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Maleducados

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(En respuesta a Sergio Hidalgo y María de Haro)

“Si tus planes son para un año, siembra trigo. Si son para diez años, planta un árbol. Si son para cien años, instruye al pueblo. Sembrando trigo una vez, cosechas una vez. Plantando un árbol, cosecharás diez veces. Instruyendo al pueblo, cosecharás cien veces.” (KUAN ? TSEU)

Empecemos por un dato, este país gastó en educación en 2010 sólo un 4,2% de su PIB, mucho más bajo que el promedio de la UE-15 (5,2 %), y mucho, mucho más bajo que Suecia (7%). El gasto educativo por alumno en este país es de los más bajos de la UE-15. La Ley de Educación hay que cambiarla, en eso estamos de acuerdo. En gran medida, las razones de esta necesidad, son más por la falta de consenso, este es necesario en educación, porque es una cosecha lenta. La supuesta falta de eficacia de la educación en España, es algo discutible y discutido. Venimos del analfabetismo y hemos tenido gastos educativos más bajos que la media y un peso de la educación privada superior a la media. En España, el 34% de los estudiantes van a la privada, y el 66% a la pública pero, en Finlandia, el país de la mejor educación de Europa el 7% de la educación es privada y el 93% pública. Esta es una causa evidente de nuestra diferencia educativa respecto a nuestro entorno. No se educa a un país, como dice el refrán chino, en un año. Además, no se mejora la educación recortando en la pública y fomentando la privada. Ningún premio nacional de bachillerato o premio nacional de licenciatura, ha salido de universidades privadas, aunque salgan de la educación privada la mayor parte de diputados, senadores y ministros del PP.

La igualdad de oportunidades constituye uno de los cimientos de la educación. La Ley Wert limpiamente los dinamita. Eso es un hecho indiscutible. La subida de tasas, la limitación de acceso a becas, la reducción del profesorado e investigadores universitarios, además de la reducción de sueldo de los educadores, es pura, simple y llanamente, una voladura del sistema educativo, y además con saña y alevosía. En un gesto de burla, haciendo trampas al solitario, la asignación a becas ha subido, pero las condiciones para recibirlas se han endurecido, de manera que gran parte de esa asignación no se va a gastar y lo saben, ¡claro que lo saben! por eso las han subido.

En comunidades gobernadas por el PP es todavía peor. No se cubren, ni las plazas de Formación Profesional y el coste de las matrículas, en esta opción educativa, se han multiplicado por diez, llegando a los trescientos o cuatrocientos euros. En Madrid se dio libre elección de centro a los padres, pensando que preferirían los centros privados, pero cuando eligieron por su mejor calidad, los centros públicos, simplemente cerraron el centro público en un vano intento de que eligieran el centro privado por cuestión de cercanía, pero ni por esas. Es el colmo de la traición al espíritu de servicio público, tratar de que los padres lleven a sus hijos, obligatoriamente, a un centro privado. La única razón de este comportamiento es el adoctrinamiento de las nuevas generaciones por la Iglesia, como pasaba en el siglo XIX.

Los investigadores universitarios becados, que acababan de ser incluidos de la Seguridad Social, han sido expulsados de esta a patadas. La flor y nata de la inteligencia española, aquellos que han respondido ante la máxima exigencia con el máximo resultado, vuelven a ser tratados indignamente, como esclavos. Nombremos uno de los muchos principios pedagógicos que esta Ley pisotea o, por ignorancia, o por brutalidad. Se sabe, desde que lo estableció Piaget, que un infante solo adquiere capacidad de abstracción sobre los once o doce años. Hasta esa edad es imposible conocer sus aptitudes o inclinaciones, de manera segura, y es solo a partir de esa edad cuando se le puede y se le debe exigir desarrollo de habilidades cognitivas. Sin embargo la Ley no tiene en cuenta ese principio elemental.

Terminemos citando otro, el argumento de la exigencia, primero ¿quién dice que la educación española no exige? No es una afirmación que se deba hacer a la ligera y no la aceptamos como demostrada. Pero aunque así fuera, la exigencia no es la panacea (no hay panaceas). Hay un libro de lectura recomendada, en todas las Facultades de Pedagogía de España, en primero de Pedagogía, que se titula 'Bajo las ruedas' de Hermann Hesse. Es una novela donde se detalla cómo la excesiva exigencia del sistema educativo alemán, destruye o expulsa al educando. Recordemos que Einstein suspendió la selectividad alemana, el 'landerexamen', y acabó estudiando en Suiza. No es una anécdota. El descubridor de los rayos X, Röntgen también tuvo que estudiar en Suiza porque también suspendió la selectividad. La exigencia no es una vía lógica para el logro y empíricamente ha creado más problemas de los que ha resuelto. En pedagogía existen los refuerzo negativos, para simplificar, los “castigos” y los refuerzos positivos, los “premios”, y es preciso un exacto equilibrio entre los dos. La exigencia, tal como la plantea esta Ley, es más un refuerzo negativo al estudio que un refuerzo positivo. Ah, y sin meterme con cuestiones que simplemente dan olor a rancio, como que la religión, un asunto respetable pero privado, sea evaluable, o subvencionar escuelas que segregan por sexo. Aun sin entrar en estos asuntos, la ley no hay por donde cogerla. Hagan un favor a este país, y pónganla en su lugar: la basura.

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