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El pinchazo de la derecha sudamericana en las encuestas: ¿espejismo o tendencia?

El presidente argentino, Mauricio Macri.

Meritxell Freixas

Santiago de Chile —

América Latina estrenó 2019 con los ojos puestos en Brasil. El primer día del año Jair Bolsonaro asumió la presidencia arropado por cientos de miles de seguidores y custodiado por más de 12.000 militares y policías. “Me coloco ante vosotros el día en que el pueblo empezó a liberarse del socialismo, de la inversión de valores, del gigantismo estatal y de lo políticamente correcto”, anunció entonces entre aplausos.

La llegada al poder de Bolsonaro significó para la derecha latinoamericana la coronación de un proceso de cambio de ciclo político que empezó con el triunfo de Mauricio Macri en 2015. Si bien algunos mandatarios limitaron su apoyo a tímidos gestos y medidas declaraciones, el exmilitar siempre fue considerado por los jefes de Estado neoliberales y conservadores de la región como el mal menor. Y la mejor opción antes que volver a entregar el gobierno al Partido de los Trabajadores (PT) de Lula. Bolsonaro culminó así un proceso que dejó a los principales líderes del progresismo de Sudamérica –Lula da Silva en Brasil, Cristina Fernández de Kirschner en Argentina y Michelle Bachelet en Chile– apartados del poder que ha dominado la región durante más de una década.

Sin embargo, bastaron 100 días de Bolsonaro al frente del Palacio del Planalto para rebajar el optimismo de la derecha latinoamericana. Hoy el presidente brasileño es el peor evaluado (en primer mandato) desde 1992, con un 32% de aprobación, según la consultora Datafolha. El sondeo –que también publicó que un 59% de los entrevistados esperan de él una “buena o excelente gestión– confirmó una tendencia que el Insituto Ibope ya había revelado en marzo: en tres meses de gobierno, el mandatario perdió 16 puntos de aprobación (de 67 a 51%) y aumentó su desaprobación de 21 a 38%.

Pero parece que Bolsonaro no se está desplomando solo. Sus homólogos de la región registran índices de aprobación muy por debajo del 50%. El presidente argentino, Mauricio Macri, registró, en abril, un índice de aprobación de 23,9%, según la encuestadora Sinopsis. Aunque en mayo repuntó poco más de dos puntos, ninguno de los cuatro sondeos publicados después del anuncio de la nueva fórmula electoral del kirschnerismo para las presidenciales lo colocan por delante del tándem formado por Alberto Fernández y Cristina Fernández.

Tampoco pasa por su mejor momento el colombiano Iván Duque, a quién las últimas encuestas de abril también entregan un 30% de aprobación y un 61% de desaprobación. En parámetros similares se mueve el chileno Sebastián Piñera que, según la última encuesta de mayo, cuenta con un 34% de aprobados y un 54% de suspensos, la cifra más alta de todo su segundo gobierno. En el caso de Perú, la aceptación de Martín Vizcarra cae por quinto mes consecutivo, quedándose por debajo del 42%, según datos de El Comercio-Ipsos.

Puede que la pérdida de apoyos de los nuevos presidentes sudamericanos sea parte de los altibajos que todo gobierno experimenta en sus ciclos de poder. La popularidad de un líder fluctúa según avanza (o no) en sus políticas. Sin embargo, leer estas cifras con la agenda política regional como marco podría dar algunas pistas del nivel de consolidación que la derecha latinoamericana ha logrado instalar.

Crisis e incumplimientos

Wagner Iglecias es sociólogo y profesor del Posgrado en Integración de América Latina de la Universidad de San Pablo (USP). Se declara seguidor y acompañante de la política brasileña desde finales de los años ochenta y asegura que en todo este tiempo no recuerda haber visto una pérdida de popularidad “tan impresionante como la que hoy experimenta Bolsonaro. Explica que en menos de seis meses ha perdido el apoyo de los grandes medios del país –”que son un actor muy importante–, del Congreso –pese a que la derecha tiene mayoría–, de los bancos y de los sectores de clase media que lo votaron. “Bolsonaro no gobierna, permanece como si estuviese todavía en campaña electoral, se comporta como candidato, no como presidente. Se pasa el día polemizando en redes sociales y no intenta mejorar la vida del pueblo, ni siquiera de los empresarios, señala.

