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Todos se han cansado de la pasividad de Tony Blair en Jerusalén

Blair, en la Conferencia de Desarrollo Económico de Egipto.

Ana Garralda

Jerusalén —

Tony Blair se hace un selfie sonriente. De fondo se ven explosiones, guerra, muerte, destrucción. Impasible, Blair se hace la foto. Así era retratado el británico hace un par de meses en el cartel de la exposición itinerante de fotografía Y los árboles fueron a la búsqueda de un rey (título extraído de un fragmento de la parábola de Yotam, reflejada en el Antiguo Testamento), sita en el Museo de la Zona de Nadie, en la frontera entre Jerusalen este y oeste. Las instantáneas de la muestra retratan a los principales líderes mundiales de un siglo, el XXI, marcado por una crisis global de liderazgo y testigo de dramáticos acontecimientos como los atentados del 11 de septiembre o las invasiones de Afganistán (2001) e Irak (2003).

Blair estuvo directamente vinculado con el último de estos sucesos y la sombra de aquella decisión aún le acompaña. Hace unos días el diario británico The Telegraph recogía las palabras del que fue durante años su viceprimer ministro, John Prescott, que responsabilizó a su superior –por su apoyo entusiasta de la invasión de Irak– de la creciente huida de jóvenes musulmanes británicos a Siria o Irak para engrosar las filas de grupos yihadistas como el autoproclamado Estado Islámico (ISIS): “Yo os digo cómo se radicalizan, (…) cada vez que ven en la televisión cómo sus hijos mueren o son asesinados, o misiles lanzados contra toda su gente. Así es como se radicalizan”, explicaba Prescott.

Quizá por eso, a los responsables del museo jerosolimitano no les pareció tan mal publicar el montaje de la foto de Blair para su exposición de líderes mundiales, aunque días después desapareciera su estampa –dejando únicamente la imagen de las deflagraciones– tras la probable denuncia de alguno de los empleados de la oficina del Cuarteto (directorio formado por EEUU, la UE, la ONU y Rusia que desde 2002 intenta fomentar el proceso de paz en Oriente Próximo), en Jerusalen oriental y a corta distancia del museo.

Sea como fuere, esa instantánea bien podría reflejar el sentir del creciente número de detractores del británico por su labor como representante del Cuarteto para la paz en Oriente Medio (cargo en el que lleva casi ocho años). Todo parece indicar que ese mandato está cerca de tocar a su fin. Según el Financial Times, ni EEUU ni la UE creen que sirva de mucho mantenerlo a causa de la falta de utilidad de su labor y sus malas relaciones con los palestinos. “No tiene credibilidad en esta zona del mundo”, decía al FT una fuente diplomática.

Con motivo del séptimo aniversario como representante del Cuarteto en el verano de 2014, tres antiguos embajadores británicos en países de la región, así como diputados en la Cámara de los Comunes o intelectuales, rubricaron una carta –dirigida al secretario de Estado norteamericano, John Kerry, a su homólogo ruso, Sergei Lavrov, al secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon y la entonces jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton–, en la que reclamaban que Blair abandonara el cargo tras su intento de desvincular la actual crisis en Irak del legado dejado por la invasión del país que él mismo promovió en 2003.

“Es una cruel ironía para el pueblo de Irak que el legado más duradero haya sido el aumento del fundamentalismo en una tierra donde antes no existía”, rezaba la misiva que fue impulsada por el diputado George Galloway. De forma paralela, lanzó una campaña de crowfunding para producir el documental El asesinato de Tony Blair, donde de forma figurada quiere “matar (políticamente) a Blair”, por mentir al pueblo británico y por la muerte de medio millón de personas en los ocho años de guerra de Irak.

Respecto a su papel como representante del cuarteto, los exembajadores piden el cese de Blair por lo “desdeñable” de sus logros (aún dentro de lo limitado de su mandato de promoción del desarrollo de la economía palestina) y a sus constantes intentos por contentar a los israelíes.

“Si Blair no continúa, desde luego los palestinos no van a echarle de menos”, explica Abu Eid, portavoz de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). “Su papel aquí es totalmente irrelevante”. Por su parte, portavoces israelíes contactados por este diario prefieron abstenerse de hacer ninguna declaración acerca de la probable marcha de la oficina de Jerusalén del actual representante del Cuarteto.

“En siete años aún hay 500 chekpoints y controles de carretera en Cisjordania (...). Israel sigue construyendo asentamientos ilegales según el Derecho internacional”, continúa la carta. Y eso por no hablar de Gaza. Los firmantes mencionan que en 2009, tras la operación Plomo Fundido, el 80% de la población dependía para su supervivencia de la ayuda extranjera. Hoy es mucho peor, porque tras la firma del documento se produjo la guerra más letal para la Franja, que dejó no solo casi el doble de muertos, sino un grado de destrucción nunca visto hasta entonces. Según los últimos datos de la ONG Oxfam, podrían tardarse hasta 100 años en recontruir Gaza al ritmo actual de entrada de materiales de construcción. Hoy apenas entra alrededor del 5% de lo necesario.

