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De la realidad a la ficción o de la ficción a la realidad. La inquietante mirada de Isaac Rosa merodea por los recovecos de la actualidad para contarla, semana a semana, de otra manera

Los mejores memes del debate electoral

Los mejores memes del debate electoral

Isaac Rosa

Pasan ocho minutos de las diez de la noche y el debate no ha comenzado. Las cadenas de televisión no disponen todavía de señal, y en una de ellas el presentador informa a sus tertulianos y a los espectadores de que el retraso se debe a “un desacuerdo de última hora”. Los candidatos han vuelto a sus camerinos, y son sus equipos quienes intentan resolver el desencuentro. “Fuentes de Televisión Española me cuentan que un candidato ha amenazado con retirarse”, revela uno de los tertulianos mostrando a cámara su móvil como prueba del mensaje recibido. “Por lo visto, el desacuerdo tiene que ver con la indumentaria de uno de los candidatos”, añade otro tertuliano que sostiene el teléfono en la oreja.

Cuando por fin vemos en pantalla el plató con los cinco atriles, la incógnita queda resuelta a la vista de los participantes, según van siendo presentados. El primer candidato lleva en las manos un ejemplar de la Constitución Española, que finge ojear para que la portada se vea bien. El segundo, un pin en la solapa con la bandera de España. El tercer candidato lleva también pin, y además ha colocado en su atril un banderín con los mismos colores. El que ocupa el cuarto atril se ha puesto, sobre la manga de la chaqueta, un brazalete rojigualda, como si fuese el capitán del equipo. Los espectadores comentamos en casa y en las redes ese añadido, damos por hecho que fue el motivo de discrepancia y retraso, hasta que vemos al último candidato presente en el plató: ha cambiado el traje y corbata por… ¡un chándal! Sí, un chándal, nos decimos unos a otros. El chándal de la selección, rojo y azul con franjas amarillas.

Un tertuliano cuenta que el candidato llegó al pabellón con chaqueta y corbata, pero se metió en el camerino y se cambió de ropa, lo que motivó la protesta de sus rivales. Finalmente, los jefes de campaña acabaron cediendo, pues en el documento de condiciones negociado para la celebración del debate no hay ninguna referencia a la indumentaria. “Se acaba de anotar el primer tanto”, añade el tertuliano, y todos lo corroboramos en nuestras redes sociales: no se habla de otra cosa, todas las capturas de pantalla son para él, que por supuesto protagoniza los primeros memes de la noche y es fulgurante 'trending topic'. Gol.

El primer candidato, sin soltar su ejemplar de la Constitución, comienza su turno de palabra afeando al del chándal. “Mamarracho” lo llama, y frente al “nacionalismo histriónico y neofascista” opone su sincero patriotismo, que es el de “los españoles que se levantan a las seis de la mañana para trabajar”. El del pin prefiere en su turno ignorar el incidente, y apuesta por compartir las palabras “sensatas y emocionantes” que ayer, en un mitin, le confesó un viejo votante muy preocupado por la situación del país. “Demasiado pronto para tirar ya de storytelling, el público todavía está frío”, opina un experto en comunicación que comenta el debate en otra cadena. Así lo corroboramos en las redes, nos burlamos de una historia que nadie se ha creído, y colocamos imágenes de los Simpson, que por supuesto ya lo predijeron.

Turno para el de la bandera en el atril, que coloca junto a ella una foto enmarcada y de enorme tamaño, una foto impactante que provoca la protesta de uno de los candidatos, le acusa de “juego sucio” y “montar un show”. Para subrayar el efecto dramático, el de la foto avisa de que va a consumir medio minuto de su tiempo sin hablar, permanece callado mostrándola a cámara, porque “esta imagen vale más que cualquier palabra que podamos pronunciar hoy”. “Buen golpe de efecto”, valora un tertuliano, y nosotros agradecemos el tamaño de la foto, recuadro perfecto para colocar todo tipo de chistes mediante fotomontaje.

El del brazalete rojigualda no piensa ser menos: saca de debajo del atril no una, sino dos fotos, de tamaño aún más grande. Habla con ellas sostenidas frente a su pecho como si fuesen las Tablas de la Ley. Dos fotos, meme doble, celebramos muchos.

Pero en la carrera del hashtag sigue en cabeza el candidato del chándal, que llegado su turno saca de un bolsillo un papel del que lee una lista de apellidos de “beneficiados por ayudas que deberían ser para españoles en situación de necesidad”. La moderadora le recuerda que ese no es el tema del actual bloque, pero él levanta la voz y lee la lista hasta el final.

La segunda ronda de intervenciones se embarra pronto: el de la banderita en el atril abandona su puesto y se acerca al de la Constitución, intenta quitársela de las manos, le exige que aparte sus sucias manos (“las mismas manos que han estrechado las manos ensangrentadas de terroristas”) de nuestro texto fundamental. Forcejean unos segundos, un tercer candidato intenta separarlos, y al final acaban desgarrando el librillo, cada uno se queda con media Constitución en la mano. “Profanadores”, les grita el del chándal.