La hipótesis del profesor se basa en lo que él considera una “crisis de la democracia liberal y representativa que afecta tanto a la derecha como a la izquierda regional. Según él, hasta ahora existía un ”desgaste natural de un gobierno después de pasar muchos años en el poder: “La gente quería cambiar, sostiene. Sin embargo, la ”crisis estructural que –dice– afecta a este modelo provoca que “los gobiernos de derecha que han llegado en los últimos años en Brasil, Ecuador, Argentina, Chile… ya estén en crisis. La consecuencia más evidente, para él, es clara: ”Se acabaron los ciclos largos de unos u otros en el poder.

La interpretación que, en cambio, hace el periodista chileno y analista internacional Raúl Sohr gira en torno a otro enfoque. A su parecer los ciclos económicos y sociales de los gobiernos latinoamericanos están fuertemente determinados por los ciclos internacionales de la economía. “Cuando subió el precio de las materias primas, vivimos la década de oro. Entonces Lula tuvo mucho dinero para compartir; también Ecuador con (Rafael) Correa, especialmente en obras públicas; Perú y Bolivia. Pero esto ha terminado, afirma.

Sohr considera que los gobiernos “tienden a subestimar cuán vulnerables son como reflejo de economías monoproductoras o exportadoras de materias primas, como es el caso de estos países. El periodista recuerda que tanto Macri como Piñera prometieron crecimiento económico a los ciudadanos, pero al final ”los pillaron a contrapié. Según él, parte de la desaprobación de estos gobiernos tiene que ver con el incumplimiento de sus compromisos: “Macri llegó prometiendo que controlaría la inflación, pero tiene cifras mayores que con (Cristina Fernández de) Kirschner; prometió inversiones extranjeras que nunca llegaron, endeudó al país con 57.000 millones de dólares (cerca de 51.000 millones de euros) en el Fondo Monetario Internacional (FMI), es decir, aceptando la pérdida de soberanía, apunta.

Argentina, la clave

Tanto Sohr como Iglecias coinciden en un punto de inflexión que podría cambiar el escenario de la región en octubre: las elecciones argentinas. “Una derrota de Macri tendrá efectos en todo el continente y podría empezar a revertir el ciclo de derecha que vivimos, dice el brasileño, quien asegura que Bolsonaro ya teme el retorno del kirschnerismo. Para el comunicador chileno, el triunfo de la dupla Fernández-Fernández ”sería, sin duda, un revés para las alianzas en el Cono Sur. No obstante, Sohr subraya que quien determinará qué pasará en América Latina será Brasil: “Lleva la batuta, afirma. Y añade: ”Argentina influye, pero es secundaria. Brasil mueve el péndulo.

En el país carioca ya se especula sobre la posibilidad de que en el corto plazo el vicepresidente de Brasil y general en la reserva, Hamilton Mourão, pase a encabezar el Gobierno por la vía de un impeachment, como el que se llevó a cabo para desplazar a la expresidenta Dilma Rousseff en 2016: “Vamos hacia allá, pronostica Iglecias. Pero el cambio no pasaría de eso. ”Lo ideal sería convocar una nueva cita electoral, porque la anterior estuvo muy viciada por las fake news, pero no habrá fuerza política suficiente para impugnar a Bolsonaro y a Mourão, opina el académico.

Si el actual vicepresidente finalmente pasa a primera línea política y logra recuperar el ánimo de los votantes bolsonaristas, la derecha regional respirará aliviada por un tiempo. De lo contrario, el próximo mes de octubre podría iniciarse el camino inverso que los mismos argentinos iniciaron hace cuatro años: Macri podría dar los primeros pasos hacia el retorno del progresismo latinoamericano.

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