Manolo Morera y Marevi Pérez: unidos por el arte

Los artistas Manolo Morera y Marevi Pérez.

Santiago Jorge

Santa Cruz de La Palma —

Unos días antes de la entrevista-charla, como la llamo yo, ya tenía las preguntas preparadas para esta ocasión, había diseñado una línea para bucear en la vida y la obra de Manolo y Marevi, pero en los primeros treinta minutos de diálogo se me rompieron los esquemas, me percaté de que tenía delante una historia de amor y arte en la que convivían la admiración, el apoyo incondicional, la complicidad y muchas más cosas que intentaré relatar a continuación. Según me iban contando su historia, todas las referencias me inspiraban más un relato literario o guion cinematográfico cargado de emotividad, que una entrevista sobre arte. Decidí sobre la marcha cambiar las preguntas y los dejé fluir en su narración de experiencias casi mágicas.

Partiendo desde el consentimiento por parte de los dos, paso a relatar esta  historia viva y real que daría para muchas páginas y mucha tinta.

Manolo en un día cualquiera y por casualidad se fija en un cuadro colgado en la terminal del aeropuerto de La Palma, obra que es participante de una de las colectivas que se suelen realizar en este edificio. El cuadro le llama especialmente la atención y le queda grabado en la memoria sin imaginar lo que supondría para un futuro no muy lejano, ya que la historia comienza en este punto. Algún tiempo más tarde Manolo monta una exposición con su obra en la conocida sala O`Daly de Santa Cruz de La Palma; casualmente o puede que por caprichos del azar Marevi entra en la sala, observa detenidamente los cuadros, se maravilla con la técnica y la sensibilidad de los mismos y comenta en voz alta: “Una persona que pinte así, tiene que ser una buena persona”. En esos momentos Manolo no se encontraba en la sala, por lo tanto, más casualidad aún. Más adelante con motivo de la Bajada de la Virgen, Manolo visita una exposición de Marevi y en ese momento Manolo relaciona el estilo de los cuadros con el del cuadro del aeropuerto, aquí es donde suponemos que el destino tira los dados y salen los números apropiados, por fin se ubican, ya saben quiénes son y cuáles son sus cuadros, este es el camino que irán haciendo en una simbiosis afectiva entre dos personas y la pasión por la pintura en un mutuo intercambio de admiración y descubrimiento personal y emocional. En un arrebato de generosidad, Manolo le quiere regalar un cuadro a Marevi con la voluntad de intercambiar obras; siguen las casualidades y en un impulso de ella por llamarlo, Manolo en ese mismo instante la llama, aquí entra la parte mágica que nunca deberíamos rechazar, desde ese momento comienza el proceso natural de dos personas que conectan y que tienen muchas cosas que aprender y compartir uno del otro.

En el mundo de las Artes Plásticas hay algún caso similar que se me viene a la memoria, siempre partiendo de la base de que las comparaciones son odiosas, Frida Kahlo y Diego Rivera, geniales artistas mexicanos, también enamorados del arte y de su experiencia personal.

Según avanzaba la tarde las historias se iban condimentando con detalles y casualidades que son dignas de contar; lamentablemente no tengo espacio para todo; sentando en el sofá observaba cómo Manolo y Marevi se fundían con el entorno, con los cuadros pegados en las paredes de sus estudios con bocetos y proyectos en marcha, todo era uno y la atmósfera se tornaba amable y serena, pasaban las horas sin esfuerzo. Los dos son pintores excelentes, pero debo decir que su relación también es una obra de arte llena de calor y cuidados, con muchos matices y brillos que les hacen especiales. Sólo me resta decir: Felicidades por ser como son y gracias por regalarnos arte y emoción.

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