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Historias de la Europa fortaleza

Felipe Ramos

Desconocemos sus nombres, sólo su nacionalidad y que han pasado las últimas 72 horas detenidos en un calabozo, eso sí, “especial”, en la Comisaría de la Policía Nacional en Santa Cruz de La Palma. Desconocemos si tuvieron la asistencia de un abogado y de un traductor antes de iniciarse la identificación y el expediente de expulsión. Pero, a pesar de desconocerlo todo sobre su vida, sobre el duro recorrido y los avatares vividos hasta llegar a la Playa de Los Tarajales y lo acontecido durante su “retención”, algunos han querido centrar la atención mediática en que salvo uno, “todos se encontraban en buenas condiciones físicas”.

La llegada del cayuco nos vuelve a recordar nuestra pertenencia a una Europa fortaleza, blindada ante los ciudadanos y ciudadanas de otros países, especialmente si son pobres. Una Unión Europea y unos Estados miembros que no tienen empacho en proclamar solemnemente su compromiso con la igualdad para acto seguido convertir un acto administrativo, como es la situación de residencia en un país, en un asunto policial. Para no afrontar la realidad se criminaliza la pobreza y se llama “ilegales” a aquellos seres humanos que dejan su vida, su familia y su patrimonio atrás por intentar mejorar sus condiciones materiales de vida en 'El Dorado' europeo. Muchos de ellos desconocen las humillaciones que les esperan en el Viejo Continente, donde son identificados y detenidos por su color de piel o por sus rasgos físicos, hacinados en Centros de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) o en Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) auténticas cárceles para inmigrantes y, finalmente, muchos de ellos expulsados.

Ha trascendido que algunos de los pasajeros del cayuco habían llegado a la Isla en marzo de 2013, pero lo que no ha sido destacado es que por lo menos dos de los países de los que proceden (Mali y Guinea Conakri) se encuentran inmersos en conflictos bélicos. La combinación de guerra y miseria que sigue asolando al continente africano no impide que en Estados como el español el Derecho al Asilo se encuentre amenazado, como denuncia en sus informes la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). Parece que nos sentimos orgullosos de ser geográficamente africanos y políticamente europeos para que, en estos casos, respiremos aliviados cuando estos 12 subsaharianos hayan salido de la Isla y así podamos seguir mirando como algo lejano a nuestra realidad lo que sucede todos los días en Ceuta y Melilla, los naufragios de embarcaciones con inmigrantes en el Mediterráneo, el Estrecho o las costas de Fuerteventura y Lanzarote. Pero no nos engañemos, la realidad es que nos encontramos, pese a la crisis, en la frontera más desigual del mundo.

Como no queremos ir a la raíz del asunto, hablaremos del buen estado en que llegan los inmigrantes, del mar en calma que favorece la travesía, de las mafias o de los supuestos barcos nodrizas, pero no de un sistema económico, el capitalismo, en cuya esencia está la desigualdad y la explotación que condena a la mayoría de los habitantes del planeta en beneficio de unos pocos.

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