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“No es que Obama no pudiera regular Wall Street, es que ni siquiera lo intentó”

Robert Kuttner.

Francisco de Zárate

La desigualdad provoca resentimiento y el resentimiento despierta instintos fascistas en el votante empobrecido. Como todas las verdades admitidas sin discusión, esa también se resquebraja con la primera consulta al archivo. Es cierto que la pobreza de Alemania tras la Primera Guerra Mundial precedió al ascenso de Adolf Hitler. Pero también lo es que Estados Unidos reaccionó al gigantesco estallido bursátil de 1929 eligiendo a Franklin Delano Roosevelt tres años después.

Mientras Hitler llevaba su país hacia la guerra, el responsable del New Deal avanzaba como pocos presidentes estadounidenses en redistribuir la riqueza, generar empleo y blindar al sistema frente a posibles crisis financieras.

Robert Kuttner, cofundador de la revista The American Prospect y profesor de Política Social en la universidad de Brandeis, cree que Estados Unidos está listo para un nuevo Roosevelt. Basa su optimismo en el avance que el Partido Demócrata ha registrado en las seis últimas elecciones especiales (las que se celebran con la renuncia o muerte de los miembros del Congreso), en la derrota que todas las encuestas pronostican para los republicanos en las legislativas de noviembre, y en que “dentro del Partido Demócrata toda la energía está ahora en los candidatos progresistas y no en los de Wall Street”.

eldiario.es entrevista a Kuttner por la publicación en abril de su último libro Can Democracy Survive Global Capitalism? (¿Puede la democracia sobrevivir al capitalismo global?), en el que retoma la figura del expresidente demócrata para comparar los vaivenes políticos y económicos que sufre hoy el mundo con los más de treinta años de bienestar y estabilidad que generaron las políticas de Roosevelt y el orden monetario internacional acordado en 1944 en Bretton Woods.

Para Kuttner, un nuevo Roosevelt es más posible en Estados Unidos que en Europa, donde la “política está muy fragmentada, la izquierda es muy débil y los partidos proausteridad representan la opción política mayoritaria debido a la influencia de Alemania y de los países del norte de Europa”. “Quieren que los países del sur paguen un precio, lo cual es una idea completamente perversa desde el punto de vista económico. Es una estupidez pensar que la austeridad puede provocar el crecimiento porque devuelve la confianza a los inversores”.

¿Por qué en Washington sí es posible un giro a la izquierda? Estados Unidos también ha desarrollado mecanismos específicos para dificultar la elección de candidatos progresistas, como la barra libre en la financiación de campañas o la influencia de Wall Street dentro de los propios partidos.

Sí, pero la buena noticia es que dos de los demócratas hoy por hoy más populares son completamente antiWall Street: Elizabeth Warren [senadora por Massachusetts] y Bernie Sanders [senador por Vermont]. Ellos han construido su carrera a base de oponerse a Wall Street. Pero también es cierto que existen los 'demócratas de Wall Street' y que en 2020 serán especialmente peligrosos. Van a preferir que gane un republicano antes que un candidato como Sanders o como Warren. Vamos a ver una lucha ideológica enorme, no solo entre los partidos sino dentro del Partido Demócrata. Sus últimos tres o cuatro presidentes y candidatos, Hillary Clinton, Bill Clinton, Barack Obama y Jimmy Carter han sido del ala de Wall Street. Necesitamos un demócrata de Roosevelt.

¿No es mayor el poder que tienen hoy los medios afines al establishment para tumbar a candidatos que, como Roosevelt, regulen eficazmente a Wall Street?

No hay que olvidar que en los años treinta prácticamente toda la prensa era antiRoosevelt. Los dueños de los periódicos eran republicanos de derecha. Roosevelt no tenía a los medios con él pero sí tenía a la gente. Pero permítame dividir la pregunta, que tiene una parte técnica y otra política. ¿Es posible regular las finanzas? La respuesta técnica es sí. Con la regulación se podría terminar con todos los productos, actividades y conflictos de intereses que se han popularizado en los últimos años.

