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“Motín” en la línea 664

Un autobús saliendo de la estación de San Lorenzo de El Escorial.

Matías de Diego

Uno de los grandes “peligros” para los usuarios que quieren viajar en un autobús de la línea 664 es que una chica quiera subirse y viajar con un violín. O eso, al menos, es lo que opina una de las conductoras de la línea de ALSA que cubre el trayecto entre San Lorenzo de El Escorial y Madrid. Arancha, una joven murciana de 26 años, ha intentado este lunes subir a un autobús de la línea con “un objeto peligroso”: una caja poco más grande que una mochila con un violín dentro.

La violinista había viajado sin ningún tipo de problema hasta el pueblo de la Sierra en el que iban a poner a punto su violín para su próximo concierto. Pero cuando iba a hacer el camino de vuelta, la conductora le ha cortado el paso: “El maletín tiene que ir en el maletero o no puedo dejarte subir”. Pese a las explicaciones sobre la delicadeza del instrumento y de lo que supondría para él un viaje sometido a los vaivenes de la carretera, la autobusera no se ha dejado convencer y ha obligado a la violinista a recoger sus cosas y bajarse. Lo que ni Arancha ni la conductora esperaban es que un violín acabaría generando un “motín” en el autobús de las 14:30 de la línea 664.

Arancha empezó a tocar el violín a los siete años. Hasta que llegó ella, en su familia nadie se había dedicado profesionalmente a la música, pero ella decidió hacerlo porque a su abuela adoraba el mundo de la música. “A ella le encantaba y por eso decidí empezar a tocar”, cuenta a eldiario.es mientras espera a que llegue la Policía Municipal para solucionar el “motín” que mantiene parado un autobús desde hace más de media hora frente a la urbanización de Monte Escorial.

Justo después de bajarse Arancha, dos mujeres, un hombre y un joven estudiante se levantan y se plantan ante la conductora: “O sube la chica con su violín o no nos vamos”. “Es absurdo, es más peligroso mi bolso; si se le cae a alguien en la cabeza, lo mata”, comenta otra señora. “Lo de política de empresa es mentira, la semana pasada subí con un teclado y nadie me dijo nada”, asegura Pablo, uno de los numerosos estudiantes del instituto Juan de Herrera que viaja todos los días de San Lorenzo a Madrid para volver a casa.

Alejandro, un pianista de 26 años que suele viajar a diario en la línea, asegura que no entiende lo que ha pasado con Arancha. Además del piano, también toca el violín y siempre ha podido viajar con él en los autobuses de la línea sin ningún tipo de problema: “Nunca nadie me había dicho que podría ser un peligro para el resto de usuarios”. El pianista intenta explicárselo a la conductora en medio del griterío del resto de viajeros, que amenazan con presentar quejas y llamar a la Policía, pero es inútil. “Política de empresa. Si pasara algo o volcamos y la caja le da a alguien, yo sería la responsable”.

La “política de empresa” no es razón suficiente para los viajeros que se niegan a continuar la marcha. “Lo que no es de recibo es que se deje a una chica tirada porque sí”, responde una mujer, que asegura que no le preocupa llegar tarde al trabajo siempre y cuando la violinista consiga subir al autobús. Veintitrés minutos después, dos agentes de la Policía Municipal llegan al autobús para saber qué está pasando: han recibido varias llamadas de los usuarios y la llamada de la conductora. Tras escuchar las explicaciones de Arancha y estudiar su maletín, los agentes no ven mayor problema para que pueda subir a un autobús con su violín. “No creo que suponga ningún peligro”, comenta uno de ellos. Según ALSA, la Policía ha reconocido el derecho de la conductora a decidir si autorizaba que entrase en el autobús la funda del violín.

“Los músicos no deberían tener que pasar por problemas como este”, asegura Arancha una vez que ha conseguido subir a otro vehículo y continuar su viaje. Para ella, que no se les permita viajar con instrumentos pequeños por razones de seguridad es “un gran problema”. El elevado coste de violines o guitarras hace que muy pocos de ellos confíen su forma de vida a manos ajenas: “No entienden que esto vale mucho dinero y que nos cuesta mucho. Si le pasa algo al violín, tendría que pagar una fortuna para arreglarlo. Sería totalmente imposible recuperar ese dinero”.

Un trabajador de la empresa explica a eldiario.es que no suele ser habitual que se obligue a los usuarios a dejar sus equipajes en el maletero del autobús. Siempre que quepan en el espacio disponible en la parte superior, pueden viajar sin mayor problema. “Debería haberse permitido”, aseguran las mismas fuentes, que remarcan que ALSA está “muy preocupada por el tema de la seguridad” y que depende del criterio que puedan tener cada conductor. “Pero al ser parecido a un bolso de equipaje, se tendría que haber permitido”.

Desde ALSA aseguran a eldiario.es que igual que unos usuario se han lanzado a defender a Arancha, otros han celebrado la decisión de la conductora. Según la empresa de transportes, la autobusera le ofreció una alternativa a Arancha para transportar el violín en otra zona del autobús, pero ella se negó.

Preguntados sobre el criterio que siguen para decidir qué objetos entran en el autobús, desde ALSA explican que está fijado en el Reglamento de Transportes Interurbanos, que establece que cualquier objeto o bulto de mano podrá subir al autobús cuando “no moleste o ponga en peligro a otros viajeros”. A partir de este reglamento será el conductor el que decida si el paquete cumple o no con lo establecido.

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