“Por favor, no sigan tirando restos arqueológicos a la basura”

Restos humanos expoliados en la necrópolis del Barranco de Fernando Porto (Garafía) en julio de 1996.

Felipe Jorge Pais Pais

Santa Cruz de La Palma —

Sabemos que unos cráneos de benahoaritas fueron trasladados, hace años, a Venezuela y, como no podía ser de otra manera, acabaron en el vertedero cuando decidieron que no era ni ético ni decorativo tener varias cabezas en la vitrina del salón de la casa. Pero imagínense que estos cráneos sean recuperados y se hagan estudios de ADN y aparezca el haplogrupo que solo se ha encontrado, hasta la fecha, entre los aborígenes canarios y sus descendientes directos, que solo viven en este Archipiélago. Piensen en las polémicas, discusiones e hipótesis que saldrían a la luz. La más sencilla de todas sería que después de los vikingos, y antes que Cristóbal Colón, fueron los benahoaritas quienes conquistaron América.

Los restos de las excavaciones de Los Guinchos y El Humo (Breña Alta), realizadas en 1972 por Manuel Pellicer y Pilar Acosta, están desaparecidos. Nosotros los vimos, en 1986, en unas cajas en la quinta planta del Cabildo Insular que, por ese entonces, servía de archivo. Lamentablemente, por esas fechas se trasladó y limpió esta zona para hacer oficinas y todo lo inútil e inservible se tiró a la basura, entre ellos las cajas con los restos arqueológicos descubiertos en esas excavaciones.

Las vasijas, trozos de piel e industria ósea que, según testigos del hallazgo, aparecieron en la necrópolis del Huerto de Los Morales (Barranco de Fernando Porto, Garafía) están desaparecidas, si bien algunas malas lenguas dicen que se tiraron al antiguo vertedero de Santo Domingo o, más probablemente, se encuentren en un domicilio particular de Castilla-La Mancha. En este yacimiento, además, se encontraron trozos de madera (chajasco) a los que no se les dio importancia  por lo que se tiraron en los huertos aledaños. Afortunadamente, se recuperaron porque visitamos el yacimiento pocos días después del hallazgo y fueron trasladados al Museo Insular en el Convento de San Francisco (Santa Cruz de La Palma). Muchos restos humanos, extraídos durante al menos tres momentos diferentes de expolios, se han recuperado, habiendo desaparecido el ajuar funerario en su totalidad. 

Una preciosa vasija de la Fase IVb descubierta en el Barranco de Tenisca, a su paso por Tenerra (El Paso), acabó en el balde de la basura porque solo vieron una caja de cartón rota y llena de polvo con un objeto envuelto en periódicos que se deshacían de solo mirarlos. O eso, al menos, es lo que nos dijo su propietario, si bien hay algunas otras posibilidades que preferimos callarnos.

Hace muchos años, durante una excursión escolar, se descubrió una vasija, a la hora de hacer el agujero para asar las papas, en el Cráter de Bernardino (Las Manchas, El Paso). Este cuenco estuvo expuesto en la escuela de San Nicolás y luego, misteriosamente, desapareció. No sabemos si está en alguna vivienda o fue a parar, como tantas otras, al contenedor de la basura.

Ahora les vamos a contar una historia rocambolesca que, aún hoy, tiene muchos cabos sueltos. A comienzos de este siglo aparecieron varias cajas con restos arqueológicos abandonados en unas plataneras de Argual (Los Llanos de Aridane). Bastantes años después, con la apertura del Museo Arqueológico Benahoarita, sabemos algunos datos sobre este sorprendente hecho: quién los descubrió, el lugar de procedencia (El Hoyo-Peña del Diablo, El Paso) y que fueron dejados precisamente en ese lugar para que los encontrase una arqueóloga. ¿Por qué un comportamiento tan extraño? Seguramente nunca lo sabremos con certeza. La hipótesis más plausible es que esa persona se hubiese arrepentido del expolio cometido y tuviese miedo a las posibles consecuencias penales que este hecho podría acarrearle. Encima, tenemos que agradecerle que no optase por la solución más fácil y que no hubiese dejado ningún tipo de rastro: dejar los materiales en un contenedor de basura.

En alguna ocasión, los dioses se han puesto de nuestra parte y hemos conseguido recuperar alguna pieza arqueológica porque los planes iniciales de quienes la descubrieron se torcieron un poco. Así ocurrió en el verano de 1988, cuando unos excursionistas que estaban acampados en las Playas de Taburiente descubren, de forma casual, una preciosa vasija de la fase IVa, en algún lugar entre Hoyo Verde y la Cascada de La Fondada. Seguramente, la primera intención era llevarse el cuenco a su residencia en otra isla. Lamentablemente para ellos, y afortunadamente para los palmeros, no se les ocurrió otra cosa que introducir la vasija en la mochila y, claro, cuando llegaron al lugar de acampada, se encontraron con que se había desintegrado en innumerables fragmentos. Solo entonces dieron parte a los guardas forestales. Actualmente, forma parte de la exposición permanente del Museo Arqueológico Benahoarita. 

En el Roque Teneguía (Fuencaliente) fue descubierta, hace más de veinte años, una de las vasijas con una decoración más rara e interesante que hemos visto nunca. La cerámica fue entregada al Taller de Cerámica El Molino para reconstruirla y hacer una copia. Su dueña la reclamó y, desde entonces, no la hemos vuelto a ver. Confiemos en que aún la siga conservando en su domicilio y que, en algún momento, se decida a donarla para que podamos admirarla el resto de los mortales

Y, lo más triste y lamentable de todo esto, es que, a día de hoy, siguen ocurriendo situaciones como las descritas en el párrafo anterior. Así que, ¡por favor!, no se deshagan de esos restos, por pequeños e ínfimos que sean, y entréguenlos al ayuntamiento, Cabildo o Museo Arqueológico Benahoarita. No sucederá nada (ni denuncias, ni multas, ni expropiaciones), ni siquiera el más mínimo reproche. Lo más que les pediremos, si se acuerdan y lo estiman conveniente, es que nos indiquen el lugar del hallazgo porque, a pesar de todos los destrozos que hayan podido ocasionar, aún puede conservar estratigrafía suficiente para llevar a cabo una excavación arqueológica.

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