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ENTREVISTA

Vincent Bevins: “El asesinato masivo de izquierdistas en el tercer mundo fue una parte fundamental de la Guerra Fría”

El periodista Vincent Bevins

Javier Biosca Azcoiti

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En otoño de 1965, el general Haji Mohammad Suharto comenzó en Indonesia una matanza de centenares de miles de personas acusadas de comunistas. El Gobierno de EEUU no solo sabía lo que estaba pasando, sino que apoyó a Suharto y ayudó al ejército hasta el punto de entregar listas con nombres, según cuenta el periodista Vincent Bevins en sus libro 'El método Yakarta: la cruzada anticomunista y los asesinatos masivos que moldearon nuestro mundo' (Capitán Swing).

El periodista asegura que las matanzas en Indonesia, en las que afirma que murieron aproximadamente un millón de personas, se exportaron después a multitudes de países y tuvieron un rol fundamental en la victoria de EEUU en la Guerra Fría. Bevins se apoya en material desclasificado por EEUU, ha visitado 12 países y ha entrevistado a más de un centenar de personas. El autor señala que el asesinato en masa de izquierdistas durante el conflicto entre los dos grandes bloques se utilizó en 23 países.

¿Por qué es tan importante lo que pasó en Indonesia?

Indonesia puede haber sido el punto de inflexión más importante de la Guerra Fría por varias razones. En primer lugar, era uno de los países más poblados que entró en el espacio del conflicto y prácticamente de la noche a la mañana pasó de ser un país anticolonialista de izquierdas a uno totalmente anticomunista y aliado de Occidente. No solo era grande, sino que era increíblemente importante por liderar el movimiento del tercer mundo. Indonesia inspiró a muchas otras naciones y la destrucción del proyecto de Sukarno tuvo enormes consecuencias para el sur global.

Y luego, por supuesto, está el método con el que se llevó a cabo. Fue un programa trágico, horrible y aterrador de asesinatos masivos que, en última instancia, hizo posible la victoria occidental en Indonesia. Esta horrible táctica inspiró otros programas de asesinato en masa en todo el mundo en los años posteriores.

¿Por qué cree que, al menos en países occidentales, es tan desconocido lo ocurrido en Indonesia?

El asesinato en masa de aproximadamente un millón de personas inocentes en Indonesia es desconocido –especialmente en lo que entendemos como Occidente–, en gran parte, porque fue muy eficaz. Nadie en Estados Unidos sufrió las consecuencias; no hubo ninguna guerra a la que tuvieran que ir los soldados estadounidenses como sí ocurrió en Vietnam; y no hubo un período prolongado de conflicto durante años que llegase a las noticias. En términos geopolíticos, el país pasó de la noche a la mañana del bando anticolonial al bando occidental. He trabajado como corresponsal en el extranjero durante más de una década y está claro que los países que no causan problemas a Estados Unidos tienden a no ser noticia.

También hay una posibilidad más inquietante y es que lo que ocurrió en Indonesia con la ayuda de Estados Unidos y otras potencias occidentales fue tan horrible y tan difícil de afrontar que simplemente fue más fácil para nosotros olvidarlo. Contradice de forma demasiado violenta nuestra idea de lo que estábamos haciendo durante la Guerra Fría.

¿Fue el asesinato de izquierdistas la base de la victoria de EEUU en la Guerra Fría?

Si entendemos la Guerra Fría como un enfrentamiento entre el primer y segundo mundo, entonces la victoria de Occidente ocurrió simplemente porque la Unión Soviética, el segundo mundo, se desmoronó. Sin embargo, si miramos el número de seres humanos que estuvieron involucrados en conflictos en lo que llamamos la Guerra Fría, hubo mucha más gente en el tercer mundo.

En el tercer mundo, el asesinato masivo de izquierdistas fue una parte fundamental de la forma en que se ganó la guerra. Fue una de las muchas tácticas empleadas por el primer mundo para asegurarse de que el tercer mundo entrara en el naciente orden capitalista global liderado por EEUU y a día de hoy sigue afectando al sur global. El asesinato de izquierdistas moldeó profundamente el tipo de globalización que obtuvimos tras el fin de la Guerra Fría.

¿Cuál era la estrategia de EEUU respecto al tercer mundo? ¿Y la de la URSS?

