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Emergencia sanitaria, social y económica: las primeras medidas de Alberto Fernández como presidente de Argentina

El peronista Alberto Fernández, durante la ceremonia de su investidura como presidente de Argentina

Javier Borelli

Buenos Aires (Argentina) —
  • El nuevo gobierno se enfrenta a una difícil situación económica, con una deuda externa que representa el 90% del PIB y un 40% de la población por debajo de la línea de pobreza

La asunción de Alberto Fernández como presidente en Argentina significó el regreso del peronismo al poder. Un hecho que quedó en evidencia desde su investidura cargada de símbolos de rápida interpretación popular. Las primeras medidas anunciadas contienen la declaración de una emergencia económica, sanitaria y social: palabras que describen el escenario recibido y que encabezan leyes que otorgan más autonomía al poder ejecutivo para llevar adelante políticas urgentes. Iniciativas que serán acompañadas por una segura reestructuración de la deuda externa, que ya representa el 90% del PIB, como reconoció el nuevo ministro de Economía. La recategorización del área de Salud como Ministerio (rango que había perdido bajo el gobierno saliente) y la creación de un Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, completan un paquete de propuestas de un gobierno que busca mostrarse atento a las demandas sociales.

“Vamos a dar vuelta una página más de la historia. A partir de hoy empezaremos a construir un tiempo en el que lo más importante va a ser el que produce y trabaja. Y vamos a desterrar para siempre a los que especulan con la timba financiera”, aseguró la primera noche como presidente desde un escenario montado frente a la Casa Rosada y ante una Plaza de Mayo colmada de expectativas. El planteamiento buscaba distanciarse de los postulados del gobierno anterior y se dirigía a los enormes acreedores heredados de esa gestión. A ellos también les había hablado en su primer discurso en funciones desde el Parlamento: “No hay pagos de deuda que se puedan sostener si el país no crece. Para poder pagar hay que crecer primero”.

En el recinto legislativo Fernández también anticipó otras dos políticas de gran importancia pero menor impacto inmediato: la intervención de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) y una reforma judicial que se debatirá en 2020. Para el presidente son medidas íntimamente vinculadas y claves para garantizar su gobernabilidad.

“Nunca más a una justicia contaminada por servicios de inteligencia, por 'operadores judiciales', por procedimientos oscuros y por linchamientos mediáticos”, señaló ante la mirada de los jueces de la Corte Suprema. La oración aludía al concepto de lawfare, en boga en latinoamérica para hablar sobre el uso instrumental de los tribunales como método de persecución política. Lo escuchaba Rafael Correa, ex presidente de Ecuador, y Celso Amorim, ex canciller de Brasil durante el gobierno de Lula, recientemente excarcelado tras probarse que no había argumentos para tenerlo detenido. Pero también la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, su compañera de candidatura y ahora de gobierno como vicepresidenta, que en los últimos cuatro años vio cómo se multiplicaban las causas en su contra.

A pesar de sus fuertes definiciones, Fernández insistió en que su gobierno intentará evitar la confrontación. “Yo quiero ser el Presidente de la escucha, del diálogo y del acuerdo para construir el país de todos” destacó después de recibir el bastón presidencial de Mauricio Macri y de darse un abrazo con él. Señal que estuvo en las antípodas de la que envió la vicepresidenta, que al estrechar la mano del mandatario saliente realizó un evidente gesto de desagrado mirando a las cámaras.

Las fotos de uno y otro saludo escenificaron las diferencias entre los integrantes del binomio ejecutivo, así como también expusieron la clave del éxito de su candidatura. La suma de ambos logró unificar al heterogéneo peronismo, la principal fuerza electoral del país. De ese cuidadoso equilibrio dependerá el éxito de lo que tengan por delante, asegura Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría en diálogo con eldiario.es. “Por ahora solo hay puja por espacios de poder en el gobierno, pero no divisiones ni enfrentamientos”, puntualiza.

Un período de gracia para crecer

Más allá de los gestos, lo que más interesa es qué ocurrirá con la economía. Y en ese rol Fernández designó a Martín Guzmán, un economista de 37 años que hasta hace muy poco residía en Nueva York, donde realizó investigaciones de posdoctorado bajo la dirección de Joseph Stiglitz, el premio Nobel de Economía que lo calificó como “una mente brillante”.

En consonancia con los planteamientos de Fernández, Guzmán formó un equipo de trabajo opuesto al de sus antecesores bajo el período macrista. Si hasta hace poco había expertos en finanzas que habían trabajado en la bancos extranjeros o moviendo fondos en Wall Street, ahora hay profesionales de carrera en el Estado y otros de perfil académico graduados de Columbia o Georgetown, en Estados Unidos.

“Guzmán tiene un conjunto de desafíos de corto plazo que tienen que ver con estabilizar y reactivar la economía, al tiempo que debe renegociar la deuda para darle aire a todo lo que es el frente financiero y cambiario. Pero detrás de eso viene resolver la emergencia social en la que está hoy el país. Y tiene que ser todo una política integral en la que logres todo al mismo tiempo”, describe Victoria Giarrizzo, investigadora de la UBA y directora ejecutiva de la consultora Elypsis.

El combo es disuasorio para cualquiera. Argentina terminará 2019 con una inflación interanual del 55% y un 40% de la población por debajo de la línea de pobreza, el valor más alto desde la gran crisis de 2001. El desempleo ya supera los dos dígitos aún contando que el 35% de las personas con trabajo no cotizan ni tienen seguro social. En ese panorama, explica Giarrizzo, “la reestructuración de la deuda será clave. Hoy tiene muy pocos recursos y los que tiene los debe usar para reactivar la economía. Porque si no crece no va a poder pagar mañana. Así que Argentina necesitará un período de gracia bastante amplio sin pagar la deuda. Y se lo van a dar, pero en ese tiempo tendrá que poder crecer, generar dólares y prepararse”, señala.

