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El Bild y la gota china

Campaña del Bild contra Grecia con fotos enviadas por los lectores.

J.M. Costa

El pasado 27 de febrero, Bild, el diario sensacionalista alemán y el de mayor tirada del país, editaba una portada donde se leía un gran NEIN! Se trataba de que el Bundestag, los representantes políticos del país, votaran NO a los compromisos entre Grecia y UE que dan a los griegos una especie de tregua de cuatro meses. Sin embargo, ese mismo día la votación en el Parlamento alemán arrojó una mayoría aplastante en favor del aplazamiento con 542 votos a favor y 32 en contra.

Esto plantea una cuestión curiosa: cuál es la influencia real de los medios sensacionalistas en Alemania. El Bild, con sus algo más de dos millones de ejemplares diarios, es solo uno de entre los muchos que se publican en el país. ¿Y con esa enorme difusión (eso sí, cayendo de forma continua desde los más de cuatro millones en 1998), esa es su influencia?

En realidad, es todo más complejo. Los dos únicos países europeos de cierto porte con prensa sensacionalista significativa son el Reino Unido y Alemania. En casi todo el Sur de Europa ese papel le ha correspondido tradicionalmente a los diarios deportivos, que no tienen significación alguna en los países de la prensa tabloide y la prensa de bulevar. Francia es un lugar especial donde una determinada prensa satírica, como sobre todo Le Canard Enchainé ha tenido gran influencia y según qué diarios utilizan de cuando en cuando técnicas sensacionalistas.

Mientras parece que ni los políticos ni la opinión pública se ven muy afectados por lo que pueda decir puntualmente el Bild, en el Reino Unido gobiernos de todo tipo han temblado ante ese tipo de prensa. Y han buscado su cercanía. Es revelador que el muy poderoso Alastair Campbell, jefe de comunicación de Blair, saliera del Daily Mirror (amarillismo laborista). Para dar idea de su tono, uno de los mayores logros periodísticos de Campbell fue descubrir que el premier John Major se ponía los calzoncillos por encima de la camisa. Una revelación demoledora. Cuando el Bild afirmó que Gerhard Schroeder se teñía, el canciller se echó unas risas.

Si la efectividad a corto plazo, por ejemplo electoral, es mayor en los tabloides británicos, la de un diario como Bild se produce a largo del tiempo. Esto tiene que ver en primer lugar con el público al que se dirigen. Mientras Mirror, Mail, Sun o News of the World (cerrado en el 2011 tras casi 160 años de historia por un escándalo de escuchas telefónicas) se dirigen tendencialmente al muy extenso lumpen inglés y dado que este casi no existe en Alemania, los diarios sensacionalistas alemanes, de los que el Bild es solo el gigante, tienen un tono más popular, incluso forzadamente folkie. De hecho su recepción es también algo folklórica. Habitualmente se los toma uno medio en serio.

Hay que apuntar cómo, en aquello que no sea política, es decir, cotilleo, crimen, escándalo sexual, fútbol, chicas semidesnudas y demás, el Bild o el Sun se comportan de forma muy semejante.

La fuerza de Bild viene de su unión, empresarial y de principios con el resto del grupo Springer. Axel Springer, el fundador, formuló en 1967 cinco puntos que todo trabajador en el grupo debía respetar. Puntos que tienen que ver con la integración de Alemania en Europa, la reconciliación entre judíos y alemanes, apoyo a la OTAN y Estados Unidos, rechazo del totalitarismo y defensa de la economía social de mercado. Esto regía y rige todavía tanto para el Bild como para Die Welt, el diario serio del grupo, y el resto de medios de Springer, incluida la TV Set 1.

Canalla izquierdista, gamberros, populacho...

Esta fidelidad a los principios –esta coherencia ideológica a lo largo del tiempo– explica la forma de operar de Bild/Springer. Hay campañas altisonantes y puntuales, pero su fuerte es machacar. Cuando la prensa de Springer cargó contra los estudiantes sesentayocheros de Berlín, lo hizo usando una contundencia brutal e insultos como canalla izquierdista, gamberros, populacho, neuróticos, gritones, parlanchines… A toda página y día tras día, hasta tal punto de que intelectuales alemanes capitaneados por figuras tan distantes como Theodor W. Adorno o Heinrich Böll (quien luego escribiría El honor perdido de Kataharina Blum, 1974, contra la prensa sensacionalista) protestaron contra semejante linchamiento mediático.

La prensa de Springer con el Bild a la cabeza, genera más bien estados de opinión a medio o incluso largo plazo. Generalmente desde un punto de vista muy conservador, pero pasando de lo insultante (no tanto como la prensa británica) a lo constructivo, dependiendo del momento. Bild estuvo por la reunificación, algo coherente con su línea, pero también ha sido extremadamente crítico con el movimiento xenófobo Pegida, a cuyo líder anuló al pillarlo disfrazado de Hitler.

Ahora, claro, le ha tocado el turno al Sur de Europa, a quien se viene presentando desde hace ya bastantes años como un lugar donde la gente engaña y no trabaja. Argumentos no le faltan, aunque sean de lo más torticero y confundan las superestructuras gubernamentales, financieras, sindicales y empresariales con las aspiraciones de los pueblos.

España es un ejemplo de libro. Los emigrantes españoles de los 60 dejaron una gran impresión de buenos trabajadores y esa idea se ha mantenido decenios. Hoy día, tras algo más de un lustro de descalificaciones o comentarios nada bienintencionados, la imagen es que los españoles nos pasamos el día de siesta en fiesta a cargo del contribuyente centroeuropeo. Esa es la fuerza de un conglomerado de medios como el capitaneado por el Bild. Penetrar en las conciencias. Asustaba en el 68 y asusta ahora.

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