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La caída de la URSS convirtió Cuba en un laboratorio para estudiar enfermedades del corazón

Un habitante de La Habana, sobre su bicicleta de fabricación china. Foto: Ariel Arias, CC.

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Daniel Mediavilla —

En 1991, la Unión Soviética dejó de existir. Después de 70 años bajo la sombra del dominio ruso es posible que los ciudadanos de muchos países del este de Europa respirasen aliviados, pero a varios miles de kilómetros de Moscú, en Cuba, un periodo de penurias económicas comenzaba para once millones de personas.

La isla caribeña perdió de repente buena parte de sus recursos energéticos cuando Rusia confirmó que no seguiría enviando petróleo como había hecho hasta entonces la Unión Soviética. Para agravar los problemas, a partir de 1992, EEUU endureció el embargo contra el régimen de Fidel Castro.

Se cuenta que entonces, en aquella intensa crisis económica que azotó Cuba entre 1991 y 1995, el conocido como Periodo Especial, las bañeras de La Habana se utilizaban para criar cerdos y en el campo no había combustible para mover las máquinas que mantenían la producción agraria.

De un consumo de 3.000 calorías diarias por persona, los cubanos pasaron a ingerir unas 2.200 y, contra su voluntad, se vieron obligados a caminar más o utilizar la bicicleta como sustituto de los vehículos propulsados por combustibles que no se podían permitir. Los habitantes de la isla no recuerdan con cariño este periodo, pero un estudio publicado en la revista British Medical Journal muestra que su salud, al menos en algunos aspectos, mejoró sensiblemente.

En el estudio liderado por el investigador del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) Manuel Franco, un equipo de científicos ha calculado que esa combinación de ejercicio y dieta a nivel nacional, mantenida durante cuatro años, provocó una pérdida de peso generalizada de unos cinco kilos por persona.

El estudio, que analiza datos de 30 años de estadísticas sobre salud en Cuba, desde 1980 hasta 2010, ha permitido comprobar el efecto de esa obligada reducción de masa corporal en una población de once millones de habitantes, y ha observado que se produjo una importante disminución de la mortalidad por diabetes y enfermedades cardiovasculares. Con la disminución de cinco kilos, los autores calculan que sería posible reducir las muertes por diabetes en un 50% y los fallecimientos por enfermedades coronarias en un tercio. Además, también se reducirían los casos de otros males como el ictus.

El interés de este estudio se encuentra en las propias particularidades cubanas, según explica Franco. “Se trata de una población pequeña, homogénea en términos de raza, renta o nivel educativo y con cambios muy importantes desde el punto de vista de la salud a la que se ha seguido durante 30 años”, indica el investigador. “Es un escenario imposible de replicar en un ensayo clínico”, añade.

El éxito de aquel experimento sanitario al que se vieron sometidos los cubanos se explica, según Franco, en que las personas que acaban muriendo por problemas coronarios o diabetes no son las que están identificadas porque tienen un riesgo elevado y están tomando medidas para mitigarlo sino quienes sufren un riesgo medio pero lo ignoran. “Si queremos combatir realmente la enfermedad, los cambios tienen que ser de toda la población”, explica el investigador. “No se trata de centrarse en el que tenga diabetes, hipertensión u obesidad. Esto no va de comportamientos individuales”, concluye.

Caminar más o moverse en bicicleta

Como aplicación de los resultados a sociedades como la española o la estadounidense, los autores, que comprenden un equipo internacional de Cuba, España o EEUU, recuerdan, en primer lugar, que dieta y actividad física deben unirse para evitar problemas del corazón. Además de comer menos, los ciudadanos deberían cambiar sus hábitos de transporte. No se trataría tanto de hacer ejercicio intenso, algo que, según Franco, siempre quedará para una minoría, sino de caminar más o moverse en bicicleta, actividades que se deberían fomentar con políticas públicas.

El estudio de los últimos treinta años de las estadísticas de salud cubanas, posible gracias a un buen registro de datos sanitarios del país, muestra las posibilidades para mejorar la salud de comer menos y moverse más. Sin embargo, el análisis de los años posteriores al Periodo Especial también son un ejemplo de la poca tendencia que tienen las personas a esos comportamientos si pueden evitarlos. A partir de 1996, con la mejora de la situación económica, los cubanos volvieron a sus viejos hábitos y con ellos regresaron los kilos: nueve de media por cubano entre el primer año de la recuperación y 2010.

A partir de 1997, la diabetes, que había caído tras los años de escasez, volvió a repuntar. Como noticia menos mala, la mortalidad por enfermedades coronarias, que se había reducido paulatinamente tras la crisis, no se incrementó pese al aumento del sobrepeso, aunque, como explica Franco, no se puede descartar que en los próximos años eso cambie.

Hoy, los cubanos consumen más calorías que en los mejores años de su alianza con la Unión Soviética y, aunque hacen más ejercicio que hace 25 años, son más sedentarios que en los tiempos de escasez. Franco reconoce que la población no valora los beneficios para la salud que ellos han encontrado en su estudio. Las enfermedades del corazón suelen considerarse asesinos silenciosos y un cerdo en la bañera de casa hace mucho ruido.

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