repartirlo, mientras los demás hacen pacientemente cola, como en la caseta de alimentación del parque, como si llevaran Gezi, y su forma de hacer, con ellos. Pero es una cola triste, todos están muy tristes.

Domingo 16: “Yo antes siempre iba con las uñas pintadas, y mira ahora”

Una conversación sobre las vidas tocadas por la experiencia de Plaza Taksim.

“Cualquier persona que intente entrar en Taksim será considerado terrorista”, dice el gobierno. Miles de personas intentan entrar. Unos 50 manifestantes están a escasos 200 metros de la plaza. La policía les avisa por megafonía, ellos le contestan con música turca en un casette; la policía empieza a lanzar el agua con químicos, uno se pone delante a recibir el chorro como si fuera una ducha, pero dura muy poco: sale corriendo en seguida, mientras va quitándose rápidamente la ropa porque le quema la piel.

Una hora después, vuelven los manifestantes, veo cómo hacen una barricada. Pero los policías aparecen por otra calle; corremos, joder, corremos como ratas, callejeamos, hasta dar a una calle donde los vecinos nos reciben en sus ventanas con aplausos y caceroladas. Alguna incluso baja al portal a darnos la bienvenida.

Veo cómo un grupo bastante nutrido trabaja para montar una barricada. Algunos arrancan los postes de hierro que hay en las aceras para coger después las piedras que hay a su alrededor. Otros se van pasando esas piedras, en una cadena humana, hasta crear la barricada. Es el mismo trabajo en equipo que antes hacían para llevar agua a la acampada. Intento hacer alguna foto, pero una chica joven me mira mucho, habla con otro, me señala. Me acerco, le cuento que vengo de España. Me pide perdón, creía que yo era policía secreta: “Tenemos mucho miedo, mucha paranoia, están deteniendo a mucha gente por las fotos en las redes sociales”.

Cuando vuelve a embestir la policía, la chica me lleva a su casa. Me dice: “yo antes siempre iba con las uñas pintadas, y mira ahora”. Me enseña sus uñas sucias, de arrancar piedras para las barricadas. “Pero ya basta, 10 años de Erdogan son suficientes, ya no podemos más. Dicen que nosotros no somos musulmanes, que entramos bebiendo en las mezquitas, incluso que han encontrado restos de una bomba atómica en el campamento. Es ridículo, tú los viste, si eso parecía la comunidad de los pitufos. Cuándo empezó a tocar el pianista, rodeado de policías: ese fue el mejor momento de mi vida. Pero no les gusta que seamos felices. La noche del desalojo, cuándo se dispersó la nube de gas, el pianista quiso tocar otra vez, pero vino la policía y le quitó el piano. Lo peor es que muchos creen todo lo que dice el gobierno, incluso lo de la bomba, son gente muy cerrada. Hoy había muchos por el centro con palos y navajas buscando pelea”.

Lunes 17: Aparecen los hombres quietos

Resonancias entre Taksim y la “revolución pacífica española”, surgen los “Standing Man”.

La huelga general es ilegal en Turquía. Aún así, los sindicatos han convocado una por el desalojo de #OccupyGezi. La manifestación en Istiklal termina cerca de Taksim con muy pocas personas. Los líderes sindicales ya han leído su manifiesto, ya no se les ve. Taksim sigue tomada por la policía, los más jóvenes se sientan en primera línea, un señor mayor les arenga: “Estoy muy orgulloso de los jóvenes”.

Parece que, por hoy, todo ha terminado. Un operario de limpieza termina de limpiar uno de los muros donde había pintadas contra Erdogan. #OccupyGezi queda invisibilizado.

Al llegar a casa, un chico norteamericano me enseña en su móvil: ¡hay una asamblea en Besiktas! Corremos hacia allá. Hay unas doscientas personas moviendo las manos, alrededor de uno que habla con un megáfono. Le están aplaudiendo, con el lenguaje de los sordomudos, con el que se utilizaba también en Sol. Es la primera vez que lo veo aquí. Una chica turca se ofrece para traducirnos. Nos dice que estudia ciencias políticas en la universidad y que ha estudiado allí “la revolución pacifíca española”.

Nos cuenta que estos días han detenido a muchos hinchas del Besiktas que estaban en primera línea de barricada. De forma espontánea, muchos se han ido juntando aquí, buscando a otros, intentando contrarrestar su miedo. Y entonces han empezado a hablar sobre qué hacer a partir de ahora. Otros muchos se han enterado después por teléfono, whastupp, redes sociales, y se han ido acercando de todos los barrios, no solo hinchas. Y había tantos que han propuesto hacer una asamblea. Un chico turco había visto vídeos de las protestas en España y ha propuesto hacer sus gestos. Ahora están encantados con su juguete nuevo, parecen muy felices de estar otra vez juntos y aplauden a rabiar levantando las manos.

“Los turcos no estamos acostumbrados a escucharnos, siempre nos estamos interrumpiendo, siempre peleando; esto es como un milagro”, nos dice entusiasmada otra chica turca. La gente comparte sus emociones respecto a lo vivido en el parque Gezi, se propone seguir con acciones pacíficas o que hay que defenderse de otras formas, algunos proponen boicotear las multinacionales, y que hay que crear grupos de facebook, medios sociales, y pensar cómo llegar a los votantes tradicionales de Erdogan para que le quiten su apoyo, y hay algo que se repite como un mantra: “Lo más importante no es el parque, sino permanecer juntos; están intentando separarnos”.

Deciden volver a juntarse aquí todos los días, a partir de las 21h.

Nuestra traductora interviene en la asamblea para hablar de un hombre que se ha plantado delante de la bandera turca del edificio Atatürk y lleva horas allí, quieto, sin hacer nada. Le buscamos en la plaza. Preguntamos a un chico:

- ¿Has visto al “Standing Man”

- Yo soy el “Standing Man”.

