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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
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La importancia de llamarse “ErPapa”

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Hace un año, mientras desayunaba, una noticia impactante surgió de entre los susurros subliminales de mi televisor (que ni siquiera sabía que estaba encendido). Me quedé atónito y sobrecogido. El anuncio de la renuncia de Su Santidad eclipsó y desintegró las pseudonoticias habituales de las mañanas: el escándalo Urdangarín, el caso Bárcenas,... quizá Belén Esteban, el maquiavélico Rubalcaba (el Sadam Husein español)? Lo sobrecogedor del caso era que les venía muy grande (a la prensa). “LA NOTICIA ES TAN IMPORTANTE QUE LE VAMOS A DEDICAR VARIOS MINUTOS”. “ES UNA NOTICIA TAN INCREÍBLE QUE NO SÉ CÓMO CONTARLA”. Una voz a mi lado, incluso, ratificaba los desordenados y caóticos comentarios periodísticos. “Éste es el último Papa; o el penúltimo, no me acuerdo”.

Mi estupefacción, por supuesto, no tenía que ver con el fondo de la noticia. La pregunta que me formulé y (aún) me sigo formulando es: ¿Por qué es tan importante? O quizá: ¿Para quién es importante? Nunca he entendido por qué los telediarios se hacen eco continuamente de los viajes del Papa a África, a Sudamérica o al retrete de sus aposentos; de los encuentros con las “Juventudes Católicas de Camisa Azul”; de sus particulares comunicados que (habitualmente) atentan contra el sentido común y ponen en riesgo millares de vidas (al condenar la anticoncepción). Pero, volviendo a mi pregunta. ¿A quién le interesaba la noticia de la dimisión del Papa?

1) A la iglesia católica, de acuerdo. Es evidente. Los que creen en la figura de un emisario de Dios en la tierra (o sea, un ser extraterrestre) ven avalada dicha creencia por la propia vestimenta, mucho más lograda que la túnica del señor Spock (el orejudo de Star Trek).

2) A los profetas apocalípticos, esotéricos, mesiánicos?, interesados en verificar si, realmente, este Papa es el último o el penúltimo.

3) A los lectores de revistas del corazón.

¿Por qué intentan imponernos, al resto, el calificativo de “notición”? Ocurre que este Papa se fue, pero se esperaba a otro sujeto para ponerse su mismo disfraz, vivir con sus mismos lujos, pronunciar las mismas barbaridades adoctrinadoras y crueles, manipular a las conciencias más débiles y/o analfabetas?

En cuanto a las profecías, a nadie interesan ya. Cuando yo era pequeño, los consecutivos “fin del mundo” se sucedían en intervalos temporales lo suficientemente distanciados como para que pudieran generar cierto morbo, pánico y polémica. Actualmente vienen dados tan seguidos que sólo generan burlas.

En definitiva, el Papa se fue, sí, pero yo ni siquiera sé si se llamaba Kissinger, Ratzinger, Kim Bassinger o Wojtyla. Más que la dimisión de uno de sus miembros, la noticia, en todo caso, sería la desaparición del Estado Vaticano.

Y llegó SuperPaco?

Sin embargo, el sustituto asombró al mundo y cada dos por tres pone patas arriba las editoriales y emisoras del mundo civilizado. El Papa actual es más que un representante de Dios. Casi podrían achacársele los grandes avances sociales y culturales de la civilización occidental en los últimos tiempos.

Por ejemplo, no podemos afirmar que sea antiabortista, pero perdona a los que lo son. No podemos afirmar que no sea homófobo, pero sería capaz de estrechar la mano de un homosexual sin asquearse. No podemos decir que crea en la procreación fuera del matrimonio, pero es capaz, incluso, ¡de bautizar a un nacido de padres no casados!

Es obvio, hemos de rendirnos a la evidencia. Un individuo así no es, ni mucho menos, un ser normal. Es un impulsor más, un abanderado de la modernización y de los derechos sociales. Sigamos adorando a SuperPaco.

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