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El pueblo saharaui, tantos años después

Andrés Expósito

La información, el conocimiento, es el caudal mediante el que el garabato de un niño forja y crea los próximos trazos: los instantes, el paisaje, los océanos grandes, los mares chiquitos, las importancias y las menudencias. Para el Pueblo, para los ciudadanos, es además el sortilegio mediante el que extrae y propone sus propias conclusiones, reflexiones, los argumentos, los actos. La desinformación o falta de la misma para el pueblo español de lo que acontece en Tinduf con los refugiados del Sahara Occidental, corresponde una vez más a la ocultación de la verdad, de lo que sucede, al aislamiento necesario en el que pretenden sumergir a los ciudadanos para mantenerlos alejados de la realidad, de los hechos, de las vergüenzas de este país, la de USA, la de la ONU, la de la Comunidad Económica Europa, la de todos aquellos poderes que, en una u otra manera, abandonan en el trastero de la realidad, al fondo, debajo de todo, el genocidio y la imposibilidad de estos últimos 40 años del pueblo saharaui.

Hay cientos de miles de vidas en esos campamentos, los cuales no albergan otra situación que el impedimento y el encarcelamiento de su exilio, en el que residen, sometidos en jaimas y débiles construcciones de adobe, como si todo hubiera quedado pausado, un presente que se repite, un calendario sin mañana, sin solución; y en ello, la inhumanidad, el terrorismo, los verdugos, los violadores de derechos humanos, no solo parten y son los protagonistas directos de lo sucedido hace 40 años con la Marcha Verde, no, no solo ellos, también múltiples países, al frente España, la Comunidad Económica Europea y USA, quienes anteponen sus intereses económicos o comerciales a la situación en la que residen los refugiados saharauis: proscritos de su patria, en condiciones lamentables y penosas, dependiendo única y exclusivamente de las ayudas humanitarias.

Todo es un contrato, una conveniencia mercantil, un favor por otro favor, una cantidad inmensa de dinero por debajo de la mesa, una reunión fuera de las orbitas de los noticieros, un proyecto de inversión para el futuro, nada más, lamentablemente, nada más. Todo es eso, y lamentablemente ese es el caudal con que el garabato de cualquier niño construirá los próximos trazos, los instantes, los argumentos, las opiniones, las cosas grandes, y las cosas chiquitas, las necesarias y las innecesarias, también la mano que tendrá que ofrecer, el esfuerzo que tendrá que realizar, porque ningún gobierno hará nada por él, tendrá que hacerlo él por sí mismo, empero por los demás, por los que necesiten de su ayuda, y en eso será grande si lo aprende, más grande que nadie, más admirado que nadie, aunque permanezca ahí, en el silencio, en el desconocimiento, fuera del escenario, lejos de la vista y la percepción de los espectadores del teatro.

Lo que sucede con el pueblo saharaui es un pecado imperdonable como cientos de pecados horribles y nauseabundos cometidos por la especie humana, un genocidio democrático bajo contrato de intereses comerciales, y donde las víctimas, en este caso, están vivas, pero un genocidio al fin y al cabo.

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