“El ‘Chipi-Chipi’ ofrece en Fin de Año los platos de siempre al mismo precio”

Domiciano Yanes (d) junto a los camareros del restaurante. Foto: LUZ RODRÍGUEZ.

Esther R. Medina

Santa Cruz de La Palma —

Ni cambia la comida ni los precios. Solo incorpora a la cena de Nochevieja uvas, champán y música de ambiente. Pero ya ha colgado el cartel de completo. El popular restaurante Chipi-Chipi, localizado en el barrio de Velhoco, en la parte alta de Santa Cruz de La Palma, servirá a más de 200 comensales la noche del 31 de diciembre sus platos de siempre. “El menú es económico y cuesta como un día normal, 14 o 15 euros, y puedes comer a la carta”, explica Domiciano Yanes, propietario de uno de los establecimientos gastronómicos más conocidos de La Palma. “Está todo prácticamente reservado; casi siempre son los mismos clientes, algunos de los cuales llevan celebrando aquí la Nochevieja desde hace 15 años”, apunta. 

La única novedad para el 31 de diciembre es el champán, las uvas y la música de ambiente. El resto, lo de todos los días: sopa de picadillo, garbanzas, cabrito, conejo, filete de cerdo, chuleta de ternera, chuletón de buey, pollo, bienmesabe, príncipe Alberto… Las carnes y los postres que han dado fama a este restaurante, reconocido también por la profesionalidad y amabilidad del servicio, integrado por Chano, José, Orlando, Leo, Vicente y Chani. 

El que haga una reserva “tiene la mesa durante toda la noche”, indica José Honorio, uno de los camareros. “Muchos clientes repiten y cada vez vienen más porque las familias van aumentando; el Fin de Año aquí es una fiesta entrañable porque tenemos muy buena relación con los clientes, somos casi familia, y aunque hay bastante trabajo se pasa bien”, afirma. “Hay un ratito apurado, pero a las doce está todo el mundo comido para tomar las uvas y el champán”, añade Domiciano. 

El Chipi-Chipi tiene sus orígenes en una pequeña venta de víveres que abrió la familia Yanes-Herrera –procedente de Tigalate (Mazo)- en Velhoco a finales de los años cincuenta. En esta tienda, los vecinos del lugar también se echaban algunas tapitas y jugaban a las cartas, al dominó o contaban cuentos. “Era costumbre en la época ir recorriendo todas las ventitas y cantar décimas o algún tema musical, aquí solían interpretar el Chipi-Chipi, de moda en aquel entonces, y así surgió el nombre del restaurante”, recuerda Domiciano. 

Con el transcurrir de los años, de la pequeña venta se pasó a una parrilla con salón, terraza con abundante vegetación y varios reservados donde las familias podían comer con intimidad. A finales de los años 80, se reformó completamente el local, con diseño del artista Luis Morera, aunque se mantuvo la idea original.

En la actualidad, el Chipi-Chipi es un restaurante de obligada visita para los amantes de las carnes, las garbanzas, las ensaladas, los mojos y los postres palmeros, y el buen ambiente, familiar y acogedor.

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