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El Emprendedor, ni nace, ni se hace… se trabaja

Rayko Lorenzo

Cuántas veces han escuchado la eterna pregunta esa de “¿el emprendedor nace o se hace? Pues bien, yo, cansado de escucharla, de leerla y de que me la pregunten en foros, conferencias y coloquios, hoy quiero aprovechar este medio para intentar dar mi contestación definitiva: ni nace, ni se hace… se trabaja.

Esta mañana leí un artículo que decía que el 80% de los productos que se lanzaban al mercado, no tenían posibilidades de perdurar en el tiempo. Cada vez es más difícil sorprender al consumidor, y, o lo que lanzamos tiene un alto grado de innovación o sirve para hacernos la vida más fácil, o será (impepinablemente): “carne de cañón”. Pues bien, en el mundo emprendedor viene a pasar algo parecido.

Lean conmigo: “todo el mundo no está preparado para emprender”. Sí, lo sé, es una frase dura, pero más cierta que cientos. En una cultura como la actual, en un entorno como el de nuestros días, en el que las personas hemos tenido que reinventarnos laboralmente, en el que los robots (y los nativos digitales), parece que están más preparados que nosotros, se nos ha vendido la cultura emprendedora como si fuera mascar un chicle de menta (o de plátano, que hay que vender la tierra). Parece que, con tener un viejo local de la abuela, darnos de alta en autónomos y tener una página en Facebook bonita, tenemos nuestro futuro laboral resuelto. Permítanme decirles, desde mi más profundo respeto y sin acritud, que no es tan fácil como parece.

Pero vamos a lo nuestro. Lo primero para ser emprendedor es querer, incluso antes del poder. Es saber que es una carrera de fondo más dura que la Transvulcania. Es conocer al mercado, pensar primero en el cliente antes que en el producto o servicio; es trabajar, trabajar y trabajar. Emprender es una aventura bonita, pero ojo, suele jugar con los ahorros de una vida, de los familiares o del préstamo de turno.

Emprender es un trabajo en sí, no cuando ya esté montada la empresa, sino mucho antes de abrir la persiana del negocio. Les digo más, seguramente es más importante el estudio previo que realicemos de nuestra actividad empresarial, que la propia constitución en sí de la sociedad. ¿Por qué no le preguntan al mercado qué es lo que necesitan y no pueden alcanzar en un entorno determinado? ¿Por qué no estudian previamente a la competencia para detectar posibles vacíos en deseos de compra? ¿Estudiarán la ubicación de su negocio? ¿Cuál será la política de precios? ¿Han realizado un plan de proveedores? ¿Y de Marketing?... Para emprender hay que contestar a tantas preguntas previas, que esta que nos ocupa de “si se nace o se hace”, me parece una auténtica falacia.

Si tienen claro que el “querer” es lo más importante, deberán pasar a la segunda fase, la idea de negocio. ¿Cuál es su punto diferenciador? ¿Qué aportará tu negocio al mercado? ¿Por qué les comprarán a ustedes y no al vecino? Si a la última pregunta responden que “por precio”, les auguro una vida laboral emprendedora más corta que el saldo de mi cuenta bancaria en plena “cuesta de enero” … 

Las aventuras emprendedoras que solo se diferencian en precio, realmente no aportan un valor añadido. Está comprobado que el mercado actual es el más informado de la historia, y que, además, está dispuesto a pagar más por algo novedoso, creativo, productivo y singular en uso. Si solo nos diferenciamos en precio, la competencia tendrá más sencillo “derrotarnos”, les bastará con bajar también sus tarifas, y créanme, alguien que lleve más tiempo en un sector tendrá más fácil eso de “aguantar el chaparrón” que otra iniciativa que esté empezando. Pero, por si fuera poco, el mercado es el primero que dice, “es más de lo mismo, algo más económico, pero nada nuevo”. Hay estudios que demuestran que los consumidores cada vez se fijan menos en el precio, le dan más peso a ítem como logística, calidad, inmediatez, innovación…

Una vez que tengan claro lo del “querer” y la idea, entrará en juego el “poder”, la capacidad en sí de la puesta en marcha. ¿Podemos arrancar nuestro proyecto emprendedor con la suficiente calidad para que perdure? Queremos y la idea es buena, pero ¿tenemos los recursos necesarios para que nuestra iniciativa arranque con ese punto diferenciador desde el inicio? El mercado te coloca, y de una manera rápida y en ocasiones incluso cruel… Cada vez es más peligroso eso de arrancar “bajo mínimos”, es decir, subir la persiana que comentábamos anteriormente sin tener todo pensado y ese valor diferenciador implementado. Sé que es difícil, créanme que lo sé, pero si comenzamos nuestro proyecto con la idea de que más adelante podremos introducir las mejoras que teníamos pensadas como elemento innovador, el mercado se dará cuenta de que es “más de lo mismo”, y una vez que te ponga esa “etiqueta”, será más difícil quitársela de encima que a mi hija el dichoso spinner…

Quieran, ideen y busquen el poder de hacerlo, pero tampoco olviden el siguiente elemento, el Marketing. No les digo esto porque sea mi campo de actividad profesional, se los digo porque es una verdad como templo. ¿De qué nos servirá tener una idea emprendedora innovadora, si no somos capaces de llegar a nuestro público objetivo? Decía el archiconocido Henry Ford, que aquella persona que deja de hacer publicidad para ahorrar dinero, es como si parara el reloj para ahorrar tiempo. El marketing y la publicidad es más que importante para los emprendedores, y otra vez vuelve la “preguntita”, ni se nace ni se hace, se trabaja. Hay que trabajar en tener un buen plan para que podamos medir las acciones y modificarlo en función de los resultados que vayamos consiguiendo.

En esta línea también podemos encontrar a otro de los grandes empresarios de la historia, Bill Gates; siempre suele decir que el marketing y el mundo de la publicidad y las relaciones públicas, es de las cosas con mayor peso en las empresas. De su boca han salido frases como esta: “Si sólo me quedara un dólar de mi presupuesto, lo invertiría en publicidad”.

Llegados a este punto, y para que vean que todo es trabajo, trabajo y más trabajo, con la ilusión necesaria para que aderece el emprendimiento, les pongo el ejemplo de un grande. Steven Spielberg se puso “tras las cámaras” con 16 años; rodó una película de esas llamadas “independientes”, con un presupuesto de unos 500$ que se proyectó en un cine local. ¿Saben a cuánto ascendió sus ganancias? A la cifra mágica de 1$ (sí, un solo dólar). Esto, lejos de derrotarlo, le sirvió para mejorar y trabajar más duro, evitando errores cometidos, perfeccionando aquellas cosas que habían salido bien… Hoy en día su fortuna sobrepasa los 3.000 millones de dólares, y en nuestra memoria siempre tendremos algunas de sus películas como E.T., Tiburón, Minority Report, Indiana Jones o Parque Jurásico, entre otras. ¿Qué habría sido de la historia del cine si Steven Spielberg hubiese tirado la toalla con su primer fracaso? Recuerden, la toalla solo se tira en la arena de la playa (aprovechen que ahora en Santa Cruz de La Palma ya tenemos playa).

Bueno, les voy dejando que, para ser verano y estar de vacaciones, ya les he dado bastante la tralla, pero recuerden, no intenten contestar preguntas obsoletas y sin sentido. Si quieren ser personas emprendedoras, fórmense, sean innovadores, estudien el mercado y trabajen, trabajen, trabajen… siempre con toda la ilusión posible, seguramente lograrán más éxito que el bueno de Spielberg con su primer film…

Un saludo.

Rayko Lorenzo.

www.raykolorenzo.com

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