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El Kremlin teme una baja participación en las elecciones que concederán la reelección a Putin

Putin en la ceremonia por el 75º aniversario de la batalla de Stalingrado el 2 de febrero.

Agustín Fontenla

Moscú —

Cuando Oksana Pashyan buscó el menú sobre la mesa de una cafetería en el centro de Moscú, se encontró con un anuncio que le recordaba la importancia de participar en las elecciones presidenciales de este domingo.

No fue una casualidad. El Gobierno ruso realizó una intensa campaña para elevar la presencia en las urnas. Muchos ciudadanos encontraron el mismo anuncio en sus buzones y otros fueron abordados en los centros comerciales. En la última semana, se lanzó un mercado de productos regionales que estará a la entrada de los centros de votación en la capital rusa.

El objetivo es revertir la tendencia de los últimos años, que en los últimos comicios a la Duma (el Parlamento) marcó la participación más baja de la historia moderna de Rusia (47%). La razón puede hallarse en la falta de una oposición política real, y la certeza de que Vladímir Putin será reelegido una vez más. Cuando finalice su próximo mandato, habrá estado 24 años en el poder (veinte como presidente y cuatro como primer ministro).

En ese contexto, la única forma de legitimar un triunfo del mandatario ruso es mediante una afluencia masiva de votantes.

Oksana Pashyan no estaba muy convencida de participar en las elecciones pero finalmente decidió que votará por Ksenia Sobchak, la periodista e influencer que se lanzó al ruedo electoral a mediados de 2017, y se enfrentó a la sospecha de ser un satélite de Putin, a raíz de la amistad entre éste y el padre de ella, que fue alcalde de San Petersburgo, Anatoly Sobchak.

“Voy a votar por ella porque coincido con su programa político”, dice Pashyan, una joven profesora de lenguas extranjeras. “Además, dijo que los maestros y doctores deberían recibir salarios más altos”.

Según las encuestas oficiales (las únicas permitidas en el país), Sobchak recibirá menos de un 5% de los votos. Ella dice que aprovechó las elecciones porque son el único momento en que un opositor puede aparecer en los medios de comunicación estatales y “contar a los rusos lo que nunca les dicen”.

Vladímir Nikolaevich, ingeniero de la ciudad de Tula, en la provincia de Moscú, tiene claro que no irá a votar. “No veo un candidato con un programa que me represente”, dice. La gestión del presidente tampoco le convence: “La situación económica es peor que hace cuatro años, se redujo el número de órdenes para nuevas construcciones, al igual que se deterioró la situación de las pequeñas y medianas empresas”.

En 2017, la economía rusa creció un modesto 1,8% tras salir de la recesión de los últimos dos años. El precio del petróleo, del que depende sustancialmente el presupuesto estatal, también se recuperó, pero en la calle aún persiste la sensación de crisis.

“Mi voto no va a cambiar nada”

La Universidad Plejanov lleva el apellido de un revolucionario ruso, pero carga con el prejuicio de ser una institución para jóvenes de padres ricos. A unos metros de la salida, Antón Bukovskiy y Pedro Vasiliev, estudiantes de Marketing, dicen que no están seguros si votarán.

“Mi voto no va a cambiar nada, además hubo muchas falsificaciones en otros comicios”, dice Bukovskiy. “Pero si tuviera que votar, lo haría por Putin, porque es un exKGB y tiene experiencia en liderar el país”.

Vasiliev está disgustado con el estado de la economía porque “no existe una distribución equitativa de los gastos estatales. Por ejemplo, se gasta demasiado dinero en el Ejército”.

Una semana antes de la votación, Putin prometió ante la Asamblea Federal reducir la pobreza, pero dedicó gran parte del discurso a enseñar los últimos avances de la industria bélica rusa. Vasiliev está más preocupado por que la pensión que recibe por su padre fallecido es escasa, al igual que las ayudas a los estudiantes.

