“Le pido a Europa que no rechace a los inmigrantes y que se renueve con ellos”

Alejandro Solalinde se encuentra estos días en La Palma. Foto: LUZ RODRÍGUEZ.

Esther R. Medina

Santa Cruz de La Palma —

Sufre amenazas de muerte por denunciar públicamente los atropellos que se cometen contra la población migrante latinoamericana que abandona sus países en busca de futuro. El sacerdote mexicano Alejandro Solalinde, destacado defensor de los derechos humanos y director del albergue Hermanos en el Camino de Oaxaca, propuesto a Premio Nobel de la Paz por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se encuentra en La Palma invitado por el grupo local de Amnistía Internacional y este viernes, a las 20:00 horas, ofrecerá una conferencia en la Casa Salazar de Santa Cruz de La Palma con el título Migrantes centroamericanos. “La situación de los inmigrantes que llegan al albergue sigue siendo crítica porque en sus lugares de origen hay cada día más violencia; la gente está huyendo no solo por cuestiones económicas sino por supervivencia, sobre todo de Honduras, El Salvador, Guatemala y también Nicaragua”, ha relatado a este digital. “Llegan por México, la puerta ya se está cerrando en Estados Unidos, siguen pasando todavía, aunque menos que antes, siguen regresando personas que ya se rindieron, pero hay otras que permanecen en México, y aquí también están sufriendo porque el Instituto Nacional de Inmigración los trata muy mal, es una instancia administrativa por ley, pero de facto está utilizando armas de fuego, pistolas eléctricas y tortura cuando no quieren decir su nacionalidad, han maltratado mucho a la gente”, afirma. “Otro peligro para ellos es el crimen organizado, aunque ya no se ve la diferencia entre el crimen organizado y el crimen autorizado porque es la infiltración del crimen organizado en todas las instituciones de México”, denuncia.

A Solalinde, que ya visitó La Palma en 2011, también le preocupa la desprotección que sufre la mujer en México. “Estamos viviendo una situación muy violenta, donde, diariamente, de forma impune, son asesinadas siete mujeres, y a pesar de que se ha declarado la alerta de género en algunas ciudades no se ha logrado parar los crímenes porque hay una gran connivencia del crimen organizado con las autoridades”, asegura. Además, subraya, “hay una cultura judeocristiana que sostiene indirectamente la Iglesia católica de un no aprecio a la mujer, de una no integración y eso se vive en los hogares católicos”.

“El origen de la violación sistemática de los derechos humanos a los inmigrantes es el factor supremacista racista en Estados Unidos y Europa, porque hay personas que todavía creen que las razas son desiguales y que hay que buscar una pureza étnica”. En este sentido apunta que “en Estados Unidos Donald Trump influye mucho en la política pública migratoria de México, porque las leyes son muy claras, defienden los derechos humanos de las personas migrantes, pero de facto el Instituto Criminal de Inmigración, que así lo denomino yo, está persiguiendo a los inmigrantes y los trata muy mal”.

Este sacerdote mexicano, que es coordinador de la Pastoral de Movilidad Humana Pacífico Sur del Episcopado Mexicano, quiere lanzar “al mundo y también a Europa” un mensaje: “Hay un miedo a lo desconocido, a los que vienen de fuera, porque piensan que van a venir a quitarnos el trabajo y las oportunidades, que son como intrusos que llegan a adueñarse de lo nuestro, de lo que hemos construido, pero los migrantes nos recuerdan una gran verdad: todos somos migrantes; lo que estoy viendo ahora mismo en La Palma lo tendrán que cuidar las nuevas generaciones, vengan de donde vengan, es una ley de la vida; los migrantes tienen que renovar Europa, con los valores que traen, no tienen que tener miedo los europeos, deben acercarse a ellos y hacer esa transición con inteligencia, respeto y amor”.

Este religioso, cuya labor en defensa de los migrantes es reconocida a nivel internacional, tiene que enfrentarse a diario a multitud de adversidades y su vida sigue estando amenazada por grupos criminales que trafican con personas, órganos y armas. “Saco fuerzas de Jesús, de nadie más, creo en Jesús y en el Espíritu Santo, pero no como una paloma sino como un joven muy fuerte, valiente, innovador, revolucionario, subversivo, que está cambiando las cosas y que no le pide permiso a nadie”, manifiesta. “No tengo miedo a la muerte porque mi vida está en manos de Dios, sé que el día que me ultimaran a mí voy a estar muy bien con él, eso no me preocupa, lo que yo quisiera es hacer un poco más, luchar más por los migrantes, más por los derechos humanos, más por ustedes, las mujeres, que en muchos lados todavía no las aceptan en esta civilización hecha por hombres, y no tener un mundo influenciado por las mujeres nos ha empobrecido y nos ha llevado a guerras, genocidios, desastres ecológicos y a la adicción al dinero”, sostiene.

“La Palma es un lugar privilegiado, pero desde aquí también se puede pensar en el mundo, es necesario hacer acciones solidarias como realiza Amnistía Internacional, a la que considero la organización de mayor autoridad moral del mundo”, concluye.

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