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El talento y el ego son inversamente proporcionales

Carlos Felipe Martell

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Ocho meses han transcurrido desde la primera presentación de mi primera novela. Como yo, son muchas personas en Canarias las que se embarcan en este curioso, complicado y pintoresco mundo de la publicación. Con dos ediciones casi agotadas puedo concluir que he sido afortunado, pero... existen dos mandamientos que jamás debemos olvidar los que, ahora, estamos cruzando este sendero.

Primero: como he dicho, somos muchos. “No eres el único que publicas, amigo”. Así que no somos dioses ni somos especiales.

Segundo: acabamos de llegar. Es importante recordarlo, tanto si te va bien como si te va mal.

En esta (mi primera) incursión en el mundo de la Feria del Libro he conocido a escritores con las personalidades más diversas, y no todo es siempre lo que parece. Había oído hablar de él; creía que era un tópico. Pero... existe. El Ego del Escritor.

Los que me conocen saben que este tipo de actitudes no me provoca rechazo ni desprecio, sino un poco de lástima, una mediana e injusta cantidad de risa (reírse de una actitud siempre es injusto) y, sobre todo, muchísima inspiración. ¿Por qué seré tan analítico y me meto en estos charcos? ¡En fin! Vamos allá.

Es curioso el contraste entre la modestia enfermiza de algunos grandes escritores canarios (actuales) consagrados como Olga Luis Rivero, Roberto Cabrera, Domingo Acosta, Antonio Arroyo (a cuyas obras recomiendo acercarse a quien no las conozca), y los aires de grandeza que se insuflan algunos narcisistas de la pluma a base de soplarse piropos a sí mismos en un corto recorrido (de su boca a sus oídos).

¿Qué me dices de aquel hombre que ha escrito un pequeño libro? Sí, ese, el que me presentaron en la Feria; al despedirse, no se dignó mirarme ni decirme adiós. Estoy convencido de que, ni siquiera, fue consciente de su “acto exento de tacto” (¡eso es lo peor!). Le sale solo, al natural. No padece ninguna dolencia de envidia, superioridad o competitividad. No. Es, simplemente, un problema de súper-ego. Él no saluda. En todo caso, espera a que lo saluden.

¿Qué me dices de la mujer esa que escribe? Sí, esa, la que me solicitó un “Me Gusta” para el muro de Facebook de su novela. También yo, por supuesto, le hice la recíproca solicitud para que entrara en 'Los Privilegiados del Azar'. Ella, como premio, obtuvo mi 'Like'. Yo sigo esperando el suyo... Bueno, ya no; me he cansado de esperar. Estoy convencido de que, ni siquiera, fue consciente de su “acto exento de tacto” (¡eso es lo peor!). Le sale solo, al natural. No padece ninguna dolencia de envidia, superioridad o competitividad. No. Es, simplemente, un problema de súper-ego. Ella no agasaja. En todo caso, espera que la agasajen.

Dos mandamientos, dos. Ni estás solo ni estás tan arriba como crees. De hecho, es posible que, los que de verdad están arriba, distorsionados por la aparatosidad de las perspectivas e indiferentes ante las tonterías de los faltos de talento, no sean conscientes de su privilegiada posición. Pero tampoco les preocupará, porque el talento y el ego son inversamente proporcionales.

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