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Sobre este blog

Desde el año 2005, Juan Mal-herido hace públicas sus opiniones sobre libros, lencería y trastornos de identidad. En este espacio, se centrará en los trastornos de identidad. Creado por Alberto Olmos

Inmortalidad y revolución (con crónica social y nombres en negritas)

Juan

Malasaña —

Mi amo y creador presentó ayer en Madrid la novela Será Mañana, de Federico Guzmán Rubio. Fue en Tipos infames, el showroom de las librerías, el Algonquin del comercio de libros, el powerpoint de la literatura española en la capital del Estado. La cosa empezó tarde: los dueños de la librería estaban posando para una revista en la que aún no habían salido. Se notaba mucha tensión en el ambiente por aparecer en esa revista en la que aún no habían salido. Hecho el posado, se encendió el micro y se aflojaron los corchos de las botellas. “Rapidito”, dijo alguien.

Fue rapidito. Jorge Lago, editor de Lengua de Trapo, fingió con rigor haberse leído la novela que había publicado; Alberto Olmos fingió con citas de John Milton que la novela le había gustado. Finalmente Federico Guzmán Rubio fingió que la había escrito.

¿Fingía el público? No. El público es un estar, un comparecer, un aglutinarse; la física no permite el fingimiento.

La novela trata de un revolucionario eterno que vive en Madrid y repasa el epígrafe Molotov de su currículum mientras busca aliados para volar por los aires el Palacio Real. Alberto Olmos encontró muy estimulante el binomio inmortalidad/revolución. Hacer inmortales a los revolucionarios cubre de escepticismo todos sus empeños. La revolución es ocasional, contingente, de un rato; si tiene uno toda la eternidad para cambiar el mundo, a lo mejor resulta que no era tan fácil.

También se habló de estilo, prosa, Siglo de Oro y “español McDonald's”. Guzmán Rubio y Olmos estuvieron de acuerdo en que tanto los escritores latinoamericanos como los españoles escriben cada vez más llanamente, desbastando su identidad lingüística hasta resultar irreconocibles, impersonales, como la posología.

Será mañana -por lo que se vio- es una novela muy mexicana y muy madrileña. De México agavilla un montón de palabrejas eufónicas cuyo significado viene estando de más: lo que importa es darles uso, darnos música, ensanchar la partitura de la ficción. De Madrid toma las calles, los bares, todos los menús de Antón Martín y todas las cañas de la peatonal Huertas.

El vino fue el momento de las negritas. Cuando alguien coge un vaso de vino, enseguida aparece sobre su cabeza su nombre y apellido, en times new roman B.

Daniel Arjona, por ejemplo. El periodista de El Cultural suele asistir a las presentaciones de libros en dos formas corpóreas alternativas: o como periodista de El Cultural o como persona.

Los corrillos generan a su vez muchas negritas. A Alberto Olmos le mentaron a Miguel Espigado por ver si se encorajinaba. El autor de Lengua de Trapo odia Diario Kafka y odia a Alberto Olmos según se desprende de un post que escribió para comunicar al mundo este odio suyo tan selectivo. Juan Mal-herido odia con generosidad; no se anda con semejantes gilipolleces, amigos.

Juan Sebastián Cárdenas. Estaba. Después de un libro de cuentos y de una novela, publicados por 451 Editores, el autor colombiano lleva todo 2012 a punto de publicar con Periférica Los estratos. En este blog andamos faltos de narrativa en español y queremos sacar a todo el mundo, así que ansiamos ver publicado Los estratos y hacernos con un ejemplar para decir lo bueno que es. Sin embargo, JSC parece haberle cogido el gusto a eso de estar-a-punto-de-publicar-un-libro. No nos extraña: visto el panorama editorial, hace más ilusión la inminencia que la presencia, el embarazo que el parto.

Otras negritas que se dejaron timbrar sobre la presentacion fueron las de Jaime Rodríguez Z., director de la revista Quimera, y Elisabeth Falomir, editora de Gadir. Búsquenlos en google porque son muy guapos. A lo mejor tambien son muy buenos director y editora: hay gente que lo quiere tener todo, en plan ansia.

Y hay gente, la gente, esa gente; el público; la suma de la vida; el cuerpo extendido del anonimato. También estuvo. La literatura va sobrada de nombres y apellidos y doble tinta, y cada vez menos acompañada de un censo lector, de una afición apasionada.

La camiseta que no lleva nombre: esa es, esa debe salir al campo, a esa hay que devolverle la titularidad.

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Desde el año 2005, Juan Mal-herido hace públicas sus opiniones sobre libros, lencería y trastornos de identidad. En este espacio, se centrará en los trastornos de identidad. Creado por Alberto Olmos

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