El camino lo había detallado el propio Guzmán en un artículo que escribió en junio de este año, cuando era imposible imaginarlo a cargo de la economía argentina. Y mantenía la impronta de la propuesta que le planteó a Puerto Rico en 2016 para intentar evitar la quiebra. Aquella vez la isla asociada a EEUU no se animó a seguir su receta, pero ahora la iniciativa pareciera contar con el visto bueno del FMI, cuya cartera de créditos quedó muy condicionada con los 57 mil millones de dólares que le prestó al gobierno anterior.

Los dólares deberán llegar de las exportaciones, plantea Giarrizzo. Porque la reactivación por la vía del mercado interno está muy limitada. De todas maneras ese camino ya está en marcha. Daniel Arroyo, flamante ministro de Desarrollo Social, anunció líneas de subsidios al consumo y micro-créditos no bancarios para “promover la producción desde abajo” como parte de un plan más amplio contra el hambre.

“Vamos a ser mujeres”

“Cuatro años escuchamos decir que nosotros no volvíamos más, pero esta noche volvimos y vamos a ser mujeres”, arengó el presidente en el cierre de su jornada de investidura y ante una multitud en la Plaza de Mayo. El error fue rápidamente corregido por el mandatario que agregó “mejores”. Pero el equívoco significó el mejor augurio de lo que el movimiento feminista argentino venía reclamando. 

Fernández no solo creó el primer Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad (un área que también se incluyó en el organigrama de la Provincia de Buenos Aires), sino que destacó que en su gobierno estarán “en un primer plano” sus derechos. Gesto que cerró con una alusión simbólica: “Ni una Menos debe ser una bandera de toda la sociedad y de todos los poderes de la República”. 

La promesa rápidamente fue asumida por el ministro de Salud, Ginés González García, un funcionario que ocupa ese cargo por tercera vez en gobiernos peronistas. El jueves, dos días después de asumir, emitió un protocolo de abortos no punibles que establece claramente el procedimiento a seguir para garantizar el cumplimiento de las interrupciones voluntarias de embarazo contempladas en la ley argentina (riesgo de vida o salud y embarazo producto de violación). El hecho no hubiera adquirido tanta relevancia si hace menos de un mes Macri no hubiera revocado una resolución similar desencadenando la renuncia del entonces secretario de Salud. González García anunció esta medida a la prensa junto a tres mujeres con el pañuelo verde de la campaña de aborto legal seguro y gratuito.

La asunción de Alberto también fue recibida con expectativa por el movimiento de LGBT+ en Argentina ya que Estanislao, el hijo del presidente, asistió a la jura con un pañuelo con los colores de la bandera que identifica a la comunidad. Él también es conocido en las redes sociales como 'Dyhzy', nombre que utiliza como Drag Queen.

El enigma regional

La elección de Alberto y Cristina Fernández de Kirchner también puede ser leída como el primer regreso al poder en Latinoamérica de figuras relevantes de las fuerzas progresistas de la región que marcaron los primeros años del siglo XXI. De aquellas épocas eran la UNASUR, el ALBA y la CELAC, todos organismos regionales que se crearon para ejercer de contrapoder a las grandes potencias y que fueron desactivados a medida que los gobernantes de cada país perdieron con candidatos más alineados a los mercados. Por eso también la presencia de Correa y el vicepresidente de Venezuela, Jorge Rodríguez, despertaron la alerta de Estados Unidos que hizo saber su molestia retirando a uno de sus enviados a la investidura.

Bolsonaro también amagó con darle la espalda. Esto habría sido un gran problema estratégico para Fernández, que necesita que Brasil sea su principal socio comercial en esta etapa. Pero tras un momento de tensión esperable por el enfrentamiento ideológico de los presidentes de ambos países, primó la diplomacia y el gigante sudamericano terminó enviando al vicepresidente Hamilton Mourao. “Mourao jugó un rol importante para que Bolsonaro revisara la relación con China y podría hacerlo respecto a la Argentina”, remarca Fraga a eldiario. Claro que para saber eso habrá que esperar.

Por lo pronto Fernández se mostró firme al invitar también al excanciller de Lula, Celso Amorim, y al abrir las puertas del país para la llegada de Evo Morales, quien recientemente renunció a la presidencia de Bolivia forzado por un golpe de Estado. Morales, cuyo asilo había sido negado por el gobierno de Mauricio Macri, arribó a Buenos Aires el jueves pasado e inmediatamente fue aceptado como refugiado. En ese carácter se le pidió que no realice campaña política para evitar conflictos diplomáticos.

Alberto Fernández sabe que, si bien llega al poder con una gran legitimidad dada por el voto de casi la mitad de los argentinos, el crédito electoral puede disiparse rápidamente. Además, se encuentra geográficamente aislado y lejos de su principal aliado regional en la construcción de un espacio político alternativo: Andrés Manuel López Obrador, el presidente de México.

Pero Fernández es de los pocos dirigentes que puede acusar experiencia para atravesar crisis profundas como estas, ya que fue el jefe de Gabinete del gobierno de Néstor Kirchner entre 2003 y 2007, cuando Argentina se levantaba de su última gran crisis. Ahora tiene la oportunidad de ser el único en hacerlo dos veces. ¿Podrá?

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