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“La concentración de poder en Reino Unido ha vuelto a niveles victorianos”

Owen Jones.

Maruxa Ruiz del Árbol

Londres —

Owen Jones tiene 29 años, un libro de argumentos sólidos, una carrera política prometedora y 90.000 seguidores en Twitter. Después de hacer lobby dentro de los sindicatos ingleses y ser investigador para un parlamentario laborista, en 2012 publicó 'Chavs, la demonización de la clase obrera', en el que explica con lucidez los mecanismos por los cuales despreciar a las clases más bajas se ha convertido en algo socialmente aceptado. “Hay un intento sistemático por parte del actual Gobierno y de sus medios aliados de pintar a los desempleados y subvencionados como gorrones que viven a expensas del gasto público. La realidad del parado desempleado ha desaparecido del primer plano.”. El éxito de su libro le ha convertido además en columnista de The Independent y conferenciante. “Últimamente he llegado a dar hasta 15 charlas a la semana”.

El término que se utiliza en inglés para despreciar a esta clase de desfavorecidos es 'chavs', cuya traducción más próxima al castellano podría ser chusma. Durante una charla y un té en la cafetería de la British Library, donde escribe su segundo libro, Owen Jones encuentra paralelismos entre Reino Unido y España. Reconoce que, con todo, no cambiaría sus políticos por los nuestros.

¿Cree que el concepto de 'chav' y el odio al 'chav' es un fenómeno británico o es algo que puede ser extrapolable a otros países?

En toda sociedad hay gente cuyas vidas son más cortas, cuyas vidas son menos saludables... eso es una manera irracional de estructurar la sociedad. La gente de arriba lo racionaliza pensando que ellos están allí porque son más brillantes y trabajan más, y la razón por la que la gente está abajo es porque son menos inteligentes y vagos. Es lo que te quieres contar a ti mismo cuando estás arriba: “Estoy aquí porque me he hecho a mí mismo, merezco estar aquí”. Es más incómodo pensar que es por la familia en la que naciste, porque tenías padres que podían cuidar de ti y pagarte una educación y apoyarte económicamente.

¿De qué clase se considera usted?

Soy periodista, soy clase media. Estas etiquetas son problemáticas porque la gente cree que decir que eres de clase trabajadora es que eres pobre. Para mí, quiere decir que te ganas la vida trabajando por los intereses de otra persona. La clase obrera incluye desde basureros a profesores o enfermeras. No es identidad cultural, ni tiene que ver con el sueldo, tiene más que ver con cómo te ganas ese sueldo. Si eres periodista y eres autor, no puedes ser clase trabajadora.

¿Cree que es importante que los obreros vuelvan a tener conciencia de clase para que haya igualdad social?

Absolutamente. El partido conservador proclamó en 1976 que el problema no es la existencia de clases sino la existencia del sentimiento de clase. Quienes dicen que el concepto de clase es un dinosaurio son los más interesados en negarlo porque saben bien que cuando se habla de clase se está hablando sobre quién tiene poder y riqueza. Conviene decir que 'todos somos clase media' incluso cuando la concentración del poder en este país ha llegado a niveles victorianos. Un informe de la ONU ha sugerido que Reino Unido es la sociedad menos igualitaria del mundo desarrollado. Por eso, los periodistas ricos y los políticos acomodados no quieren hablar de clase.

¿Qué alternativa plantea?

Crear un interés común, conciencia de que estamos todos juntos en esto. Es la idea que Occupy trató de dejar en las conciencias aunque la cifra del 99% que utilizó quizá no sea la más ajustada numéricamente. Nos quieren dividir con estrategias muy cínicas, tenemos que odiar al inmigrante que viene y se lleva el dinero de las ayudas sociales pero no mirar hacia arriba. Tenemos que demonizar el Estado de bienestar que protege a los más desfavorecidos pero no mirar para arriba. A menos que redireccionemos el cabreo de la gente hacia quien realmente está acumulando el poder y la riqueza, seguirán odiándose los unos a los otros. Como resultado, la gente de arriba seguirá arriba y las medidas de austeridad se volverán a repetir.

¿Confía en movimientos como Occupy o el de los indignados para promover este cambio?

