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Adolfo Cabrera Pinto

Carolina de León

Cuando me propusieron colaborar en este ilustre Callejero de Santa Cruz de La Palma, no busqué al personaje, ni un nombre que me inspirara, decidí que mi calle, y mi casa, eran razón suficiente para elegir la mía. 

El barrio, es el ‘dicharachero’ y resurgente barrio de San Sebastián o de ‘La Canela’, del que hubiera sido probablemente más ameno escribir. Pero, una de las personas que habita la última casa de la Calle A. Cabrera Pinto, la número 46, que ostenta en su fachada el nombre de la calle, no se puede permitir dejar pasar esta oportunidad, por mucho que presida la plaza y la ermita que llevan el nombre del santo. 

Para empezar, dos detalles:  No muchos sabemos que el nombre es Adolfo Cabrera Pinto, ya que desde que yo tengo memoria, ha aparecido en la ‘chapa’, losa, y/o callejeros abreviada como ‘A. Cabrera Pinto’.

El otro detalle, es la nomenclatura cronológica de esta calle, que si nos remontamos al  siglo XVI era conocida como ‘Camino que va a Buenavista’; en los siglos XVII y XVIII fue conocida como ‘Calle de Juana Batedías’, o simplemente de ‘Batedías’; en este último  siglo XVIII se simultaneó con el de ‘La Simona, o calle de ‘La Simonica’, también en alguna ocasión se le aplicó el de ‘Calle Real que va a la ermita de San Sebastián’, porque termina justamente en la plaza de San Sebastián, como había comentado antes. Con posterioridad se le cambiaría el nombre por el de ‘Cabrera Pinto’, actualmente Calle Adolfo Cabrera Pinto. 

La sinuosa sierpe que representa la calle, curiosamente, abraza de manera simbólica a la institución que hoy, a través de mis palabras, le rinde homenaje: la Real  Sociedad Cosmológica de Santa Cruz de La Palma. 

Es curioso y se debe de seguro no a una burda y llana casualidad, sino a cuestión alta y trascendente, que el personaje elegido, el nombre que da lustre a mi calle, haya también dejado su huella histórica en esta institución: Don Adolfo Cabrera Pinto Pérez presidió el acto de apertura al público de La Biblioteca el 9 de mayo de 1905, en representación del director general de Instrucción Pública, en calidad de director del Instituto Provincial de Canarias, aunque ya hubiera sido inaugurada la parte museística casi 20 años antes. 

Una calle que nace tímidamente ‘callejón’ de la arteria principal, la Calle Real, por la trasera de la iglesia de El Salvador, y a medida que se abre paso y caracolea, se va ensanchando hasta respirar en el pulmón de la plaza de San Sebastián, encrucijada de calles con sabor a oficios artesanales y a personajes ilustres… 

Don Adolfo Cabrera Pinto y Pérez, nació en una de las casas  de esta calle el 31 de julio de 1855, hijo de Domingo Cabrera Pinto, administrador de Correos, y de María Teresa de Jesús Pérez, natural de Barlovento.  Superó bachillerato con gran éxito y dejó huella como apasionado periodista publicando artículos de gran brillantez que “destacaron por la valentía de la frase y el concepto y por la corrección de estilo”[1]. Fue licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Sevilla, más tarde profesor en Ávila, donde fue nombrado oficial primero del Gobierno Civil, cargo que podía compatibilizar con el de catedrático auxiliar de instituto de Granada y Ciudad Real, hasta que recaló en Tenerife, en La Laguna, en donde fue nombrado director del Instituto General y Técnico de la provincia, cargo que ocupó durante 20 años haciendo gala de una enorme entrega y celo en su empeño por enaltecer dicha institución. Presidió la Junta Directiva de la Asociación  Catedráticos Auxiliares de Institutos, creada en Madrid en 1895, amigo de reputados periodistas, ocupó un escaño por su isla natal en la Diputación Provincial en 1901. Fue tenaz y perseverante impulsor del restablecimiento de la universidad de San Fernando y por la implantación de la Escuela de Magisterio para lo cual llevó a cabo una laboriosa campaña de prensa en Madrid para que se incluyese la Universidad de La Laguna en el proyecto de reorganización administrativa del Archipiélago, alcanzando esta meta en 1913. 

