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Fair play

Barbijaputa

Este diario, no contento con mandarme en las pasadas autonómicas a cubrir un mitin de Ciudadanos y otro del PP, ha decidido montar una caravana para estas elecciones y subirnos al mongol Edu Galán y a mí para que hagamos una crónica paralela a la cobertura decente que también se hará (este es un medio serio y con periodismo a pesar de todo) de estas elecciones. “Perdona, ¿qué?”, dirán ustedes, y normal, no se preocupen, es lo mismo que dijimos Galán y yo. Luego nos aseguraron que Manel Fontdevilla nos haría una viñeta y ahí ya nos ganaron. Así de rápido nos vendimos.

“Empieza tú que tienes mucho morro”. Ya, claro. Y, acto seguido, me mandan al arranque de campaña de Ciudadanos. No podía ser de PACMA, no.

“¿Dónde es, en La Moraleja?”, pregunté yo.

Pero no, los ni rojos ni azules eligieron para la primera noche de campaña el Hotel Eurobuilding, el mismo donde un día Adolfo Suárez celebró su primera victoria estaba anoche lleno de carteles con caras gigantes de Rivera con una suerte de Photoshop que, en mi modesta opinión, el hombre no necesita. Además resultaba un poco invasivo, ya que ni siquiera era una foto de su busto, sino solo de su cara y, teniendo en cuenta el tamaño de los carteles, te sentías observada constantemente. Allí donde fueras, Rivera te estaba observando.

Pensaba yo que todas las campañas empezaban con la famosa pegada de carteles, así que lo primero que hice cuando llegué al hotel fue preguntar a los 'ciudadaliebers' allí reunidos que quién estaba pegando los carteles mientras se estaba celebrando aquello. “¿Qué carteles”?, me preguntó uno. “No, a ver, aquí lo que se hace es una pegada de carteles virtual”, me dijo otro. ¡Virtual! Me sentí muy mayor. Asentí sonriendo, como diciendo: “Ah, claro, la típica pegada de carteles virtuales, no sé en qué estaba pensando” (?). Estaba tan desorientada que estuve a punto de preguntarle a uno de los Alberts desplegados que qué era aquello de pegada de carteles virtuales.

La sala donde se celebraba el mitin estaba a rebosar de personas vistiendo chaquetas naranjas, jerseys naranjas y bufandas naranjas. También había pancartas naranjas y globos naranjas. Todos sonreían y charlaban animadamente. Eran felices. Una voz salió entonces por el altavoz y pidió a los asistentes que quitaran los globitos de en medio que tapaban las cámaras de TV. Alguno estalló su globo, otros lo bajaron, pero a nadie le importó, el ambiente que se respiraba era súper festivo, la gente estaba nerviosa, ilusionada, deseosa de que saliera ya Albert Rivera.

Pero como aquello se retrasaba me fui a dar una vuelta por el hotel. Una chica morena con una chaqueta naranja que me quería sonar muchísimo se acercó a mí y me dijo: “pareces una mujer muy preparada...”, yo entré en 'shock', ¡pero si es Begoña Villacís! ¡Y me está diciendo que parezco una mujer preparada!, “...seguro que tienes un poco de polvo para brillos”, dijo sonriendo. “Ah, esa preparación”, pensé yo. Pero no, no llevaba yo polvos, ni rímel, ni un triste brillo, claro. Como buena feminazi, fui a pelo. Maldita sea.

El mitin comenzó con veinte minutos de retraso, pero eso tampoco hizo que el ánimo decayera. De hecho, cuando apareció Rivera, la gente saltó y gritó nada rencorosa: “¡Presidente!, ¡Presidente!, ¡Presidente!”. Aproveché para preguntar a un chico que estaba junto a mí (otro chico porque era lo que había, no había muchas mujeres, la verdad, y las que vi, además, estaban acompañadas por sus parejas), que lo de pegada de carteles virtual, exactamente, cómo era en la campaña de Ciudadanos. “Pues se saca un mural y el candidato de cada ciudad pega un cartel en él”, me contestó muy amable. Ah, bueno, eso muy virtual no es, pensé yo. Pero me hizo ilusión pensar que iba a ver a Rivera pegando carteles, me parecía una acción muy perroflauta, muy de obrero, aunque fuera en 'petit' comité. Me lo imaginé remangándose y metiéndose en faena y automáticamente me empezó a caer mejor.

Sin embargo, después de los diez minutos escasos de discurso donde Rivera dijo frases como “Os vamos a pedir que hagamos todos 'fair play'”, “Somos el único proyecto que genera ilusión”, “En Ciudadanos tenemos las manos limpias y libres” o “Somos un proyecto de hombres y mujeres iguales y libres que saben lo que es trabajar” (que de esta última, creo sólo yo en aquella sala entendió algo como “no sabemos lo que es el paro”), finalmente no hubo pegada de carteles; ni virtual ni analógica. Lo que pasó fue que el resto de candidatos (11 hombres y 3 mujeres) que acompañaron a Rivera en su discurso, entre ellos Begoña Villacís (ya sin brillos), se apartaron a un lado sin haber dicho una sola palabra, y en la pared de detrás se desplegó, con la sintonía de Ciudadanos sonando a todo trapo, un cartel gigante del mismo Rivera de nuevo. Rivera no se remangó, ni se agachó a por los carteles, ni se despeinó. Solo sonrió al público mientras alguien hacía caer el rollo con su cara 'photoshopeada'.

La gente le gritó extasiada entonces aquello de “¡¡¡Yo soy español, español, español!!!” a un Albert que les sonreía en persona y que también les sonreía desde el cartel recién desplegado.

Salí de la sala pelín empachada, recorrí los pasillos esquivando a los Riveras gigantes y llegué a la calle, aliviada. Una pequeña concentración de ciudadanos con minúscula protestaba frente al hotel por el apoyo de Ciudadanos a la especulación urbanística en Madrid. Llevaban pancartas y portaban la maqueta de un edificio de cartón. Una señora que salía junto a mí del mitin, al verlos, dijo sinceramente admirada por la maqueta: “Ay, mira, qué graciosos”. Estaba maravillada. No se paró por supuesto a leer las consignas, pensaría que aquello era alguna performance moderna.

Lo bueno que tiene la llegada de Ciudadanos es que, efectivamente, se están cerrando debates y uniendo a España, la nueva derecha ya no odia a la izquierda, ha pasado a observarla con fascinación, como el que mira a la mujer barbuda en un circo. Creo que a esto se refería Rivera cuando les pedía a su público aquello de 'fair play'.

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