En ambos casos, las principales potencias terminaron cambiando sus formas de interactuar con el tercer mundo durante el transcurso de la Guerra Fría. Al principio, EEUU tenía la visión de que en el sur global era aceptable ser neutral. Y eso fue lo que definió la relación con Indonesia en los primeros años. Esto cambió al comienzo del Gobierno de Eisenhower. En la década de los 50, cualquier país del sur global que no fuese explícitamente aliado de EEUU, que tuviese cualquier tipo de inclinación izquierdista o anticolonial o incluso una postura independiente, podría ser visto como enemigo y declarado digno de intervención o destrucción.

Respecto a la Unión Soviética, al principio estaba comprometida al menos ideológica y retóricamente con la solidaridad anticolonial. Stalin, sin embargo, al final de la Segunda Guerra Mundial termina quedándose en todas las partes de Europa Central y Oriental que el Ejército Rojo había conquistado o liberado, lo que complica esta narrativa. En el resto del sur global, Stalin tiende a desalentar cualquier levantamiento de izquierda o comunista que no controle él mismo, como pasó en Grecia e Irán. 

Después de su muerte sí hay un acercamiento a algunas partes del sur global bajo Nikita Khrushchev, como Egipto, Siria y Cuba. Pero en general, la Unión Soviética es muy cautelosa a la hora de provocar a Occidente, especialmente después de la crisis de los misiles.

¿Qué narrativa se ha encontrado en Indonesia o en otros países latinoamericanos sobre lo ocurrido?

En Latinoamérica ha habido al menos una especie de proceso de reconciliación nacional o de afrontar la verdad de lo que sucedió durante la Guerra Fría. Esto es algo que todo el mundo da por sentado, aunque muchas de esas victorias están siendo ahora cuestionadas por el regreso de la extrema derecha a la escena política. 

En Indonesia, que es el peor caso de asesinato intencional de izquierdistas durante la Guerra Fría, las cosas son totalmente diferentes y todavía es técnicamente ilegal contar la historia de lo que pasó realmente. Todavía hay una ley aprobada en 1966 que criminaliza cualquier cosa que pueda ser interpretada como simpatía al comunismo. De hecho, el hijo de Bolsonaro ha dicho que se debería copiar esta ley en Brasil.

¿Vivimos hoy algunas consecuencias de esa campaña de muerte contra la izquierda en países del tercer mundo?

Sí, por supuesto. Mucha gente a la que conocí en el sudeste asiático y también en América Latina participaron en el movimiento del tercer mundo; gente que en los años 50 y 60 realmente creía que con el fin de la colonización, los países de África, Asia y América Latina serían capaces de ocupar un lugar legítimo junto al primer y segundo mundo y que verían el surgimiento de un orden democrático más global, más justo y más equitativo. Es sorprendente ver lo diferente que es el mundo ahora respecto a lo que pensaban que iba a ser.

El sueño del tercer mundo de remodelar las normas de la economía global no iba a ser fácil de alcanzar, pero tampoco ayudó que el país más poderoso de la historia de la humanidad estuviera intentando activamente aplastar este movimiento.

Cita en el libro el caso de Jair Bolsonaro, pero recientemente hemos visto multitud de políticos, especialmente de extrema derecha, agitar de nuevo el miedo al comunismo, ¿por qué?

Hay dos elementos que permiten su regreso. Por un lado, estas narrativas se han repetido tantas veces en el último siglo que es algo que ideológicamente está presente en el aire, es decir, es algo que la gente reconoce y un punto de referencia al que se puede agarrar. En segundo lugar, es algo que realmente funcionó para muchos actores en el siglo XX para aplastar a sus enemigos y ganar legitimidad. La demonización de cualquier intento de desafiar los privilegios del grupo dominante en la sociedad es algo muy útil para ciertos actores políticos.

¿Cuál es la situación actual del Partido Comunista Indonesio?

Es ilegal incluso decir que debería existir. No existe y nadie quiere que exista. A menudo se utiliza como amenaza o como forma para silenciar a la gente. Esto responde a los métodos que se emplearon entonces. Un cuarto del país estaba en el partido o afiliado de alguna forma y el método en que se llevó a cabo la masacre fue efectiva a la hora de mantener a todo el mundo en silencio para el resto de su vida.

Se envió el mensaje de que podrías ser asesinado no solo por haber estado en la izquierda, sino por no participar en la construcción del nuevo régimen. Por eso se da esa extraña situación en la que las ideas de izquierdas eran casi hegemónicas en el discurso público en Indonesia hasta 1965 y en 1966 nadie está dispuesto a admitir que tuvo algo que ver con la izquierda.

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