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Los puestos de libros políticos de Tirso de Molina luchan por sobrevivir 40 años más junto a El Rastro

Uno de los puestos de Tirso de Molina

Luis de la Cruz

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En Tirso de Molina no hay solo puestos de flores, gente de paso, terrazas para guiris y guardianes perpetuos del lugar con lata de Mahou verde. En la plaza, los días de Rastro, hay puestecillos de libros políticos, de los muy diversos linajes anticapitalistas y antifascistas que en el mundo son. Puestos de la izquierda extraparlamentaria, del mundo libertario, colectivos de solidaridad con presos, pequeñas editoriales o agrupaciones republicanas, que disponen sus mesitas a pie de Rastro desde hace cuatro décadas. Antes que una fuente de negocio, los tenderetes son espacio de difusión de sus ideas y una ayuda a la financiación de los colectivos para su mera supervivencia, según nos explica un miembro de su asamblea con quien hemos hablado.

El estatus de estos puestos reside, simplemente, en el hecho de estar desde finales de los años 70. A pesar de no tener licencias ni haberlas solicitado nunca, el Ayuntamiento sabe de su existencia, la policía municipal (en la mayor parte de las etapas) ha dejado hacer y hasta el Ayuntamiento de Enrique Tierno Galván les facilitó en 1978 su recolocación allí después de haber estado en la plaza de Cascorro, como explicaremos un poco más abajo.

Durante el confinamiento de marzo, como todo el país, el Rastro y los puestos políticos pararon. Una vez terminó el mismo, aun con el vecino Rastro cerrado, algunos de los puestos comenzaron a tantear la situación, montando un puesto con poco material, medidas de distancia e higiene. En principio, la jornada transcurrió sin problemas. Sin embargo, pronto empezaron a recibir visitas policiales y el 19 de julio les reclamaran irse por no tener licencia y bajo la amenaza de ser sancionados por venta ambulante ilegal. El hecho de que la policía esgrimiera la solicitud de una licencia que nunca han tenido, y no el hecho de que el Rastro permaneciera cerrado, los puso en alerta.

Se reunieron entonces en asamblea y planificaron concentraciones semanales a las 12 de la mañana, a las que llevaban simbólicamente puestos, donde no se vendía, para reclamar al Ayuntamiento su permanencia. Su postura es que quieren seguir igual que siempre han estado. De todas formas, el Ayuntamiento no ha respondido a las consultas que, a través del sindicato CNT, se han hecho sobre la situación de los puestos.

El 22 de noviembre, tras largas jornadas de protesta y lucha por parte de sus comerciantes, reabrió El Rastro y, también, los puestos de Tirso. Desde esta fecha, y hasta el mes de febrero, los colectivos, partidos y sindicatos abrieron sus puestos a las diez de la mañana, con la policía municipal cortando el acceso al Rastro desde la plaza sin obstaculizar su actividad.

Sin embargo, el domingo 7 de febrero la policía municipal desalojó de nuevo los puestos. Dos policías de paisano llegaron con la orden de que quitaran todos excepto el del sindicato CNT, que cuenta con una sentencia judicial a su favor que los reconoce el derecho a poner el puesto de Tirso y otro en la Latina, como veremos después.

Aquel día, algunas decenas de personas se juntaron espontáneamente para reclamar el derecho a poner los puestos, manifestándose por las calles Duque de Alba, plaza de Cascorro y Ribera de Curtidores. La siguiente semana, el 14 de febrero, se produjo una concentración en apoyo a la permanencia de los puestos. El último domingo todo transcurrió con normalidad… pero la situación de los miembros de la asamblea de puestos es de expectación ante los próximos movimientos del Ayuntamiento.

Una historia que se remonta a la Transición

La historia de los puestos políticos del Rastro comienza en torno a los años 1976-77 en la plaza de Cascorro. En aquella época, alrededor de la estatua de Eloy Gonzalo confluían puestos políticos de extrema izquierda con otros de extrema derecha, como Fuerza Nueva. Esto, domingo sí, domingo también, desembocaba en situaciones tensas y conflictivas, mediadas por los grises, que no eran del agrado de los comerciantes del célebre mercado al aire libre. En 1978 el Ayuntamiento de Tierno propone trasladar los puestos de izquierdas a otro lugar (entonces había, como ahora, partidos extraparlamentarios pero también estaba el PCE). Tras barajarse la Plaza del Campillo del Nuevo Mundo, los puestos acabaron ubicados, hasta hoy, en la plaza de Tirso de Molina.

A mediados de los años 80 llegaron a la ubicación distribuidoras alternativas, que habían estado antes en la Rivera de Curtidores y, ya sin partidos parlamentarios, se configura la composición que, más o menos, se ha mantenido hasta la actualidad.

En 1992 los puestos ya sufrieron el intento importante de expulsión, con multas, alguna detención y la visita constante de la policía. Eran los tiempos de Ángel Matanzo como concejal de Centro y los puestos políticos se convirtieron en una de sus muchas obsesiones. Entonces, la movilización del movimiento Autónomo consiguió que las aguas de la normalidad sin licencia de los puestos volvieran a su cauce ¿De qué forma resistieron? Siguieron montando los puestos cada domingo pese al desalojo.

A raíz de la denuncia de CNT por el material incautado en esta época, el sindicato obtendrá unos años después una sentencia judicial que le reconoce el derecho a poner el puesto, aunque la policía municipal ha puesto en duda su validez durante una de sus últimas visitas.

Los puestos políticos de Tirso de Molina son una anomalía hecha normalidad por el peso de la costumbre y el tesón. No sin altercados con la extrema derecha (los primeros años), tiras y afloja con la policía, reformas de la plaza o la instalación de cámaras de videovigilancia en 2009 (que la gente de los puestos sintió como ojos amenazantes), los puestos de Tirso siempre han estado ahí, y los colectivos que los montan parecen tener claro que seguirán estando otros 40 años más.

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