“Los narradores orales hacemos un trabajo social a través del arte”

La guineana Bonaí Capote es narradora oral. Foto: LUZ RODRÍGUEZ.

Esther R. Medina

Santa Cruz de La Palma —

Ella quería “vivir del cuento literalmente” y un día del año 2000 se fue a contar cuentos a un centro comercial de Lanzarote “con un vestido blanco de Mango y 80 tilas”. Así empezó Bonaí Capote, nacida en la Isla de Bioko (Guinea Ecuatorial), su trayectoria como narradora oral. “Yo no sabía que se podía vivir del cuento así, y cuando terminé la actuación me preguntaron que cuánto era, yo nunca había cobrado, así que les dije que me dieran lo que quisieran y me entregaron 7.000 pesetas”, recuerda.

Bonaí Capote, una mujer con una potente fuerza expresiva, ha estado en La Palma para participar en el proyecto Cuentacuentos Interculturales Karsiá que impulsa Karmala Cultura y que pretende dar visibilidad a los narradores de otras culturas acercándolos a todos los públicos.

Esta narradora guineana, que reside en Canarias desde los 9 años, reconoce que comenzó a contar cuentos porque “tenía hijos adolescentes que apuntaban maneras y era una forma de trabajar y poder dedicarme a ellos”. En aquella época, en el año 2000, “no había narradores locales” en Lanzarote, donde residía.

El cuento para Bonaí ha sido “una terapia, porque yo, aparentemente, era muy extravertida pero no contaba lo que había dentro de mí”, dice. “El público con el que me siento más cómoda es con los adolescentes, porque ellos no se sienten escuchados y los narradores orales hacemos un trabajo social a través del arte”, asegura. “El cuento es educativo, te calma, te hace soñar y debería estar presente en todos los centros docentes”, afirma. Está convencida de que “los niños no escuchan porque no están siendo escuchados, y el narrador hace una escucha activa con el cuerpo; los cuentos son sutiles realidades, van directo al grano”.

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