Políticamente también es posible, siempre y cuando un demócrata progresista como Sanders o como Sherrod Brown [senador por Ohio] sea elegido. En 1937, Roosevelt pronunció el discurso de inauguración de su segunda presidencia dirigiéndose a los bancos. “Nunca en toda nuestra historia han estado estas fuerzas tan unidas contra un candidato como hoy. Son unánimes en su odio por mí, y yo doy la bienvenida a su odio”, les dijo. En eso mismo creen Elizabeth Warren y Bernie Sanders. Esta gente es inmune a la influencia política de Wall Street. Sólo tienen que conseguir que los elijan.

Barack Obama consiguió que lo eligieran pero la ley Dodd-Frank aprobada durante su mandato no terminó con los productos financieros tóxicos.

Es una buena pregunta. Obama fue elegido después de una sola legislatura como senador y sin ninguna experiencia en economía. Cuando se convierte en el candidato de los demócratas sorprende a todo el mundo y se sorprende a sí mismo. En ese momento, el establishment y los donantes de Wall Street le dicen 'está bien, vas a ser el candidato, pero ahora tienes que fichar consejeros serios'.

Esos consejeros serios terminaron siendo las mismas personas de Goldman & Sachs, Cititroup y la Reserva Federal de Nueva York que asesoraron a Bill Clinton. Obama no era ningún radical. Lo parecía por ser afroamericano pero era un progresista moderado dentro de los demócratas, en nada diferente a Bill Clinton. Una vez que armó ese equipo no había forma de que hiciera lo que había que hacer para regular Wall Street. La ley Dodd-Frank de hecho mejoró con su paso por el Congreso, algo que no ocurre a menudo. Lo normal es que la Casa Blanca redacte una buena ley y luego se vaya aguando para conseguir la aprobación del Congreso pero con esta fue al revés.

Obama no era un gran progresista. No hay más que mirar su ley de atención sanitaria tan atacada ahora por los republicanos. Ni siquiera era un seguro nacional de salud sino empresas privadas subsidiadas por el Gobierno. No reformó el sistema. No es que Obama no pudiera regular Wall Street, es que ni siquiera lo intentó.

Sin embargo puso a Janet Yellen al frente de la Reserva Federal, una conocida progresista...

Sí, pero eso lo hizo sólo por la presión de Elizabeth Warren, que hizo del nombramiento de Yellen su cruzada personal entre los demócratas del Senado. Quería evitar a toda costa que el cargo fuera para Larry Summers, el candidato de Obama. Eso también da una idea de lo buena que es Warren.

Más allá de las finanzas, hay aspectos de la economía en los que no se puede replicar el funcionamiento de los años de la postguerra sin producir pérdidas enormes, como retroceder con el libre movimiento de bienes o de capitales. ¿Cómo se podría hacer?

Se podría lanzar un programa de inversión pública en infraestructuras verdaderamente grande, del orden del 3% o el 4% del PIB. Eso repetiría algunos de los beneficios que tuvo la inversión durante la guerra, generaría la creación de empleos, modernizaría los servicios básicos y demostraría que el Gobierno es capaz de hacer bien las cosas, de ayudar a la gente.

En cuanto a los controles de capitales, es cierto, no vamos a volver a los que hubo entonces pero podríamos imponer la tasa Tobin [un impuesto a las transacciones financieras] y desarrollar otras estrategias que reduzcan la tendencia especulativa del capital internacional. Y en lo referido al comercio de bienes, podríamos exigir unos estándares sociales. Pero tan importante como lo que podemos hacer es lo que no deberíamos seguir haciendo. Podríamos salir del tipo de acuerdos comerciales que ha habido desde la Ronda de Uruguay y la Organización Mundial del Comercio (OMC), que en verdad son acuerdos de desregulación disfrazados como acuerdos comerciales. Así que sí, hay margen para reformar nuestro sistema de comercio mundial sin acudir al proteccionismo.

