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Querer salir del pozo tirándose de las orejas

Miguel Jiménez Amaro

Mi amigo León -el hermano de mi también amigo El Charro, aquel que tomaba las botellas de vino y de cava de tres en tres- que estudió económicas en Harvard, e hizo varios másteres, leyó el artículo El sacacorchos, y me llamó por teléfono para hacerme algunos comentarios, al mismo tiempo que me quería hacer un pedido de los vinos mencías que trabajo del Bierzo, de las bodegas Gancedo: Ucedo, Xestal y Gancedo, y los dos godellos con doña Blanca: Herencia del Capricho y Capricho.

León es un enamorado de la Isla desde que la conoció hace unos años cuando vino a pasar una semana con su hermano El Charro. Conoció en esa semana a Ninnette, Lissette y El Chivato Tántrico, y se quiso iniciar en la sexualidad sagrada. Lo hizo con su compañero en la playa de Las Cabras.

León ha recorrido todos los senderos de la Isla; los túneles volcánicos; ha corrido todos los años la Transvulcania; conocido todos los fondos marinos, a pulmón y a botella; competido en todas las travesías a nado en donde no se lo ha puesto fácil a nuestro amigo David Meca; se ha tirado en parapente; ha hecho pesca de altura y submarina; tiene su propia cuadrilla en la caza del muflón; sale a cazar codornices y conejos; ha hecho surfing en todas las playas de la Isla; patinado; esquiado; ha recorrido la Isla en bicicleta, tanto por carretera como por pistas o senderos; ha dado conferencias por todas las plazas del mundo sobre la Isla, tanto de su naturaleza como de su cultura y economía, en lo que es titulado de alto rango.

Me comentó  León por teléfono que tiene unos estudios económicos evaluados y contrastados por Harvard sobre la Isla la mar de interesantes. Cuando León habla de estos asuntos, podemos disentir, está claro, él no pretende lo contrario, pero hay que escucharlo. Me comentó que tiene datos totalmente fidedignos sobre las compras en otras islas, o en la Península y el extranjero, de las personas que viven en esta Isla; de las que se hacen online o por catálogo, y de las que se hacen en grandes superficies.

Me dijo León, que con la cantidad de dinero que producen estas compras desaparecería el paro que tiene La Palma; todos los comercios y negocios que han cerrado volverían a abrir; no habría ningún local comercial sin alquilar o explotar; no habría nadie pidiendo por la calle; todas las casas en ruina estarían restauradas; nada de mierda o basura tiradas por los barrancos o en cualquier otro punto; tendría la Isla unos mejores servicios médicos; una mejor enseñanza; y que si a esto le sumáramos el dinero que se gasta en las grandes superficies, que no invierten en la Isla sino fuera de ella, en vez de en los pequeños negocios locales, se podría tener un mucho mayor nivel de vida; una agricultura que podría pasar a ser la despensa de las demás islas; que no habría un terreno sin cultivar; que regresarían personas que están trabajando fuera contra su voluntad.

Él no se explica el porqué de estos hábitos, y lo compara con el de aquel señor que cayó a un pozo y que quiso salir de él tirándose de las orejas. Es decir, que comprando fuera, comprando online, por catálogo, o en grandes superficies, en vez de hacerlo en los pequeños negocios locales es como intentar salir de un pozo tirándote de las orejas; porque no siembra futuro para tus hijos, familia, amigos, paisanos, y sí para las grandes fortunas, los grandes capitales.

León me preguntó, al hablar de estos temas, si la historia del sacacorchos era real. La de aquel vecino que cada vez que tenía que abrir una botella de vino me pedía el sacacorchos prestado  a mí, cuando se jactaba de comprar el vino, trescientos euros cada tres meses, a una empresa que vende por teléfono. Yo le respondí que él me conoce bien, tanto como su hermano El Charro, con el que me unen muchísimas borracheras, y que sabe que esto es solo la punta del iceberg de las cosas que me ocurren a diario en Las Cosas Buenas de Miguel.

Le seguí diciendo que en diecisiete años de Las Cosas Buenas de Miguel, que son casi sesenta y dos de mi vida, he visto ocurrir tantas y tantas cosas de todos los colores, pero que tengo un amigo que ha visto mucho más que yo, y le empecé a enumerar algunas que este amigo me ha comentado.

Un amigo suyo, al entrar por primera vez en su tienda, le dijo:  “¡Pero amigo, esto lo tienes tú aquí, pero si yo lo compro cada vez que voy a Madrid!”, y nunca más pasó por su tienda, sigue comprando en Madrid. Otro amigo le dijo que él siempre que sale a los restaurantes pide el vino suyo, le preguntó cuál, y la respuesta fue una marca que por supuesto él no trabaja. Otro amigo le dijo que este año le venía a comprar el cava, porque fue a traer un furgón desde Barcelona, lo llenó de cava, pero que por un problema burocrático no se pudo venir con el furgón. Otro amigo le dijo que este año no le compraba las conservas porque se había ido de vacaciones a Galicia, las vio en una tienda y las compró allí. Otro amigo lleva diciéndole, siempre por Navidad, que dentro de un par de días va a pasar por la tienda para comprarle los regalos de empresa,  y que no lo ve aparecer nunca. Otro amigo le animaba mucho a abrir la tienda diciéndole que con lo que él y sus amigos le comprasen no iba a tener problemas, y nunca más supo de él. Una amiga, que nunca le ha comprado nada, le vino a presentar a su hijo para que le diese trabajo. Otro amigo, por ayudarlo, le hizo perder la línea de descuento comercial y la visa, -con lo que casi le tumba las patas- y ahí no acabó la cosa, lo dejó enganchado por dos veces con una cantidad alta de dinero, repuso la deuda, en dos años las dos veces, pero sin embargo tenía dinero para comprarle a otros proveedores de otras islas, de contado, y a él, le dejó de comprar. Otro amigo al que le dio a facturar miles de euros, le tuvo que retirar la mercancía para poderle cobrar; quedó un resto que tardó un año en pagar; cada semana, cuando iba a cobrarle, lo más que le entregaba eran veinte euros, pero pagaba de contado la mercancía que le traían de Tenerife.

León me volvió a decir:  “Sí, Miguel, y esto será otra  punta de otro iceberg, como te ocurre a ti. Pero en el fondo es lo mismo que te acabo de decir, es como si esta Isla se haya caído en un pozo, y hace como el hombre aquel, querer salir del pozo tirándose de las orejas”.    

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