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Desayunar en la Biblioteca

Pablo Díaz Cobiella

Desde que empecé los estudios de Biblioteconomía y Documentación imaginé una biblioteca llena de fiesta. Me costaba muchísimo comprender ese silencio reclamado para no molestar. Parecía que los libros fastidiaban ¡en una biblioteca! Una pequeña anécdota. Una mañana llegó un niño de la mano con sus padres, y nada más abrir la puerta se soltó y se lanzó corriendo a los estantes donde estaban los libros de animales, gritaba que quería un libro donde aparecieran jirafas. Desde otras mesas lo mandaban a callar, incluso algunos colegas de profesión desanimaron el desparpajo y la alegría con la que ese niño llegaba al mundo de los libros. El niño se ruborizó muchísimo y fue reprendido incluso por sus padres. Me levanté enseguida de mi puesto y le ofrecí varios libros que contenían historias de jirafas, me dijo que ya no los quería que se habían enfadado con él por haber gritado. Aquel niño se fue de la biblioteca, con sus libros de jirafa en las manos de los padres pero sin la simpatía con la que había entrado. Me marcó muchísimo, y fue ahí cuando imaginé una biblioteca revolucionaria, una biblioteca que proyectara de verdad ese amor, esa pasión por lo que contiene. Esa esencia de transmitir de verdad la cultura, de ser un lugar total que englobe el sentido social, educativo y humano que tanto necesitamos, y que tanto nos impiden.

De todo esto surge la idea de un desayuno literario. Elegimos un autor, escogemos algunos de sus libros e ideas y desayunamos. Pero no sólo se queda ahí. Los alimentos, su sabor, su olor, su tacto están integrados en la obra del autor. Experimentar la lectura no sólo leyendo, sino saborearla, olerla, incluso, tocarla. Todo ello con una interacción que se provoca sola. Y creedme, los libros no se manchan, ni se llena el suelo de fiscos, los libros nos sonríen.

Este es el tercer desayuno literario que hago. Los otros dos, para mí, fueron un éxito en cuanto al entendimiento conceptual de una biblioteca y así me lo transmitieron sus participantes. La Casa Amarilla de Mareando ha marcado un camino de cambio en muchos sentidos y me ha puesto en las manos una oportunidad impensable y única para de una manera o de otra crear un nuevo espacio, un concepto nuevo de transmitir la literatura y todas sus vertientes, y sobre todo hacer que la gente experimente una actividad cultural distinta. Esa casa tiene la magia en cada ladrillo, en cada esquina, en cada zanahoria que cultiva, en todas sus gentes que la construyen.

Y entre todo lo que puede ocurrir en la vida, después de tomarme un espacio para seguir moldeando una actividad que me fascina, surge el lema: La explosión de los sentidos y ahí no podía faltar un hombre de una belleza exquisita que pronuncia en sus textos e ilustraciones todas las formas y esencias sentimentales que podamos imaginar. Jimmy Liao, ese humano que escribe para niños y niñas pensando en los más grandes, algo así como un viaje a la inocencia, no a la infancia. Él logra destruir esa vuelta al pasado, pues cada niñez es única y solo se puede recordar de las maneras que sean pero no revivir. Liao, llega dentro. Besa lo que no hemos perdido e intenta abrazar lo que se nos escapó. Todo eso lo convierte en un autor fascinante, que dibuja sus textos, y que esboza una clara admiración a la libertad en todo lo que hace.

No te puedes perder algo así. El 24 de febrero estaremos de vuelta en la Biblioteca Popular de La Casa Amarilla de Las Ledas. Transformando y creando esencias que generen una nueva visión de los centros bibliotecarios y dar visibilidad a un modelo distinto de hacer cultura, educación e interacción social.

Amo ser lo que soy, sin ninguna duda, más allá de las que me hacen amar más. Soy bibliotecario.

Pablo Díaz Cobiella

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