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El ‘Netflix’ del futuro llegará de la mano del coche autónomo

La conducción autónoma permitirá que el parabrisas se convierta en una pantalla gigante.

Pedro Urteaga

El vehículo autónomo al que nos encaminamos tendrá que cambiar por fuerza la experiencia que vivimos actualmente a bordo de nuestros coches. Sin tener que atender a la carretera, como ocurrirá al llegar al nivel 5 de automatización, el conductor podrá dedicarse a un sinfín de actividades, al igual que los demás pasajeros, y muchos fabricantes de componentes y creadores de contenidos se frotan las manos en vista de las nuevas posibilidades de negocio que se les presentan.

El parabrisas, por ejemplo, dejará de ser una lámina transparente sin más por la que ver el mundo exterior para convertirse “en la parte más importante del coche”, si hemos de creer al vicepresidente de Axel Springer, Christoph Keese. Aunque esta afirmación parezca exagerada, sepamos que muchas mentes pensantes están estudiando ya el modo de transformar ese simple vidrio laminado en una pantalla –una más, si bien de enormes proporciones– en la que consumiremos contenidos y, cómo no, publicidad. Es decir, que tendremos a nuestra disposición un Netflix, o cualquier otra plataforma parecida, también en nuestro vehículo y a través de una tablet gigante como un televisor, el parabrisas.

El modelo primigenio de la industria de fabricar coches y venderlos (coches por euros) se está viendo superado ya por el de ofrecer movilidad como servicio (euros por kilómetros), y ambos se complementarán con el de servir música, películas, series o partidos de fútbol dentro del vehículo (euros por horas de visualización). Si tenemos en cuenta que pasamos una media de 1,5 horas al día encerrados en ese estrecho habitáculo, las cuentas comienzan a parecer apetitosas.

En 2017 se vendieron en todo el mundo cerca de 80 millones de automóviles, a un precio medio de 16.250 euros, lo que supone un desembolso global de 1,3 billones de euros. Esos vehículos recorrieron 16 billones de kilómetros a lo largo del año, por lo que, de haberse cobrado un euro por kilómetro, se habrían recaudado 16 billones de euros, 12 veces más que vendiendo esos mismos coches.

Volviendo a lo que nos ocupa, esos 16 billones de kilómetros recorridos, a 40 km/h de velocidad media, representan 400.000 millones de horas transcurridas en el interior del coche. Si tomamos un promedio de ocupación de 1,55 personas, obtenemos como resultado que las gentes del mundo se pasan unos 600.000 millones de horas dentro de sus vehículos.

Haciendo una estimación de 10 euros de pago por hora de visualización de contenidos en los parabrisas del futuro, el nuevo negocio alcanzaría unos ingresos de 60 billones de euros al año, 46 veces más que vendiendo coches y 3,75 veces más que ofreciendo servicios de movilidad, según Carglass, la compañía especializada en reparación y sustitución de lunas. Piénsese, además, en la explotación de la publicidad que se mostrará a los ocupantes del coche para comprender el verdadero alcance del business en ciernes.

La firma perteneciente al Grupo Belron trabaja en las características técnicas que habrán de tener estas supertablets. El parabrisas-pantalla ideal deberá disponer, a su criterio, de opacidad variable, para que sea completamente traslúcido cuando los pasajeros quieran contemplar el paisaje y 100% opaco en caso de que prefieran ver una película, así como de diferentes grados de transparencia, según el tipo de información que se muestre en cada momento, y de elementos de realidad aumentada que interactúen con la que se percibe a través del cristal.

Personalización como seña distintiva

Una reflexión más global nos indica que los vehículos del futuro tendrán que satisfacer muy probablemente una de las grandes ansias que definen al conductor –y al consumidor en general– moderno, la de personalizar su coche/producto para distinguirse a toda costa de los demás. Cada vez más modelos, y no solo de marcas premium, ofrecen posibilidades diversas de conformarlos prácticamente a la medida. La iluminación interior es uno de los campos más explotados para satisfacer ese prurito de singularidad, y lo será más según se acerquen los niveles 4 y 5 de conducción autónoma, cuando el conductor podrá desentenderse de todo, relajarse, tumbarse y hasta dormir.

El grupo burgalés Antolín, principal fabricante de guarnecidos de techo del mundo, lleva años aportando innovaciones en luz ambiente que buscan crear atmósferas distintas que hagan más atractivo, confortable y placentero el interior del coche, además de proporcionar la anhelada personalización de la que hablamos. Ya en 2014 dio a conocer un techo iluminado para el Grupo PSA Peugeot Citroën que combinaba las luces de led con el grabado láser para crear diferentes dibujos cuyo color, combinación de tonos e intensidad podían ser seleccionados por el usuario. “Caminamos hacia la personalización total de los interiores y esta tecnología es un paso para ello”, manifestó en aquel momento Fernando Rey, director de Innovación de la compañía española.

El techo iluminado de Antolín formaba parte de un proyecto de PSA, el concepto Crisálida, centrado en brindar a sus clientes todo tipo de mejoras sensitivas que paliaran los sinsabores de la circulación, especialmente en las grandes ciudades. Sus investigaciones abarcaban soluciones en materia de bienestar visual, acústico, olfativo y táctil (el sentido del gusto todavía no ha sido invitado a la fiesta) que convirtieran el automóvil en una especie de burbuja en la que no pudieran colarse las agresiones del mundo exterior. Quién nos iba a decir que el coche del futuro sería una extensión del hogar y un refugio…donde seguir viendo la televisión.

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