Fue Don Adolfo activo periodista en su juventud, con el seudónimo de Fraimón. El Propagandista, fundado por Don Mateo Alonso del Castillo [1847-193l]; El Popular, que fundó con el citado Don Patricio, por 1880, figuran entre las primeras publicaciones en las que colaboraba inicialmente aquel joven.  

El Cabildo de La Palma le nombró Hijo predilecto en consideración a sus méritos en pro de la enseñanza y colocó una lápida en la casa donde nació, a la vez que el Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, le rindió homenaje al darle su nombre a esta calle. 

En el momento de su jubilación fue reconocido por sus compañeros de claustro con una placa conmemorativa que actualmente luce en el Salón de Actos del instituto. En La Laguna también fue reconocido a petición del vecindario y los alumnos de todos los centros docentes como Hijo Adoptivo, así como dándole también nombre a una de sus vías (1921), además de ser nombrado director honorario del instituto de dicha ciudad y de dicha sección universitaria. Meses antes de su muerte el 3 de diciembre de 1926, se le rindió de nuevo homenaje en La Laguna colocando un busto como testimonio de su labor cultural, así como dando nombre al Instituto Canarias-Cabrera Pinto. Como ven, un hombre de humanidades, y fuertemente vinculado a la vida cultural desde el ámbito educativo, periodístico, social e institucional.

María Rosa Alonso, en un artículo titulado ‘El Instituto de Canarias en la memoria de una antigua alumna’, dentro de un recopilatorio en el 160 aniversario de la Fundación del que fuera Instituto de Canarias, más tarde conocido como Instituto de Canarias Cabrera Pinto, escribía así sobre él durante su última etapa como profesor: 

                  “...hemos recordado, como una estampa nostálgica de nuestra niñez y adolescencia, la pulcra y noble figura de aquel nuestro viejo profesor, nacido en 1855 en su amada isla  de La Palma y muerto en Sevilla en 1926. Don Adolfo y su esposa vivían en La Laguna, en una casa de la calle de la Carrera, espaciosa y amplia vivienda, que hace esquina a     la calle Núñez de la Peña y ocupa su lateral en la misma hasta la esquina de Bencomo. Más tarde fue domicilio de la familia de Don Leocadio Machado y aún está como  siempre he visto. De esta casa salía Don Adolfo, vestido de negro, con sombrero y bastón, muchas veces acompañado por su blanco perro, el Nilo, que caminaba junto a  él en un tiempo donde la amenaza del automóvil no existía y las calles de La Laguna eran amplios corredores para nuestra chiquillería de criaturas modositas, algunas, de nuestra espigada adolescencia; intrépida juventud y rubia espiga de la madurez, más  tarde.” 

Leyendo esta reseña, tan personal y experiencial, y haciendo cómputo global de fotos, artículos, y otros elementos relacionados con su persona, recreo en mi imaginario personal una ‘juanramoniana’ figura a caballo entre el siglo XIX y el XX, de extrema elegancia y enlutada presencia, de señor con cara de ‘moneda’, de alto espíritu y respetada presencia. Y miro ahora mi calle, y mi casa la última de la vía, cuya fachada ostenta su nombre y me siento honrada por su fantasmal presencia, que deseo, más que nunca, compartir con todos ustedes. 

[1] PÉREZ GARCÍA, J. Fastos Biográficos de La Palma. Ed:Sociedad Cosmológica de Santa Cruz de La Palma y Caja General de Ahorros de Canarias, 2009. 

[2] 160 Aniversario Instituto Canarias Cabrera Pinto : 1846-2006:“160 Años de Enseñanza Secundaria en Canarias” / [ autores, María Rosa Alonso...(et al.); edición al cuidado de Carlos Gaviño de Franchy]. --San Cristóbal de La Laguna : Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna ; Islas Canarias : Viceconsejería de Cultura y Deportes, 2006.

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