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La llave de Downing Street, en manos de una independentista escocesa

Sturgeon presenta el programa electoral del SNP en Edimburgo el 20 de abril.

Maruxa Ruiz del Árbol

Londres —

No aspira a mudarse al 10 de Downing Street pero la independentista escocesa Nicola Sturgeon parece guardar las llaves de la casa del primer ministro en el bolsillo de su falda. El apoyo abrumador que ha conseguido en Escocia desde que sustituyó a Alex Salmond al frente del Partido Nacionalista Escocés (SNP) le ha convertido en una pieza clave en la lucha por el poder en Westminster tras las elecciones del 7 de mayo.

La popularidad de esta mujer de aspecto espartano ha crecido sin parar en los siete meses que lleva siendo ministra principal. Su mentor, Alex Salmond, delegó en ella el liderazgo del partido y de Escocia después de ser derrotado por el ‘no’ en el referéndum de independencia.

Parecía difícil superar la popularidad del propio Salmond que, pese a que perdió el referéndum, lideró el camino hacia esta votación histórica y se ganó el respeto de políticos y ciudadanos dentro y fuera de Escocia. Sin embargo, Sturgeon no sólo ha sabido recoger su testigo y elevar la popularidad del partido a niveles históricos sino que podría llegar a poner un pie dentro del gobierno del que se quiere separar.

En los siete meses que han pasado desde el referéndum, Sturgeon y el SNP han logrado borrar a los laboristas del mapa político escocés, uno de los feudos tradicionales de este partido. Algunos sondeos apuntan que el SNP podría ganar los 59 escaños que tiene Escocia en la Cámara de los Comunes. Como mínimo, superará con holgura los 50. En la anterior legislatura los laboristas consiguieron 41 y el SNP, 6. En total el Parlamento británico se compone de 650 escaños. Ninguna encuesta concede posibilidades de que un partido obtenga la mayoría absoluta o se acerque a ella.

Todo esto convierte al SNP en el aliado más verosímil de los laboristas en un escenario de pactos postelectorales. Nicola Sturgeon ya ha prometido que está dispuesta a aupar hasta Downing Street al laborista Ed Miliband, abriendo así la puerta a un posible Gobierno británico laborista-independentista escocés. La paradoja está servida y en estos días frenéticos de precampaña todos pronuncian su nombre.

El líder laborista proclamó hace tres días que no habrá “ningún tipo de pacto” con la dama escocesa, un cambio de postura frente a declaraciones precedentes en las que decía que no haría una coalición con el SNP pero que sí estaba abierto a pactos menos formales.

Este miércoles David Cameron agitaba el fantasma del separatismo en uno de sus mítines de precampaña. “Una alianza de gobierno con el SNP supone que uno de los partidos que liderará este país se considera enemigo del mismo. ¿Es eso lo que queréis para vuestro país?”, preguntó a su audiencia el primer ministro.

Una vocación política forjada contra Thatcher

Una vocación política forjada contra Thatcher La hostilidad es mutua. Sturgeon fraguó su pasión por la política a la par que su aversión por Margaret Thatcher y el partido conservador. A sus 44 años esta abogada es miembro de su partido desde los 16. Además, está casada con uno de sus barones, Peter Murrell, con quien no tiene hijos. “Crecí en los días oscuros de la Dama de Hierro”, recuerda. “Fui testigo de la destrucción de nuestras comunidades y del tejido industrial de Glasgow”.

Pese a que es una independentista de cuna, (su madre también era miembro del SNP) y que lideró junto con Salmond la campaña del 'sí', su posición está muy suavizada. “Puedo garantizar que no va a haber otro referéndum como resultado de estas elecciones incluso si el SNP gana todos los escaños en Escocia”, dijo Sturgeon en una entrevista a BBC. “Si gano todos los escaños escoceses, no lo tomaré como un mandato para luchar por un segundo referéndum sino para que la voz de Escocia sea más oída en Westminster (distrito de Londres donde está el Parlamento) y pedir una política más progresista”.

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