Al final Blair sí visitó Gaza, por primera vez, seis meses después del término de la guerra. El pasado mes de febrero el diplomático británico decía, tras entrevistarse con familias y pequeños empresarios que lo han perdido todo: “20 años después de los acuerdos de Oslo, necesitamos una nueva aproximación a la Franja, una nueva aproximación para la paz”, dijo.

Cambio de posición en el Cuarteto

El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, comunicó el fin de semana pasado a Tony Blair –durante un encuentro en la Conferencia de Desarrollo Económico de Egipto, en el balneario de Sharm el-Sheij–, que la Administración Obama desea renovar el mandato del Cuarteto, aunque de momento no tiene la intención de echarle. “Nuestra posición es clara. Tony Blair ha sido un socio valioso en el intento de traer la paz a Oriente Próximo y continuaremos valorando su aportación y apoyo”, comentó un alto cargo de la Administración norteamericana.

Según The Guardian y Financial Times, y contrastadas por eldiario.es con la oficina de Blair en Jerusalén, el diplomático se va, pero seguirá “haciendo lo que pueda para ayudar al proceso de paz”, dijo a este diario una fuente de su oficina que prefiere no ser citada. “Las conversaciones continúan, pero es probable que su papel mejore con un foco más regional y que continúe con el trabajo en la economía palestina”, añade.

Aunque desde la oficina del Representante del Cuarteto no se quiere desvelar cuál podría ser el trato al que llegó Blair con Kerry, todo apunta a un reposicionamiento tanto geográfico como de competencias. Blair podría dejar Jerusalén para reubicarse en alguna de las petromonarquías del Golfo Pérsico –Abu Dhabi, Dubai o Doha– para intentar ayudar a formar una coalición de los llamados (por EEUU y la UE) “países árabes moderados” para combatir al extremismo yihadista que representan grupos como ISIS, el Frente Al Nusra y Al Qaeda, y por otro servir de freno al llamado “eje chiíta” formado por Irán, Irak, la Siria controlada por Asad y Hizbolá en Líbano. Una especie de reedición de la estrategia de la doble contención (double containment) practicada por Occidente contra Irán e Irak en la década de los 90.

El cambio de posición de Blair –al que los palestinos conciben como mucho más afín a las posiciones israelíes– podría estar vinculado al reciente nombramiento de Robert Malley como nuevo enviado especial de EEUU para el proceso de paz, después del cese de su predecesor, Martin Indik, quien a su vez sucedió al senador George Mitchell. A la Administración Obama apenas le queda un año y medio de su segundo mandato y necesita conseguir algún objetivo tangible en Oriente Próximo, para lo cual resultaba imprescindible desplazar a Blair, que durante sus siete años y medio de gestión si algo le ha caracterizado ha sido el inmovilismo.

Un nuevo representante de la UE

La que también parece interesada en desplazar sutilmente a Blair para que deje de ralentizar las negociaciones entre israelíes y palestinos es la nueva alta representante para Asuntos Exteriores de la UE, Federica Mogherini. Cuando presentó sus prioridades para sus cinco años de mandato la antigua jefa de la diplomacia italiana dijo que la primera sería la creación de un Estado palestino, entendido como la piedra angular de un nuevo régimen de seguridad y prosperidad en Oriente Próximo.

Con este fin, Mogherini acaba de nombrar como nuevo representante especial para el proceso de paz al diplomático italiano Fernando Gentilini. La idea sería que dada la aparente intención de Blair por seguir involucrado en la región y los importantes apoyos con los que cuenta entre los bastidores de la política internacional –comenzando por el propio Gobierno israelí y los de algunos países de la zona como Egipto y Arabia Saudí, pero también los neocon en EEUU–, el británico no se iría, pero al menos pasaría a segunda línea y dejaría de estorbar.

Dada la alta probabilidad de que el próximo inquilino de la Casa Blanca sea republicano y se olvide inmediatamente del objetivo de creación de un Estado palestino, la cuenta atrás ha comenzado. A los nombramientos de Gentilini en la UE, de Malley en EEUU y del búlgaro Nikolai Mladenov como representante de la ONU en Jerusalén, el Cuarteto necesita ahora designar a una nueva figura que sea del agrado de ambas partes y que aunque no tenga el mismo capital político que tenía Blair al menos se dedique a trabajar por la paz y a dejar que lo hagan los demás.

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