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Palmeros en la transformación turística de Lanzarote

De izquierda a derecha: Manuel Concepción Pérez,  Antonio Hernández Abreut y Héctor Morales Francisco, con un ejemplar del libro 'El volcán del turismo. Orígenes de la transformación de Lanzarote'.

Martín Macho

Santa Cruz de La Palma —

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La Palma y Lanzarote, pese a estar ubicadas en ambos extremos del Archipiélago, han mantenido estrechos vínculos. En los años 40, debido a una fuerte sequía, muchos conejeros llegaron La Palma en busca de un mejor sustento y, asimismo, en los años 60, 70 y 80 del pasado siglo, un buen número de palmeros se desplazó a la isla de los volcanes por motivos similares. Algunos de ellos fueron protagonistas de la transformación turística de Lanzarote.  Es el caso de Antonio Hernández Abreut (San Andrés y Sauces), Manuel Concepción Pérez (Barlovento) y Héctor Morales Francisco (Garafía), según se recoge en el libro El volcán del turismo. Orígenes de la transformación de Lanzarote escrito por Juan Cruz Sepúlveda.

Antonio Hernández Abreut, vinculado a la gastronomía, contribuyó al despegue de la industria vacacional en la isla conejera desde el restaurante La Era. Emigrante en Brasil, cuenta en su libro Juan Cruz, a su regreso a Canarias se instaló en 1984 en Lanzarote y adquirió el citado restaurante situado en el municipio de Yaiza.  Retomó e impulsó los platos de comida tradicional, incluyendo en el menú diario los potajes, los pucheros, caldos de trigo y millo, conejo, cabrito, pescado, sancocho, papas arrugadas con tres mojos y otros platos servidos en cazuelas de barro, añade.

La Era, continúa, fue pionera en  introducir la técnica de envasado al vacío. Según Antonio Hernández, “esta técnica permitía alargar la vida de los potajes y mantener su frescura”. Presume de ser  “restaurador  y no cocinero” y de haber  departido con los mejores chef de aquellos momentos:  Arguiñano, Arzak, Subijana, Arbelaitz, Santamaría, Ruscalleda y otros.

Por su parte, Manuel Concepción Pérez, experto en gestión hotelera, puso en funcionamiento los mejores hoteles de Lanzarote, señala Juan Cruz Sepulveda. “Siempre ha estado ligado a los mejores hoteles del momento en Playa Blanca, Puerto del Carmen y Costa Teguise”, apunta en el libro El volcán del turismo. Orígenes de la transformación de Lanzarote.  Estudió turismo a comienzo de los setenta del pasado siglo y reforzó su dominio de los idiomas tras varios verano de su juventud en Inglaterra. Su largo currículum profesional empezó en el sur de Gran Canaria. A Lanzarote llegó por Playa Blanca (Yaiza) en 1986 para dirigir el primer hotel construido en esa localidad: Lanzarote Princess, del grupo hotelero catalán H10. En 1989 asumió uno de sus grandes retos en el sector turístico: poner en marcha el Hotel La Geria. Fue el primer establecimiento que cumplió con las exigencias medioambientales de una Reserva Mundial de la Biosfera.

Héctor Morales Francisco (Garafía), diplomado en Gerencia Hotelera en la Escuela de Hostelería de Las Palmas de Gran Canaria, experto en turismo nórdico y sanitario, llegó a Lanzarote en agosto de 1973, atraído por “la gran cantidad de turistas escandinavos que venían a esta Isla”, relata Cruz Sepúlveda en su libro. Lanzarote, recuerda, vivió su época dorada con el turismo escandinavo en los años setenta.

En el sur de Gran Canaria, apunta, conoció a la que se convertiría en su mujer, Laila Fitjar, de nacionalidad noruega, directora por entonces de Sun Club. “Deciden trasladarse a Noruega donde trabajan en un hotel de alta montaña”, señala. Su siguiente destino duró un año y transcurrió a bordo de un trasatlántico noruego, con cerca de 500 suites, que realizaba cruceros de lujo con base en San Francisco (EEUU). Tras este periplo arriba a Lanzarote en el citado año y desarrolla su vida profesional en la dirección de diversos complejos de apartamentos.

La casualidad, indica, le llevó a conocer, por aquellos entonces, al director del reciente estrenado complejo  extrahotelero El Dorado, Tom Riise-Hanssen, mientras esperaban para acceder a una cabina telefónica en Arrecife, único lugar disponible para hacer llamadas en aquellos tiempos, rememora el autor de la publicación. El conocimiento del idioma noruego hizo que entablaran conversación y que, al día siguiente, ya estuviera  en su nuevo puesto de trabajo, él y su mujer.

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