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La indignación de Canarias

Elsa López

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Motivos tiene Canarias para mostrarse indignada, dolida y rabiosa. Reclaman lo que es suyo y que no es otra cosa que el destino de sus islas. La injerencia por parte del Gobierno central a la hora de tomar decisiones sobre ellas en lo relativo a sus riquezas naturales, es algo que no admite réplica. Canarias tiene el mar, un mundo marino especialmente rico en especies protegidas, unas playas especiales por su rara morfología, unas costas inigualables y unas tierras en el interior que ofrecen paisajes de una belleza extraordinaria. Todo eso es obra de la naturaleza y los canarios lo saben. Durante siglos, generación tras generación, los habitantes de estas islas han sabido guardarla y conservarla a pesar de las conquistas y los conquistadores que arrasaron y distribuyeron toda esa riqueza con mayor o menor fortuna y que obligaron a Canarias a sembrar y cultivar productos importados de otras tierras desde el cultivo del tomate a los plátanos o la piña o la caña de azúcar. Inglaterra, Países Bajos, España, y un largo etcétera de colonos políticos o económicos, exigieron a sus habitantes cultivar y comerciar lo que les venía en gana y, como consecuencia, la variabilidad constante del paisaje y su destrucción en muchos casos no sin la colaboración, por desgracia, de muchas de las instituciones del archipiélago.

Pero algo está cambiando en nuestras islas. El pueblo canario, tan proclive a dejarse gobernar a causa de su carácter pacífico y poco dado a querellas y enfrentamientos, está empezando a enseñar los dientes. Y los está enseñando a base de bien. ¿Cuál es la razón de esta indignación colectiva?: La decisión del Gobierno central de comenzar las prospecciones petrolíferas en las islas. Y el pueblo ha dicho no. No queremos que se hagan sondeos y que luego encuentren, si es que encuentran, petróleo en el mar que cerca las islas. Es un no rotundo. Multitudinario. No quieren que se ensucien sus playas, que muera su fauna marina, que desaparezcan los paisajes que hacen de las islas una referencia en el Atlántico.

A veces me he preguntado las razones por las que los canarios tardaban tanto en tirarse a la calle por motivos más que suficientes para hacerlo como eran el paro, la corrupción de instituciones y empresas públicas o privadas, los malos arbitrajes de determinados departamentos de justicia, la indiferencia a los problemas sociales de algunos cabildos y alcaldías y, en resumen, un etcétera largo que no merece la pena volver a reseñar y que pertenece al día a día de la política regional y de muchos de sus gobernantes. Pero ahora lo entiendo. Esas razones les llegaban de lejos, como una imposición que ellos pensaban que nada tenía que ver con sus necesidades más cercanas. Ahora sí. Ahora les han tocado lo que forma parte de sus raíces más profundas: la tierra. Lo único que han tenido durante siglos y que ya una vez les fue arrebatado con la espada y con engaños. Y ya no valen ni la una ni los otros.

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