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Turismo ¿teoría o praxis?

Julio M. Marante

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La Palma, en el ámbito turístico, lo tiene casi todo por hacer… Es un pueblo que no ha alcanzado la conciencia plena de lo que puede suponer un sector, en el que se han dado pequeños pasos para situarlo a medio camino de lo que podría ser su potencial objetivo. La semana anterior, tuve ocasión de presentar la conferencia “Diez Leyendas Urbanas del Turismo” organizada por Evento 7 Producciones, de mano del Ingeniero Técnico de Obras Públicas, José Tomás Rodríguez Paz, en la Sala Centro de Santa Cruz de La Palma, un lugar acogedor, debido a la obra emprendedora del matrimonio Carballo-Belloso. Acepté de buen grado la invitación porque me sentí cómplice del tema de la conferencia, de ahí, que me animara también a moderar el posterior coloquio.

Los ponentes, Fernando La Roche Brier y Fernando Saenz-Marrero, se encargaron de desmontar, una a una, las “Diez leyendas…” para luego abordar, mediante elementos objetivos, la situación de futuro en la que ya estamos inmersos. Los conferenciantes, expertos en el tema, hicieron todo lo posible por transmitir parte de sus conocimientos al auditorio. Recordemos que Fernando La Roche es Licenciado en Ciencias Económicas y Em­presa­riales por la Universidad de La Laguna y Diplomado en PDD (Programas de Desarrollo Directivo) por el IESE, una de las mejores Escuelas Internacionales de Negocios. Ha estado vinculado a la cadena hotelera Seaside en Canarias, de la que fue Director General y, en la actualidad, sigue siendo asesor externo de dicha cadena y miembro de la comisión de Turismo de la Cámara de Comercio de Gran Canaria. Por su parte, Fernando Saenz-Marrero es Ingeniero Industrial, Economista y Diplomado en Marketing (Lausane, Suiza) y está Diplomado en Planificación Integrada del Turismo. Ha sido Profesor Asociado del Departamento de Economía y Dirección de Empresas en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, y es autor del libro titulado “Las 3R de su negocio, Re-pensar, Re-diseñar y Re-emprender”.

No entraremos de lleno en las llamadas “leyendas urbanas”, motivo de la conferencia, pero no descartamos hacerlo en venideras opiniones, esta vez queremos afrontar el hecho de que, en la actual situación, ante el parón de nuestros escasos sectores productivos, el turismo aparezca como una esperanza de cambio en nuestra economía del porvenir. En La Palma, la crisis económica ha llegado al campo. Menos mal que, a nivel europeo, se siguen defendiendo políticas de protección de productos sensibles como el plátano, sostén de buena parte de nuestra economía, que en las últimas décadas ha estado haciendo equilibrios en el alambre de la incertidumbre. En cuanto al trabajo de la huerta con criterios de rendimiento, la rentabilidad es prácticamente nula. A los mayores costes de producción, unimos los precios a los que venden los agricultores sus cosechas, precios que han ido cayendo por razón de la fuerte reducción de las rentas familiares de los consumidores y el impacto que esa merma tiene sobre los hábitos de compra de productos alimentarios básicos. Son los aprietos de nuestra gente, que se multiplican cuando hablamos del vestido y del calzado, y comprobamos que el comercio también ha “tocado fondo”. Esta es una realidad tangible, que cada uno la puede interpretar en la forma que mejor le parezca intelectualmente o que más le convenga políticamente, pero la fuerte crisis económica que nos sacude, obliga a la reflexión.

Hemos seguido con el interés de los ciudadanos medianamente preocupados por las cosas de su tierra, el cambio de actitud de muchos palmeros ante el turismo, y el papel que este sector podría jugar en la superación de estos años que han ensombrecido nuestras vidas. El clima, por tanto, es propicio, pero es necesario poner en activo las potencialidades de La Palma y de los palmeros, para que aquellos que nos visiten vivan en esta Isla “una experiencia única”. Después de anunciar que en 2013, en España, se superó la barrera de los 60,6 millones de turistas extranjeros, el presidente Rajoy ha asegurado que el turismo es el “mascarón de proa” de la economía y uno de los sectores que mejor se ha comportado “en años de verdadera dificultad”. En Canarias, también se han alcanzado “los máximos de la serie histórica” en número de visitantes. La Palma, sin embargo, ausente de esa plusmarca, continúa siendo, turísticamente, una isla por descubrir. ¿Por qué? ¿En qué fallamos? ¿Es que acaso no ha mejorado considerablemente el índice de satisfacción, por ejemplo, de los “cruceristas” que hacen escala en nuestro puerto? Pero ¿Y los demás…?

Decía Feynmann que “nada ocurre porque sí. Todo en la vida es una sucesión de hechos que, bajo la lupa del análisis, responden perfectamente a causa y efecto.” Es menester que hagamos un examen exhaustivo del tema. No bastan unas conferencias, aunque después de muchos años, hasta algunos palmeros que fueron reticentes con el sector, cambian de mentalidad y abogan por el despertar de esta “bella durmiente”, poniendo en valor sus parajes naturales, la riqueza de su cultura y la importancia de su historia. Pero hacen falta hechos. Hoy vemos en el turismo una actividad económica de primer orden, que ha sido el motor de desarrollo de otras Islas. Sin embargo, de poco han servido las promociones, los planes turísticos encargados, la conservación de nuestros paisajes frente a la urbanización masiva, el querer buscar un punto de equilibrio que permita el desarrollo de la actividad turística sin que se degrade el medioambiente… Y esto sucede cuando el turismo exige, cada vez más, un desarrollo sostenible que genere placer, descanso y prosperidad sin destruir la belleza y la cultura del lugar. Por eso, actualmente, ya no se entiende que la mentalidad conservacionista de los palmeros impida que La Palma, se abra al exterior. Ha llegado el momento de analizar y superar “los factores-obstáculos”, la conectividad entre ellos, que han paralizado el proceso dinámico de la industria del turismo en nuestra Isla. Una industria sin chimeneas, vinculada a los flujos de intercambio de personas e ideas modernizadoras, con capacidad de absorber y difundir las nuevas tecnologías y, al contrario de lo que algunos pensaban, una potencial aliada de los usos sostenibles de los recursos que absorbe. Tenemos sobre la mesa una apuesta por el turismo, reconociendo, sin obviar las notas negativas que tiene, que es un puente entre la miseria y la esperanza, una herramienta para frenar la pobreza y un complemento esencial en el desarrollo futuro de la Isla.

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