El del brazalete usa su nuevo turno para mostrar un papel cuyo contenido no acabamos de entender entre el griterío del plató y las llamadas al orden de los moderadores, hasta que saca del bolsillo un mechero y prende fuego al papel, con tan mala fortuna que acaba quemando varios folios que tenía sobre el atril. La imagen del incendiario gana en seguida la atención de las redes, en pocos segundos lo fotomontamos como responsable de la destrucción de Notre Dame o el Amazonas. Pero aún falta el del chándal, que esta vez saca del bolsillo interior de la sudadera… ¡Un machete! Sí, un enorme machete que muestra a cámara, y que le sirve para hablar de bandas de violentos inmigrantes que acuchillan diariamente en nuestros barrios.

En el tercer bloque, nadie respeta ya los turnos asignados, se interrumpen unos a otros, y todos sacan de debajo del atril o de los bolsillos nuevos objetos con que acompañar sus intervenciones: más fotos, cartones con gráficas, una carta manuscrita enviada por una niña “preocupada por el futuro”, un frasco con polvo rojizo (“material para la fabricación de explosivos”, aclara el propietario tras acusar a un candidato de ser “amigo de los nuevos terroristas”), un zapato viejo, un burka, una postal del Valle de los Caídos, una cajita de música, un bote con un muñeco que imita un feto abortado, más fotos, un martillo, otra bandera. El moderador propone hacer una pausa, “a ver si somos capaces de reconducir este debate”.

Durante la pausa, los tertulianos de cada cadena asignan nota a los candidatos, mientras vemos repetidos los mejores momentos de la primera parte del debate. El presentador anuncia una selección de los memes más divertidos que ya ha dejado la noche, lo que da pie al experto en comunicación para teorizar sobre “la batalla del meme”: los candidatos, sus asesores, saben que ya no importa si mañana un viejo periódico de papel o una encuesta telefónica te dan ganador; la victoria se juega en tiempo real, en las redes sociales, hay que ganar la batalla del meme, protagonizar más parodias, montajes y chistes que tus rivales. “Que hablen de ti aunque hablen mal; y diría más: que hablen de ti y ojalá hablen mal, pues eso conseguirá más difusión. Está ya más que probado: el mensaje más eficaz es aquel que consigue indignar o divertir a tus rivales. Cuando más se metan contigo, cuanto más te desprecien o se burlen, mejor, porque lograrás que lo difundan y así llegará a un número mayor de tus potenciales votantes, que se quedarán con el mensaje y no les importará tanto si en la forma es cutre o idiota”. “Esta noche gana quien merezca más hashtags”, confirma un tertuliano, que cita a un tal Lacoste o Lakoff y no sé qué teoría de los marcos.

Se reanuda el debate, pero en seguida comprobamos que la pausa no ha servido para reconducir nada: de aquí hasta el final es puro frenesí, siguen sacando chismes de los bolsillos que han recargado durante el intermedio, hay uno que se pone a cantar, otro cuenta una historia tan emocionante que no logra contener las lágrimas. Un candidato decide abandonar el debate, se despide gritando, dice que no está dispuesto a continuar ese teatro, aunque vuelve pocos minutos después. El polvo rojizo del frasco acaba por el suelo tras un nuevo forcejeo, y cunde brevemente el pánico hasta que el propietario aclara que no es explosivo de verdad, en realidad es tiza rallada. El del chándal refuerza uno de sus argumentos ejecutando tres flexiones en el suelo, recuperando así la delantera en la lista de tendencias en las redes.

“Llegamos al final de este difícil debate”, dice con alivio uno de los moderadores. Falta el “minuto de oro”, y pide a los candidatos que por favor se ciñan al tiempo y al formato.

El primero en usar su minuto decide no usarlo. O más bien lo usa para no decir nada, para quedar en silencio. Avisa de que va a guardar un minuto de silencio por España, y permanece durante cincuenta y tantos segundos rígido y con expresión grave. El siguiente anuncia que va a ceder su minuto a alguien que lo merece más que ninguno de ellos: saca su móvil, marca un número, conecta el altavoz y deja que sea un tal Manuel, desempleado de cincuenta y tres años residente en Barcelona, quien cuente su desesperación para toda España. El tercer candidato emplea su minuto de oro en leer nombres de una lista, víctimas o beneficiarios de algo que no llegamos a escuchar porque la mayoría ya nos hemos desentendido del debate y acudimos a los enlaces que en medios y redes prometen “los mejores memes del debate electoral”, selección que sumamos a los que circulan en nuestras redes y los que nos llegan por Whatsapp; así que pocos escuchan al penúltimo candidato que sigue sacando fotos compulsivamente, y aún menos atienden al último minuto de oro, el candidato que se limita a hablar mirando a cámara, sin más, sin sacar nada del bolsillo ni gesticular, simplemente habla con calma hasta el final de su minuto, ignorando incluso al candidato que a su espalda agita furioso una bandera.

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