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Los madrileños aprovechan la ampliación de las zonas peatonales: “Es como en agosto, es un gusto caminar sin coches”

Luis, de 63 años, camina a paso ligero en el Paseo Imperial

Marta Maroto

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“Es como Madrid en agosto”, dice Teresa bajando la plaza del Cascorro, “es increíble, es un gusto caminar sin coches”. La zona de El Rastro, al que ni siquiera la guerra civil arrebató un domingo de mercado, sigue desierta de puestos y ahora también de coches. La mañana de este sábado ha entrado en vigor el plan de peatonalización del Ayuntamiento de Madrid, 19 kilómetros más en 29 calles cerradas al tráfico para que pueda respetarse la distancia de seguridad en los paseos. Algunos parques se han abierto, aunque permanecen precintadas las zonas verdes más importantes de la capital como El Retiro o Madrid Río. 

Luis camina a toda prisa en mitad del Paseo Imperial, a poca distancia del metro Pirámides. A sus 63 años y en excelente forma física, lamenta los escasos 700 metros que este sábado han amanecido cortados a los vehículos. “El tramo es muy corto y aunque las aceras sean amplias, por la tarde no se puede pasear, es un hervidero de gente”, sostiene. 

A Patricia, de 17 años, que ha salido con su monopatín, también le sabe a poco este trozo de vía que sube y baja una y otra vez ensayando maniobras. “Estamos paseando de aquí a allí como si estuviéramos en una cárcel. Nos gustaría que abrieran Madrid Río, no tiene sentido que lo dejen cerrado”, continúa su madre María Isabel. Ana, que espera a que su perro Tito termine de olisquear un árbol para continuar con su paseo, también se pregunta cuándo se abrirá el paseo y zonas verdes del río. 

José y Nieves no sabían que se iban a encontrar la Calle Mayor cortada para su caminata, que han desplazado a la franja que les corresponde a los mayores, de 10 a 12 de la mañana, porque la de los adultos, lamentan, tiene mucha afluencia y es complicado respetar las normas del confinamiento. “Es una mierda, cuando hacen una calle peatonal las bicis y los patinetes son los que mandan, y los peatones estamos arrastrados”, se queja José, de 64 años, “estos días no se puede pasear porque la gente pasa muy cerca haciendo ‘running’, e incluso te empujan”. 

En dirección contraria, las que sí pasean “encantadas” agarradas del brazo son dos Toñis, madre e hija de 58 y 78 años, que siempre hacen la misma ruta. Pasadas las diez de la mañana y con algo de fresco, son pocos los que caminan por estas aceras que Miledys, que viene de trabajar, dice que haber visto tantas veces “abarrotadas”. Paulo, de 47 años, que lleva más de media vida dando bocadillos y poniendo cañas en El Museo del Jamón, está a favor de la medida que traerá, dice, más gente y movimiento a los pocos comercios de la zona que van levantando su persiana.

Los planes de peatonalización ya comenzaron la semana pasada con la apertura de avenidas como Arturo Soria, la Castellana, Menéndez Pelayo o el Paseo del Prado. Las críticas de la oposición, que consideraron poco ambicioso el plan, y el “éxito y aceptación” entre los madrileños, según el Ayuntamiento, ha llevado a ampliar en 100.000 metros cuadrados más las zonas cortadas al tráfico. 

De esta manera, los tramos cortados suponen un 0,23% del callejero madrileño y sus longitudes oscilan entre escasos 188 metros en una calle de Carabanchel a un máximo de 1,4 kilómetros en Arturo Soria. De momento no hay ningún plan para facilitar más espacio a las bicicletas, pese a la recomendación de Sanidad de darles prioridad.

Con parpusa él y con mantón de chulapa ella, José Luis y Pepa, de 70 años, han venido desde Delicias para caminar entre los árboles del Paseo del Prado, habilitada para los peatones desde Cibeles hasta Atocha. Queda poco para que termine la franja que corresponde a las personas mayores de 70 y el camino luce despejado. “Para nosotros”, comienza Pepe, de 70 años, “no hace falta, lo cortan para los niños”. “Tendrían que abrir El Retiro, lo echamos de menos”, apunta Dolores, de 68, haciendo una pausa en su paseo. 

Castellana arriba, desde Colón a las torres de Plaza de Castilla, también se han ampliado los metros para que peatones tan pequeños como Vasco, de 15 meses, den sus primeros pasos. Aprendió a andar en el confinamiento, y ya se escapa ágil entre las piernas de su padre. Un poco más allá Inés, de 5 años, disfruta a toda velocidad con su patinete. Lleva saliendo todo el confinamiento con su madre para hacer la compra porque no tiene con quién dejarla. Ahora aprovecha la calzada unos minutos antes de que llegue el mediodía y las calles se llenen de familias y niños.

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