“No sé si voy a votar, pero en caso de hacerlo, será por Grudinin”, dice aunque admite que no ha leído el programa del candidato del Partido Comunista. “Putin ya estuvo demasiados años”.

Su razonamiento se asemeja mucho a una frase que se ha convertido en tendencia en las últimas semanas: “Yo nunca voté, pero esta vez voy a votar por Grudinin, el candidato del pueblo”. Su popularidad rápidamente comenzó a circular en las redes sociales. Los últimos sondeos lo colocan por detrás de Putin con un 11%.

Un candidato comunista que no ataca a Putin

Grudinin es un personaje difícil de clasificar. Es conocido por ser el millonario dueño de una antigua granja agrícola del Estado que transformó en un próspero negocio, donde aún se aplican políticas y ayudas de la era comunista. “Un socialismo con rostro humano”, en sus propias palabras.

En los años 2000, entró en política y llegó a ser diputado de la Duma por la provincia de Moscú en las filas del partido Rusia Unida, la formación que sirvió de plataforma a Putin hasta estas elecciones. En 2010 lo abandonó y se sumó a las filas del Partido Comunista. Su líder histórico y eterno aspirante a presidente, Guenadi Ziugánov, lo erigió como candidato en diciembre del año pasado.

Su discurso es claro y astuto. Cuando se refiere al gobierno, se cuida de atacar a Putin personalmente, pero puede ser implacable con sus principales figuras, a las que ha acusado de ser “cleptómanos”.

Al Kremlin le sirve la figura de Grudinin para atraer votantes a los comicios. Pero, quizás por su rápido ascenso en las últimas semanas se alegró cuando la prensa informó de que el candidato comunista contaba con diez cuentas bancarias con moneda extranjera en bancos de Suiza.

Borís (no da su verdadero nombre por razones de seguridad) es un joven oficial del Ejército que imparte clases de lengua extranjera a los cadetes. “Voy a votar, todos los oficiales debemos hacerlo”, afirma. Este domingo irá al centro de votación junto con otros colegas del Ejército. Dice que no está en las Fuerzas Armadas porque le guste la guerra, sino “porque se paga muy bien”.

“En las ciudades donde no hay industrias, la opción más popular es trabajar para el Ejército, la Policía, los servicios de emergencia”, dice. “Si no, hay que estar dispuesto a trasladarse a otros sitios donde hay empleo, pero muchos prefieren quedarse en su lugar. Para ellos no habrá oportunidades en Rusia”.

Reconoce que el Gobierno ruso no es perfecto, “existen problemas con la justicia, o para las personas que quieren emprender un negocio es muy difícil. Además, está el problema de la corrupción”.

Sin embargo, Putin no es el culpable, dice. “Hay muchos oligarcas, políticos y empresarios que solo piensan en sus intereses”.

La oposición que no estará en las urnas

Él es uno de los pocos jóvenes que está seguro de votar. Entre los adultos, y, sobre todo, pensionistas, la tendencia a votar crece. En el lado opuesto se encuentran los seguidores del activista anticorrupción, Alexéi Navalni. Este domingo responderán al llamamiento al boicot de su líder, al que prohibieron participar en los comicios a raíz de una sentencia judicial que él tacha de “política”.

El año pasado, Navalni encabezó las marchas opositoras más importantes de los últimos cinco años. Miles de jóvenes en grandes y pequeñas ciudades salieron a las calles para protestar por la falta de democracia y la corrupción extendida entre los políticos.

Así y todo, su candidatura, confinada al mundo de internet al ser ignorado por los medios estatales, no logró atraer una porción significativa de votantes. Antes de que el Comité Nacional Electoral lo inhabilitara, uno de los centros independientes de encuestas le otorgó menos del 10% de intención de voto.

Este domingo, no habrá que esperar a que cierren los colegios electorales. Putin será reelegido presidente de la Federación Rusa.

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