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Espacio de opinión de La Palma Ahora

Dimensiones del todo

Pablo Díaz Cobiella

El ser y la vida

Imaginemos cómo es por dentro. Cada uno a su manera. Imaginemos también las palabras de cada día y que una consecuencia tras otra, de fenómenos absurdos o no, nos lleva más allá del tejado que guarda nuestra cama. Palabras que pueden ser silencio o gritos de esperanza. Es fabuloso ese lugar común y lleno de sentido en el que todos confluimos, en el que se producen encuentros y desencuentros, en el que todos estamos alguna vez. Esos pensamientos que vamos perdiendo o ganando de la noche al amanecer como resultado del incalculable poder de un sistema abrasado por el afán de proyectar una imagen distorsionada de la autenticidad, cuando el raciocinio es superado por la derrota o la victoria. Una bella teoría, para muchos conspiratoria, para asomarnos a algo más. O también la nada, para los que no importa ganar o perder. Esa fábrica de deseos, lugar para los que viajan de aquí para allá desde un desamor hasta un planeta inalcanzable. Un recorrido que empieza y acaba desvaneciéndose sin dejar rastro alguno de nuestra existencia, más allá de ser recordados o no. Pero la nada es algo, al menos un diálogo con la inquietud. La vida del ser y ese ser en la vida, es una consecuencia de múltiples sucesos en el amor y la tristeza de un átomo.

El espacio

Por aquel entonces, ya me lo decía mi abuelo Luis, las estrellas o esos millones de objetos que brillan cuando miramos al cielo, es probable que estén más cerca de lo que pensamos o lo que nos hacen creer. Si no por qué razón veríamos algo a simple vista que presuponen está a tantos y tantos millones de distancias. O la creencia de que la muerte no es un final. De eso sí que Luis está convencido, pues sentimos algo que ya no existe. Algunos de esos cuerpos que brillan llegan a nosotros vivos cuando en realidad se encuentran desaparecidos. Es lo que me hizo reflexionar sobre las afirmaciones de un ser que era capaz de reducir la ciencia natural en poesía, y demostrarla. En cualquier caso, abuelo quería rugir en mi interior. Sabía que la curiosidad me mataría en un tiempo, y sería capaz de escribir sobre ello y dejar claro que el vacío siempre se puede llenar, esté lejos o no, siempre tenemos la capacidad de crear en él. Vivimos en un entorno que cambia cada vez más rápido, y que asume ese papel de sumisión al ser humano cuando debería ser al revés. Conseguimos cada día que el espacio, ese lugar que no solo es respirable, sea modificado en base a un interés que a su vez no siempre es común a todos, sino más bien a un grupo menor que sin motivo alguno se cree el poder. No sabemos si esto ha sucedido ya. Quizás desde esas estrellas tan lejanas se ve nuestro final, igual que nosotros vemos cada día el de ellas. La ciencia necesita de la poesía, y la poesía necesita ser ciencia. No solo puede explicarse desde un laboratorio, también hay gente que lo describe en un lienzo, en un objetivo de una cámara, en un poemario o, simplemente, es capaz de sentarse y escuchar.

El tiempo

El bien más preciado por todos. No cabe duda que lo es. No estamos aquí para averiguar qué es el tiempo y por qué es el tiempo, aunque esto último tenga capacidad suficiente como para ser explorado. Estamos aquí para vivirlo, para sentirlo. Unos creen que es un regalo de algún ser superior y otros no creen que sea nada, solo lo saborean como pueden y cuando pueden. En un sillón a sillón, de esos encuentros que mantenía y aún mantengo con mi abuelo Luis, hablamos del tiempo y de la pérdida del mismo. Los dos llegamos a la sinceridad más profunda cuando reconocimos que alguna vez, por los motivos que fueran, dejábamos que las horas pasaran sin que sucediera nada, y además éramos, y somos, enormemente conscientes de esa circunstancia que puede parecer tan absurda y que del mismo modo puede servir de mucho. Lo injusto es que el tiempo, o como lo hemos llamado o establecido, no es igual para todos y puede llegar a convertirse en algo extremadamente poderoso, algo así como en la película In time pero sin la ficción. A veces, también sucede que se paraliza de algún modo, cuando besas el amor, o despiertas a su lado mientras ella duerme, o incluso en el sueño, donde no existe esta dimensión. O en los agujeros negros donde hay materia no descubierta y es capaz de plegarse de algún modo y hacer que podamos jugar con los días y los años. O en la imaginación de un Delorean donde podemos regresar al futuro. También el recuerdo y la añoranza asumen un papel fundamental, pues al mismo tiempo que suceden, podemos, si se hace con la verdad y el pecho descubierto, recuperar un tiempo perdido. Es una fuerte convicción con el ahora. En cualquier caso, sé que todos los segundos que van pasando son únicos en todas sus formas, y que no volverá ser igual que el siguiente, ni el siguiente similar a los que vendrán. No sabemos el tiempo, lo importante es que está.

El amor

Sí, el amor. No creo que ningún científico lo reconozca como una nueva dimensión, pues es lógico que no es una ciencia y que no se puede medir. Aun así, se nos escapa de las manos al igual que las otras. Podríamos explicarlo millones de veces que jamás llegaremos a un resultado final. Y está bien que así sea, pues si pusiéramos un límite dejaría de existir la duda y lo desconocido y no concibo al ser humano sin amor, el de la verdad, el que al igual te duele tantísimo, que el que te hace soñar indiscriminadamente. Luis decía una y otra vez que no se acaba el amor sino la prisa, y esto lo explica. Ser amor, vivir en el amor, el espacio al amor, tiempo de amor. Desde un sutil y fugaz amor al amor de toda una vida, o ambos. El amor no entiende de explicaciones, ni de por qué o cómo, o dónde, es inmune a cualquiera de nuestros sentidos, representa el eslabón más alto que podamos proyectar de nosotros mismos y al que nunca se llega del todo y al que tampoco podemos volver. Creo que tiene tanta fortaleza como cualquier otra cosa que no podamos describir. Es un rumbo lleno de tal belleza desconocida. Es impotencia agradable. Es indestructible por mucho que duela. Es una mañana desnuda sin certezas. Es herida y cura. El amor no lo inventamos, fuimos hechos por él, aunque lo olvidemos muchas veces.

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