El economista Dani Rodrik siempre dice que es difícil incluir estándares sociales en los acuerdos comerciales por el riesgo de que alguien los invoque injustificadamente para proteger su mercado.

Es el único punto en el que estoy en desacuerdo con Dani, que es uno de los mejores economistas que tenemos en Estados Unidos. Sólo habría que permitir que la OMC certifique qué países cumplen con los estándares laborales mínimos. La Unión Europea de alguna manera ya lo está haciendo, cuando decide qué bienes tienen preferencia en función de los estándares laborales. Por supuesto que alguien podría abusar de eso pero es que se puede abusar de cualquier cosa. Y los criterios no tienen por qué ser difusos: ¿están permitidos los sindicatos o no? ¿Hay un sueldo mínimo? ¿Está prohibido el trabajo infantil?

El problema con la Organización Internacional del Trabajo (ILO, por sus siglas en inglés) es que es completamente voluntaria. Todos firman sus convenciones pero a nadie se le exige cumplirlas. Pero en algunos casos se han usado certificados de la ILO que podrían emplearse también para un estándar laboral mundial.

¿Qué piensa sobre la renta básica universal como una nueva herramienta económica de redistribución que en el mundo de Roosevelt no existía?

Puede ayudar pero no sustituye al pleno empleo. En todas las generaciones hay miedo por la automatización. En 1940, Estados Unidos tuvo un 14% de desempleo. Muchos economistas lo achacaron a la tecnología y dijeron que tendríamos que acostumbrarnos a eso. Pero luego llegó la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno gastó cantidades ingentes de dinero, y el desempleo desapareció. En mi opinión, el desempleo es casi siempre un problema macroeconómico. Siempre va a haber nuevas tecnologías sacando a la gente de sus trabajos y siempre va a haber nuevos trabajos siendo creados. Yo no creo que hayamos llegado a ese punto de la historia en el que las máquinas vayan a sustituir al trabajo. Me parece que eso es un error.

Pero las máquinas de esta revolución tecnológica, capaces de sustituirnos en las labores intelectuales, van más lejos que las anteriores, limitadas a aliviar el esfuerzo físico.

En 1974, el premio Nobel de Economía Wassily Leontief dijo que en algún momento la economía sería tan productiva que sólo quedaría un ser humano trabajando y que su trabajo sería apretar el interruptor. La única pregunta económica entonces sería saber quién se quedaba con toda esa riqueza y qué hacía el resto para vivir. Yo creo que el asunto de cómo se crea el trabajo es una pregunta eterna. Hay una cantidad enorme de trabajo que necesita hacerse, en servicios humanos, en la reconstrucción de infraestructuras... Sí, es cierto que ya no necesitamos a tantos trabajadores para fundir metales pero eso mismo pasó con la agricultura. Hace un par de siglos la mayoría de las personas trabajaba en el campo. Cuando la agricultura se mecanizó se encontraron otras cosas para hacer. Creo que eso de la desaparición del trabajo es uno de esos mitos convenientes y creo que es una mentira.

Otra característica de los años que siguieron a la Segunda Guerra es la fortaleza de los movimientos sindicales. ¿Por qué han perdido protagonismo?

En Estados Unidos las reglas del sistema se han debilitado hasta tal punto que cualquier empresa que quiere destruir a su sindicato lo hace impunemente. Pero las encuestas de opinión pública hablan de un 60% y un 70% de estadounidenses a favor de los sindicatos. Una Administración demócrata progresista debería recuperar algunas de las garantías que permitieron a los trabajadores organizar sindicatos o unirse a ellos. Una vez más, el problema no tiene nada que ver con la tecnología, sino con los dueños del capital que tienen demasiado poder para escribir ellos mismos las reglas.

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