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Los bares murcianos luchan contra el 'síndrome de la cabaña' en la fase 1: “Las ganas de abrir son enormes”

Terraza El Paraíso, en la capital murciana

Erena Calvo / Santiago Cabrera Catanesi

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Alfonsa, Isabel, Toñi y Manuela disfrutan de una cerveza en la terraza de El Paraíso, en el barrio del Carmen de Murcia. Las amigas, todas ellas con más de 60 años, se han encontrado en la tienda y han decidido celebrar la fase 1 en este bar del populoso barrio murciano. Media España ha avanzado en la desescalada, con el difícil objetivo de conseguir un sistema eficiente para el rastreo de casos sospechosos.

Otros locales del vecindario no han abierto, pero El Paraíso solicitó una “ampliación de espacio”, en palabras de su dueña María Jesús, y ha podido abrir con sus seis mesas en la pequeña Plaza del Pintor Pedro Flores. Todas ellas, ocupadas. Con la mitad no hubiera podido subir la persiana. “Aunque me costó muchísimo contactar con el Ayuntamiento para ver si iba a poder abrir; vinieron a medir y hay distancia suficiente entre ellas”, añade María Jesús.

Las amigas bromean, con un quinto y olivas en la mano, sobre que les “hubiera liquidado pasar una semana más encerradas en casa”. Isabel cuenta “la angustia” que pasó al comienzo del confinamiento puesto que ha estado cuidando de sus tres nietas todo este período. “Mi hija es sanitaria, está separada y su exmarido vive en Madrid. Cuando ha tenido el turno de 24 horas, me he tenido que ir a su casa para que las niñas no se quedaran solas. Y así sigo. Nadie ha pensado en cómo se resolverían situaciones como ésta”, dice.

Alfonsa está tranquila porque han realizado un test rápido en Maternidad del Hospital de la Virgen de la Arrixaca donde trabaja como auxiliar y todos los trabajadores han dado negativo. “La familia es muy importante”, añade Isabel, “pero las amigas también. Es muy importante también compartir buenos momentos”.

“Las ganas del sector de abrir son enormes”

“Es pronto para saberlo porque es lunes, pero creo que alcanzaremos por encima del 50 por ciento de las terrazas abiertas”, señala Jesús Jiménez, el presidente de Hostemur, cifra que dice que llegará el fin de semana. “Muchos locales han abierto, pero otros están preparándose aun”. Las ganas del sector son “enormes”, indica Jiménez, pero hay que tener en cuenta que una semana de antes del coronavirus, los lunes el hostelero “descansaba porque era el día más flojo”.

El presidente de Hostemur enfatiza que, además, el lunes es un día laboral. “Hacer menús para el mediodía es impensable con tres o cuatro mesas, no es económico”.  Sobre la ampliación al 50 por ciento de espacios en terrazas, Jiménez expresa que falta que los Ayuntamientos tomen medidas de ampliación de espacio. “No es solamente una limitación de aforo, también hay que mantener una distancia de dos metros entre las mesas”.

Algunos ayuntamientos ya están ampliando dichos espacios: “Un concejal de Murcia me dijo que no tenían medios para ir más rápido, con solo un funcionario asignado a esta tarea, por lo que había solicitado más personas para tardar no más de dos semanas”. Unos plazos que, según Jiménez, son “inasumibles” para la hostelería.

Un panorama “negro” para los bares sin terraza

Walter es el dueño de la taberna El Cañizo, en la capital murciana. Su local es muy pequeño y no tiene terraza, por lo que en esta fase seguirá sin abrir sus puertas. De todos modos, dice que está sufriendo “un poco” el 'síndrome de la cabaña' y no cree que “estemos todavía preparados para pasar a esta fase; tengo mucho respeto a esta enfermedad”.

Su local es una taberna antigua, “en su momento fue taurina y le pegué un vuelco familiar; es un sitio donde la gente viene y se olvida de que se tiene que ir”. Pero no tiene ni cocina, por lo que tampoco ha podido hacer comidas para llevar. “En mi carta, la mayoría de platos son para compartir y no sé cómo vamos a hacer a partir de ahora”.

Su intención es arrancar de nuevo en septiembre, aunque me ve el panorama “bastante negro”. La taberna tiene 90 metros cuadrados y con la nueva normativa no podrían entrar más de siete personas al mismo tiempo. “Se me cae la cara de vergüenza también si tengo que ir sacando a la gente del local; yo que soy de saludar con abrazos”. 

El día 12 de marzo echó la persiana por última vez. A pesar de todo da las gracias, por estar percibiendo el subsidio por cese de actividad y porque sus dos caseros, en su vivienda y en el bar, “me han perdonado los últimos alquileres; he tenido mucha suerte”.

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