No se parece al que hemos visto en las fotos de Twitter.

- Al primero le ha arrestado la policía, pero ahora somos muchos “Standing Man”.

Unas siete personas quietas miran la bandera turca en Taksim.

Martes 18: Viejo y nuevo cerebro político

Otros parques, otros cuerpos, otras plazas: el espíritu de Gezi se extiende.

Han surgido “Standing Man” por todo el país. A las 20h, una cacerolada resuena en todo el barrio donde estamos. Hoy hay asambleas en, al menos, tres parques.

Al pasar por una plaza, veo que han hecho un círculo con velas y que hay un montón de zapatos. Me explican que las velas son por los muertos de #OccupyGezi y que los zapatos suelen simbolizar también eso, pero que hoy los dejan ahí como invitación a que la gente haga lo mismo y entre descalzo dentro del círculo a pasar allí la noche, como si estuviera en su casa. Hay también leche, bollos y galletas.

En la asamblea del parque, el número de personas se ha multiplicado desde ayer. Hay una cola de 30 personas esperando su turno para hablar, detrás del megáfono. Insisten mucho en la idea de organizarse. Una chica me dice que su madre no entiende qué están haciendo aquí, pero que si no lo entiende es porque piensa con su viejo cerebro político y ahora está surgiendo un cerebro político nuevo.

“Todos somos Brasil, todos somos Taksim” dice uno en la asamblea y el silencio de los aplausos mudos es estremecedor. Otro con la camiseta del Besiktas dice: “aquí no somos del Besiktas o del Galatasaray, no somos kurdos ni turcos, aquí todos somos personas”. Otra: “Ahora hay muchos que han sufrido la represión en pleno centro de Estambul, la misma que muchos pueblos del interior de Turquía, tambien alevíes y kurdos, llevan sufriendo durante años. Ahora ya todos saben por experiencia propia lo que es eso”.

Le pregunto a mi traductora si ella tiene miedo.

- No. Siento que nos protegemos los unos a los otros.

Me dice que hoy siente aquí el espíritu de Gezi. Y que está brotando también en otros parques, en otros cuerpos, en otras plazas.

Miércoles 19: Decirlo todo sin hacer nada

Hombres quietos en todo el país, democracia en los parques de Estambul.

A las 20h hay convocatoria de permanecer quietos en todo el país. Voy a Taksim y veo a decenas de personas plantadas allí. Frente al tráfico y el ruido de los alrededores, ellos forman un círculo de silencio estremecedor. Algunos están allí veinte minutos, otros, horas. Se van sustituyendo. Siempre hay alguien que está quieto. Una chica con una tarjeta de çapulcu al cuello limpia las colillas de la plaza. Yo casi diría que han vuelto a tomarla de nuevo.

En la asamblea de Kadikoy, en el barrio asiático, hay unas 2.000 personas. Hoy han puesto hasta un escenario. Esta noche, se celebran 35 asambleas en distintos parques de Estambul. “Es una explosión democrática”, me dice un joven.

Jueves 20: Continuará

Erdogan piensa que todo ha terminado, los periodistas extranjeros se retiran, pero todo empieza ahora.

En Taksim hay más gente quieta que nunca. Antes, han venido cinco personas y se han quedado quietas en frente de ellos con el fin de apoyar al Gobierno. Parece que también quieren polarizar el silencio. Hoy muchos se han traído un libro, y un señor mayor incluso ha puesto una especie de alfombra y descansa allí, en Taksim, en su casa. Otros han dejado de mirar las banderas y ahora están quietos frente al parque Gezi, frente a la policía que lo protege, diciéndolo todo sin hacer nada.

El parque de Besiktas está a rebosar. Han puesto incluso una carpa con una “exposición de la resistencia” con fotos de estos días, donde algunos juegan al ajedrez.

Una de las diferencias de los nuevos parques con Gezi es que allí se veían algunas banderas de organizaciones y partidos políticos, y aquí no. Me cuentan que han decidido que no haya, y que lo respetan porque saben que no serían bien recibidas. Sí hay personas que están en partidos, pero vienen como personas, no como miembros de ningún colectivo, me dicen.

Una mujer me cuenta que pronto habrá una marcha en Estambul por la diversidad sexual. “Los travestis siempre han estado muy mal vistos, pero han sido los que han liderado la resistencia, junto a los hinchas de fútbol. Fueron los que abrieron sus puertas para salvar a la gente y los que rescataron a cientos de perros y gatos que, si no, hubieran muerto por el gas.”

En la asamblea piensan cuál va a ser su próximo paso. Algunos tienen la mirada puesta en las siguientes elecciones: en crear un partido político nuevo o en apoyar estrátegicamente a uno que ya exista, usarlos como ellos les han usado tantas veces. Otros creen que el camino es más a largo plazo, que hay que seguir creando comunidad: “no podemos ni imaginar cuántos proyectos saldrán de aquí”.

Para Erdogan, el domingo ya había terminado todo. A lo largo de la semana, el pianista de Taksim consiguió recuperar su instrumento y dejó el país. Muchos corresponsales ya no están en Turquía. Pero #OccupyGezi, la revolución de los çapulcu, no ha hecho más que empezar.

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Interferencia (Wikipedia): “fenómeno en el que dos o más ondas se superponen para formar una onda resultante de mayor o menor amplitud”.

Interferencias es un blog de Amador Fernández-Savater y Stéphane M. Grueso (@fanetin), donde también participan Felipe G. Gil, Silvia Nanclares, Guillermo Zapata y Mayo Fuster. Palabras e imágenes para contarnos de otra manera, porque somos lo que nos contamos que somos.

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