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Sobre este blog

Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

En la Europa del sur, el enemigo sigue siendo la izquierda

Monti anuncia lista "Elección Cívica con Monti por Italia" a la Cámara Baja. / Efe

Carlos Elordi

No sólo España, sino toda la Europa del sur, se está hundiendo. Por culpa de la crisis, de los graves fallos de sus economías –distintos en cada país, gravísimos en el caso del nuestro- que ésta ha sacado a la luz. Pero también de la política de austeridad que desde hace ya casi tres años ha impuesto Bruselas por orden del Gobierno alemán. Cada mes que pasa, empeoran todos los indicadores de las economías de España, Italia, Portugal, Grecia y también de la francesa: en todos ellos el paro no deja de crecer y el consumo no deja de caer. El único apunte de otro signo, que los dirigentes comunitarios subrayan encantados, es que la situación de los bancos del sur empieza a ser menos dramática, aunque sus problemas tampoco están resueltos.

Lo cual no debería sorprender: porque, aparte de someter a sus pueblos a curas cada vez más duras de austeridad, los dirigentes europeos, y a la cabeza de ellos Angela Merkel, a lo que han destinado sus principales esfuerzos –e ingentes fondos del BCE- es a ayudar a la banca a alejarse del abismo. Si no hubieran hecho eso, dicen unos y otros, todo el sistema se habría hundido. Y puede ser cierto, pero el día que se sepa cómo se ha concretado esa política, a qué bancos se ha ayudado y quienes en esas instituciones se han beneficiado de las ayudas –conservando sus privilegios y sus sueldos millonarios, mientras, como en Bankia o en Banesto, despedían a decenas de miles de trabajadores con indemnizaciones de saldo- aparecerá bien a las claras que en estos años los poderosos de Europa se han aliado para cometer la mayor injusticia social que nuestro continente ha sufrido en muchas décadas.

Y no se conforman con eso. Hoy, en sus páginas de opinión, el Wall Street Journal pide más: “La economía europea puede estar disfrutando de un respiro. Pero se ha arreglado muy poco. Mientras no se afronten los verdaderos males –mediante una mayor flexibilización de los mercados, estados más pequeños e impuestos más bajos- la crisis volverá”. Ese es el pensamiento dominante en el mundo del dinero y del poder. Y mientras no choque con el muro de la contestación social, si es que esta llega algún día, nada va a cambiarlo.

La última deriva de la política italiana confirma que esa es la partida que se está jugando. Porque, una vez que todos los sondeos han dejado bien claro que el centroizquierda, el Partido Democrático (PD), es el que tiene todas las bazas para ganar las elecciones de febrero, todo el resto del cuadro político italiano se ha vuelto contra él. Incluido Mario Monti, el todavía jefe del Gobierno “técnico” en funciones, que en cuanto ha empezado a hacer su campaña –que no es muy buena, por cierto, y según especialistas de todos los colores puede llevarle a un fracaso- se ha lanzado contra la izquierda. Denunciando que ciertos sectores del PD y algunos de sus aliados (en concreto, el poderoso sindicato CGIL y los ecologistas) llevarán al país al desastre porque quieren replantear la política de austeridad que Monti, a las órdenes de su valedora Angela Merkel, viene imponiendo desde hace años.

Fuera máscaras, por tanto. El discurso del hasta poco angelical Monti, que se presentaba como alguien que estaba por encima de los partidos, no es muy distinto de la prédica “anticomunista” con la que Berlusconi –que de muerto políticamente parece que poco- machaca a diario a los italianos. La izquierda es su enemigo común. Y el PD tendrá que trabajar mucho en el mes y medio que queda hasta las elecciones para hacer buenos los sondeos: ya empieza a verse muy claro que le será muy difícil lograr la mayoría absoluta en el Senado –la de la cámara baja parece más fácil- que es imprescindible para gobernar con las manos libres.

En Francia, François Hollande se ha topado con esa misma contradicción política de fondo. En un gesto tal vez no muy bien medido, implantó hace pocos meses el tipo del 75% del IRPF para los franceses que ganen más de un millón de euros al año. Y todas las fuerzas de la derecha se han desencadenado en su contra. La patronal está en pie de guerra: hoy mismo tendrá lugar en París la décima sesión de negociaciones para aprobar la reforma laboral que propone el Gobierno y no parece que los empresarios vayan a ceder en su exigencia de que se rebaje el porcentaje adicional a los salarios que tienen que pagar al estado. La fuga fiscal de Gerard Depardieu, nada menos que a Rusia, agrava los problemas de Hollande en ese frente: “Huyendo de una conflictiva y costosa democracia hacia una más barata y sencilla autocracia, el actor sólo está haciendo lo que hacen a diario miles de multinacionales que trasladan sus factoría a China y sus centros de gestión a los Emiratos Árabes Unidos”, dice el New York Times.

Mientras tanto, el paro sigue creciendo y los medios de comunicación galos denuncian nuevos y cada vez más graves episodios de degradación social y de pobreza, justamente en uno de los países que más sigue gastando en asistencia social, que eso Hollande no ha querido tocarlo. Para colmo, el domingo que viene tendrá lugar en París una manifestación, “monstruo” se dice, contra el proyecto de matrimonio homosexual, convocada, entre otros, por la conferencia episcopal. Y encima los tribunales van a procesar a su ministro del presupuesto Jerome Cahuzac por blanqueo y evasión fiscal mediante una cuenta en Suiza.

En la machacada Portugal, en donde el consumo puede haber caído hasta un 20 % sólo en 2012, el gobierno de centro-derecha se dispone a acatar el nuevo plan del FMI, que implica recortar otros 4.000 millones de euros de los gastos del estado, mediante el despido de hasta el 20 % de los funcionarios públicos, una reducción de hasta el 7 % adicional de sus ya muy mercados salarios y un nuevo golpe a las pensiones. Eso sí, los sindicatos portugueses han dicho que esta vez no lo van a permitir.

En Grecia, los analistas ven cada vez más posible una caída del Gobierno de centroderecha –apoyado por los socialistas- y no descartan que Siriza, la izquierda, se haga con el gabinete. Tal vez para evitarlo, el primer ministro Samaras ha vuelto a viajar a Berlín para pedir a Angela Merkel que de más tiempo a Grecia para cumplir con sus compromisos de recortes. Y no es de descartar que lo logre. Porque la canciller no quiere dejar que Grecia caiga antes de que lleguen las elecciones alemanas de septiembre que parece que ella va a ganar. Con Chipre, que cuenta poco en este enjuague, no va a haber tantas contemplaciones: “El Parlamento alemán va a rechazar la ayuda que ha solicitado Chipre”, ha asegurado Der Spiegel. Se diría que es un dato menor, pero esa decisión confirmaría muy claramente las intenciones, la ideología, del poder que hoy manda en Europa.

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Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

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