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Sobre este blog

Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

¿Gigantes de la banca mundial u organizaciones de delincuentes?

UBS pagará más de 1.500 millones de dólares por manipulación del Libor. / Efe

Carlos Elordi

“La banca es culpable”, se grita desde hace años en las manifestaciones de las víctimas de la crisis, de la austeridad y del paro. Pero ahora resulta que ese eslogan es también la fría conclusión de las investigaciones judiciales que se están llevando a cabo en varios países –Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, entre otros- contra las prácticas ilegales de algunos de los mayores gigantes bancarios del planeta. Los tribunales norteamericanos acaban de condenar a la Unión de Bancos Suizos (UBS) al pago de una multa de 1,2 millones de euros por haber manipulado, a su favor, el Líbor y por haber blanqueado los beneficios obtenidos; los fiscales alemanes investigan al Deutsche Bank por evasión fiscal, blanqueo de dinero y una larga lista adicional de delitos. Y la prensa internacional cree que, en breve, otras instituciones como el Royal Bank of Scotland, el Citigroup, el JP Morgan Chase y hasta 30 bancos más de todo el mundo, serán directamente acusados.

En el mes de junio, varios máximos directivos del Barclays Bank tuvieron que dimitir tras de que las autoridades financieras británicas desvelaran que la institución había cometido delitos similares a los del UBS, multándola con medio millón de euros. El editorial del Financial Times de hoy (+) dice: “La escala de las actuaciones del UBS es extraordinaria y mucho mayor que las de Barclays. La autoridad financiera británica (FSA) ha recogido al menos 2.000 demandas de apropiación indebida por parte de 45 bancos. Las complicidades colocan a otros bancos que están siendo investigados en una situación muy difícil”.

El eje del escándalo es la manipulación del Líbor, el equivalente británico del euribor, es decir, del tipo de interés que se aplica a las ingentes transacciones que los bancos se hacen entre ellos. Las entidades acusadas venían, al menos desde 2005, modificando ese índice según les convenía: antes de que la crisis estallara en 2008, cuando la demanda de préstamos por parte de otros bancos estaba al máximo, subiéndolo respecto del tipo oficial. Luego bajándola, para endeudarse a un coste menor del que legalmente tendría que haberlo hecho.

No se conocen los beneficios obtenidos mediante esas prácticas. Sí se ha revelado, en cambio, que Timothy Geithner –el gurú económico de Obama durante su primer mandato presidencial- fue advertido de esas prácticas en 2008, cuando era el presidente de la Reserva Federal de Nueva York. (Financial Times). También se sabe, y de ahí que en las próximas semanas se esperen nuevas acusaciones formales, que esas actuaciones no se podían llevar a cabo aisladamente y que necesitaban de la colaboración de otras instituciones, todas ellas con delegación en la City londinense, el mayor centro financiero del planeta (pero los ojos de los investigadores también están puestos en Hong Kong, que con la neoyorquina Wall Street, es otra de las tres grandes capitales bancarias del mundo).

Dos elementos más para enmarcar el escándalo: uno, que han sido bancos afectados negativamente por esas prácticas los que las han denunciado. Es decir, que la cosa ha saltado porque los abusos estaban haciendo daño en el propio sector y no porque ciudadanos ajenos a ese mundo hayan podido incitar a la acción de los jueces y de las instituciones reguladoras. Y, dos, que, hasta el momento, los dirigentes máximos de los bancos encausados, o condenados, han sido considerados ajenos a esas prácticas. Es decir, que están libres de polvo y paja. Cabe preguntarse qué argucias, legales o del tipo que sea, habrán esgrimido para lograrlo, cuando sólo suponer que no sabían nada de lo que estaba ocurriendo en los despachos de sus entidades atenta contra el sentido común. Pero lo cierto es que hasta hoy sólo empleados de menor rango del UBS y de sociedades de intermediación financiera han sido acusados.

La investigación sobre el Deutsche Bank está aún en curso. También es sospechoso de haber participado en la manipulación del Líbor, pero asimismo de otros delitos tan graves como blanqueo de dinero, evasión fiscal y destrucción de pruebas. Y el escándalo crece en la prensa alemana. En este caso, el consejero delegado del banco, Jurgen Fitschen, sí que es objeto directo de la investigación. “Hubo un tiempo en el que el Deutsche Bank era la institución financiera más orgullosa de Alemania. Ahora, el gigante se ve acusado de una miríada de irregularidades que hacen pensar que actuaba como un gang criminal”, ha dicho Der Spiegel.

Un dato adicional sobre cómo se las trae el tal Jürgen Fitschen: el Suddeutsche Zeitung, el diario de centro-izquierda alemán que ha sido la vanguardia de las denuncias sobre el escándalo, revelaba hace un par de días que el consejero delegado del Deutsche Bank llamó por teléfono al presidente de la región de Hesse para pedirle que hiciera algo para impedir que los 500 funcionarios que la fiscalía había mandado para investigar la entidad entraran en el banco. El tiro, según parece, le ha salido por la culata, porque hasta la prensa alemana de derechas se ha escandalizado por eso. A pesar de ello, no pocos comentaristas temen que, al final, Fitschen salga limpio de polvo y paja (Der Spiegel)

Al Deustche Bank le ha salido otro grano que nada tiene que ver con esas investigaciones. Un tribunal alemán acaba de condenarle –junto al banco suizo UBS, el norteamericano JP Morgan y el germano-irlandés Depfa- por transacciones ilegales con varios municipios transalpinos. Les prestaban dinero a intereses supuestamente más bajos que los de mercado, pero, al final, les cobraban mucho más. Cabe preguntarse cuantos ayuntamientos y comunidades autónomas españolas, hasta hace poco clientes habituales de esas entidades y hoy deudores atribulados de las mismas, han sido víctimas de prácticas similares: lo cierto es que aquí no ha habido hasta el momento denuncia alguna al respecto.

Y una reflexión final: si es verdad, y hay demasiados indicios de ello como para que no lo sea, de que los intereses de los grandes bancos son los que inspiran la política económica que está aplicando Europa, bajo el dictado alemán, frente a la crisis, ¿en qué lugar dejan estos escándalos, y la larga lista de los que le han precedido, a quienes afirman que la salud de los bancos es la clave para la recuperación de la economía? ¿Qué de bueno puede salir de ayudar a una gente que, como dice Der Spiegel, se parecen cada vez más a gánsteres?

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Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

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