No, creo que ellos solo pueden desafiar al poder. Lograron rellenar el vacío de la izquierda y creo que lo que hacen bien es crear espacio para el debate y poner asuntos en la agenda. Pero no han sido capaces de ofrecer una alternativa coherente a la austeridad en España o en Reino Unido, lo que tampoco era su trabajo.

¿Tiene usted alguna idea coherente o confía en algún movimiento que la tenga?

Una de las alternativas es Syriza, en Grecia. La única salida es ejercer presión desde abajo. En Reino Unido hay que atacar la triple crisis: la crisis de la vivienda, la crisis de lo sueldos bajos y la crisis del desempleo. El pueblo está cabreado porque se gastan 26.000 millones al año en ayudas a la vivienda... ¡pero es que ese dinero no se está yendo a los bolsillos de los inquilinos sino a los bolsillos de los propietarios, que cobran cantidades por el alquiler que son una auténtica extorsión! El 96% de las nuevas personas que están pidiendo ayuda por vivienda son trabajadores que ganan tan poco que no pueden pagar sus alquileres.

¿Confía en algún partido británico?

Quiero que los laboristas ofrezcan una alternativa coherente y que hagan su trabajo, que es representar a la gente trabajadora. No lo están haciendo. Ha sido una formación tan débil en las últimas décadas que yo no la he conocido en su esplendor socialista. Aun así el partido laborista es la única salida porque no ha habido ningún otro partido de izquierdas desde que este fue fundado hace 113 años que no haya acabado desapareciendo en la irrelevancia, en parte por nuestro sistema electoral. En los últimos 100 años muchos de mis familiares han estado involucrados en ellos: mi tío abuelo en el Partido Laborista Independiente en los años 30... desaparecieron en la insignificancia. Mi abuelo era del partido comunista... sucedió lo mismo. No logró ningún apoyo masivo en este país. Mis padres se conocieron militando en un partido troskista, también desaparecido, lo mismo ha pasado con Socialist Alliance, y Respect, ninguno de esos partidos fueron a ninguna parte.

Con toda esa tradición familiar, ¿quiere hacer carrera política?

Me han preguntado si quería unirme a cuatro plataformas distintas y he dicho que no porque no tenía conexión con ellos. El problema que tengo ahora es que nadie me ha elegido por lo que mi posición es la de un agitador, no la de un representante del pueblo. Creo que necesitamos socialistas en el Gobierno, lo que no estoy tan seguro es que esa gente tenga que ser yo necesariamente.

¿Qué opinión le merece el movimiento italiano de Beppe Grillo, el M5S?

Es otro movimiento que ha crecido a la sombra de la inexistencia de una izquierda fuerte. Los italianos están tan enfadados con sus políticos que un comediante inconformista puede convertirse en un héroe. De alguna manera lo encuentro deprimente porque Beppe Grillo no tiene soluciones coherentes para Italia ni para sus trabajadores. Soy un socialista que quiero que la izquierda canalice la frustración y el cabreo de la gente contra aquellos que han causado la crisis y no creo que un comediante pueda hacerlo.

¿Qué herramientas tienen las clases más bajas para hacer cambiar la situación?

Las huelgas, la desobediencia civil –Reino Unido tiene una historia muy orgullosa de desobediencia civil–, el uso de medios de comunicación social. Pero cada uno tiene diferentes límites de compromiso. Yo no creo en revoluciones violentas pero desde luego el cambio social no llega de la generosidad de la gente que está abajo con los que están arriba sino con el sacrificio de la gente de abajo que tiene esperanzas en cambiar el sistema. La esperanza es un factor clave que ahora no está muy extendido. El cambio se produce por la combinación de cabreo, frustración y esperanza. Sin esperanza obtienes resignación, y desesperación.

Su libro se ha publicado en Reino Unido y España. ¿En algún país más?

En Estados Unidos, donde el New York Times sacó un artículo muy largo sobre él. Además ha sido traducido al alemán y al coreano.

Cuando estaba escribiendo el libro, ¿pensaba en una audiencia específica?

En realidad no estaba muy preocupado por que el libro fuera leído. Lo que realmente pretendo es crear un debate sobre clases. Ha tenido tanto éxito por el momento en el que fue publicado, justo en medio de los recortes y después de los disturbios.

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