“Trail Acantilados del Norte' es un escaparate para barrios de La Palma que agonizan”

Mauro Castro siempre va con su cámara al hombro.

Esther R. Medina

Garafía —

Cuando se le pregunta al garafiano Mauro Castro, investigador, fotógrafo y administrador de la web Historia de Franceses, qué significa para él la carrera Trail Acantilados del Norte, que discurre por los municipios de Barlovento y Garafía, responde: “Difícilmente podré explicarlo, pero lo intentaré”. “Cuando oí hablar de esta prueba y su recorrido, debo reconocer que lloré a moco tendido porque al fin alguien se acordaba de lo que todos parecen querer ignorar. Esta carrera no es una simple prueba deportiva donde unos corredores compiten por ser los primeros, esto es algo mucho más grande y enriquecedor. Esto es un chute de sentimientos y emociones”, asegura.

Trail Acantilados del Norte, que se celebrará el próximo 17 de marzo y que está considerada una de las carreras trail más duras de Europa, “visibiliza la existencia de unos barrios que agonizan y a los que muchos de ellos ni en época de elecciones se les acerca nadie; esta una prueba por el acercamiento y la unión de un Norte que clama. La Tosca, Topaciegas, La Palmita, Gallegos, Franceses, El Tablado, Don Pedro, Juan Adalid, El Mudo, El Palmar... Diez hermosos caseríos que paulatinamente van desapareciendo. Topaciegas y El Tablado no llegan a veinte vecinos cada uno; El Mudo, como su propio nombre indica, se ha quedado mudo, y el resto, si nada lo remedia, será pasto del olvido”, advierte.

“Hoy en día, en una sociedad donde lo que parece primar es el beneficio económico o mediático, organizar un evento por estos mundos de Dios es algo que merece ser aplaudido. Por eso, desde el primer momento aposté por esta carrera y desde mis redes sociales me volqué en ella. Creía, y sigo creyendo, que es el mejor y mayor escaparate para los barrios por los que transcurre, es una forma de poner en auge una zona con un altísimo potencial turístico, una manera de hacer visible una realidad rural y la oportunidad de potenciar y divulgar una historia y cultura que no debemos dejar perder”, remarca.

Mauro, alma mater de Trail Acantilados del Norte, insiste en que “esta prueba es una carrera de sentimientos y emociones, no es sólo el paisaje que se abre ante el corredor en cada recodo del camino, sino lo que se experimenta al atravesar los barrancos, los caseríos, hacerlo custodiado por montañas imponentes y acantilados de vértigo, bajo frondoso fayal o entre bosques de tabaibas, hacerlo con el sonido del canto de la paloma rabiche, el sonido de algún cascabel, y la caricia del viento que parece susurrarte al oído relatos de tiempos pasados. Cada vez que hago este camino descubro lo que es dejar que el alma vuele en libertad”, relata con la sensibilidad a flor de piel.

En esta edición se ha establecido una nueva modalidad, hacer el recorrido por parejas, “abriendo con ello una puerta a aquellos corredores menos preparados, pues cada uno llevará a cabo la mitad del recorrido”, explica.

Otra novedad es que esa modalidad por parejas lleva el nombre de Mauro Castro. “Quiero pensar que más que un reconocimiento a mi trabajo es un reconocimiento a la labor de todos y cada uno de esos seres que nos legaron la vida y nos dejaron en herencia unos barrios repletos de historia, pues es a ellos a los que va dedicada cada publicación en mi web Historia de Franceses, pero me siento muy feliz de que sea precisamente esa modalidad la que lleve mi nombre porque no hay nada más grato en esta vida que compartir”, afirma.

Trail Acantilados del Norte es una carrera vital para la divulgación cultural de esta parte de La Palma, el corredor es consciente del modo de vida que se llevaba a cabo en estos lugares, pues es muy fácil adivinarlo según se van atravesando caseríos. Son ellos los que mediante sus redes sociales y el boca a boca van cada año poniendo en el foco de interés esta ruta”, apunta.

Mauro recuerda que “nací en Franceses, uno de los barrios más bulliciosos de Garafía, no en vano llegó a tener casi 2.000 habitantes, y su costa, en mi rincón preferido, La Fajana, albergó uno de los puertos que mantuvo con vida no solo a Franceses, sino a El Tablado y Roque del Faro”. “La Fajana contaba por esos años con cuatro tiendas y tres panaderías, además de los cuatro almacenes de su puerto, hoy incomprensiblemente, está convertido en ruinas”, añade.

“Me críe con mis abuelos maternos, lo que me convirtió en el bisnieto preferido de mi bisabuelo José Rocha, cartero de profesión, que hacía a pie los trayectos desde Gallegos hasta El Tablado, trayendo las buenas y malas noticias de hijos en la guerra, esposos y hermanos que buscaban en Venezuela un futuro mejor, o el subsidio que las abuelas esperaban ansiosas para poder hacer frente a días de miseria”, rememora.  “Junto a él tuve el placer y la fortuna de hacer esos trayectos, y junto a él viví esos momentos mágicos, cuando desde el lomo de enfrente una señora sonreía cuando mi abuelo desde lo lejos le levantaba una carta, avisándole que ‘hoy sí, hoy sí hay noticias”.

“Muchas fueron las ocasiones en las que oí contar a mi madre, con el humor que le caracterizaba, la aventura inolvidable que se vivía cuando en los preparativos de las bodas había que ir por esos caminos hasta Barlovento a buscar los muebles, pues en ese municipio se acababa la carretera. Era una excursión que se convertía en toda una fiesta, el grupo de amigas, siempre con algunos familiares, se trasladaba hasta el casco de Barlovento, donde los muebles por piezas eran trasladados a hombros hasta Franceses”, detalla Mauro.  

Reconoce que “cada vez que puedo hago algún tramo de este camino, porque en él me encuentro siempre con mis raíces, con mis seres ausentes, porque en cada recodo, en cada tramo, imagino una historia vivida por uno de mis antepasados, y no hay una sola vez que lo haga que alguna lágrima no aflore a mis ojos. ¡Cuánto tuvieron que pasar para subsistir! Sin embargo, jamás intuí una sola nota triste en los relatos que mi abuelo o mi madre me contaban, al contrario, todo era felicidad, la felicidad de compartir”. “Actualmente, Franceses apenas supera los 150 vecinos, la carretera nos ha llegado y más que traernos el bienestar y el progreso se nos ha convertido en la puerta de salida en estampida”, afirma.

Este garafiano entusiasta y vital invita a “divulgar la historia, la cultura, el paisaje… Como ya he dicho, uno de los placeres de la existencia es compartir”.

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