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La mística de Exquirla y Lagartija Nick

Exquirla en la Sala Gamma / BEATRIZ GARCÍA ROS

Alejandro Zambudio

Murcia —

Dos bandas con tanto pasado, presente y futuro del rock español como es el caso de Lagartija Nick y Exquirla en Murcia, se citaron en la Sala Gamma de Murcia en el marco los Momentos Alhambra con el fin de hacer de la heterodoxia un conducto para la denuncia y el progreso artístico-social.

A las 23:00 aparecen los miembros de Exquirla, y el recinto se impregna de la atmósfera solemne de la puesta en escena, del minimalismo musical y la intensidad de la lírica que el conjunto exhiben en la presentación de ‘Para quienes aún viven’ (2017): una estaca clavada en el corazón de una Europa desmemoriada y un alegato a favor de los parias y desheredados por la Historia.

La apertura con Canción de E y las reverberaciones emanadas de las guitarras de Macon y Esteban se apoderan del local, mientras el Niño de Elche, solemne y marcial, procede a leer un fragmento de los 150.000.000 millones del poeta valenciano de Enrique Falcón –principal mentor del proyecto–. El espectáculo ha comenzado. