“Estoy disponible las 24 horas y dejo mi trabajo para ir a una emergencia”

Domiciano Yanes es delegado insular de Ayuda en Emergencia Anaga (AEA). Foto: LUZ RODRÍGUEZ

Esther R. Medina

Santa Cruz de La Palma —

Es uno de los voluntarios más veteranos de La Palma, con más de 30 años de servicio a la ciudadanía. Domiciano Yanes, delegado insular de Ayuda en Emergencia Anaga (AEA), se ‘estrenó’ en las labores de voluntariado “cuando un helicóptero cayó en Cumbre Nueva poco después de salir del Aeropuerto; un grupo de chicos de Velhoco y la ciudad estuvimos toda la noche trabajando”, ha recordado a LA PALMA AHORA este viernes, en el marco de la Feria de Acción Social y Voluntariado de Santa Cruz de La Palma. “En esa época estaba en la Banda Ciudadana, todas las transmisiones se hacían a través de la radio; sacamos al comandante de la zona donde cayó la aeronave y lo llevamos hasta donde estaban las ambulancias; eran tres ocupantes y falleció uno de ellos”.

Domiciano desde muy joven decidió ser voluntario para “ayudar al prójimo, a las personas, porque es una labor bonita”, asegura, y cuenta lo que le sucedió recientemente: “Estaba en el muelle y una chica me dijo: ‘Chano, ustedes me salvaron la vida cuando mi coche se accidentó cerca del campo del Tenisca’; recordé entonces que nosotros sacamos el vehículo -que estaba en un ‘me voy no me voy’- y pensé que estos comentarios son los que te dan fuerzas para seguir como voluntario”. “Llevo toda la vida en el voluntariado y ayudar a los demás es una labor bonita, la haces sin ningún interés y contribuyes a que el ciudadano se sienta más seguro”, afirma.

Desde hace 24 años Yanes está al frente de AEA en La Palma, y antes de pasar a formar parte de este colectivo pertenecía a la Red de Protección Civil. “Estoy disponible las 24 horas del día, es una dedicación exclusiva, dejas de hacer tus cosas para irte a la emergencia”, señala. Domiciano es el propietario del conocido restaurante Chipi-Chipi y en más de una ocasión ha tenido que salir con urgencia y abandonar su negocio. “Como soy el dueño me lo puedo permitir; a lo mejor los clientes se quedan un poquito más mal atendidos, pero yo creo que mi ausencia no se nota”, dice.

AEA se constituyó en Tenerife en 1977 cuando dos aviones jumbo chocaron en el aeropuerto de Los Rodeos y dejaron un siniestro saldo de 583 fallecidos. “En medio de aquella catástrofe, un grupo de radioaficionados, viendo el caos que había, decidieron fundar una asociación de voluntarios”, explica Domiciano, y destaca que la asociación a la que pertenece “está declarada de utilidad pública, y no hay muchas con este rango”.

En La Palma, AEA tiene una red de unos 140 voluntarios distribuidos por todos los municipios, y desde su fundación ha logrado importantes mejoras en sus dotaciones materiales. “Tenemos fotografías del grupo de las primeras ferias que se celebraron en la Calle Real y son dignas de contemplar, porque contábamos únicamente con un peto, sistemas de comunicación y poco más”, rememora. Pero los tiempos, afortunadamente, han cambiado. “Hoy estamos en todo el rango de emergencias, de comunicación y de logística, y tenemos Grupo de Perros de Salvamento, Grupo Sanitario, Grupo de Rescate de Montaña y Grupo Subacuático”, detalla. “Ahora estamos creando el Grupo de la Juventud a ver si animamos a los chicos a que se hagan voluntarios, y con el fin de lograr ese objetivo impartimos charlas en los colegios para encontrar personas que quieran ayudar al prójimo”. En cuanto a medios, también han experimentado importantes avances. “Material siempre falta, porque hay que renovar; hace poco hemos hecho una inversión en rescate de montaña de 12.000 euros –es un material carísimo- y también hemos renovado el grupo subacuático y las ambulancias”, apunta.

Los miembros de AEA participan constantemente en acciones preventivas y en servicios de logística y comunicación porque la asociación tiene firmado convenios con el Cabildo y con casi todos los ayuntamientos.

En su dilatada experiencia como voluntario, Domiciano Yanes, un hombre con clara vocación de servicio público, ha vivido situaciones críticas, pero menciona especialmente una. “La actuación más desagradable que recuerdo, siempre lo digo, fue el accidente de la Cueva Bonita, en 1997, cuando un barco de recreo entró en la gruta y no pudo salir, falleciendo dos personas; fue lo más angustioso que he vivido como voluntario”, confiesa. “Teníamos gente nuestra participando en ese rescate junto a los GEAS de la Guardia Civil de Tenerife; cuando llegamos a la cueva entraron miembros de la Guardia Civil y buzos de AEA, empezaron a preparar a la gente que estaba atrapada para sacarla, y cuando se encontraban realizando la operación, se partió un cabo y la última palabra que escuché de mis dos voluntarios, de los dos que me quedaban dentro, fue: ‘¡Sálvense quien pueda!’Esas palabras las oí a las dos de la madrugada, y a las nueve de la mañana del día siguiente todavía no sabíamos si estaban bien, si se habían ahogado, qué es lo que había pasado…”, relata con angustia. “Me llamaban de todas partes de España pidiendo información”.

Domiciano Yanes percibe que la sociedad actual “tiene bastante conciencia de la labor del voluntariado, no es como cuando empezamos, que nos decían que lo que hacíamos era presumir; no somos autoridad, pero el ciudadano debe respetar al voluntario, porque su cometido es aconsejar y prevenir riesgos”.

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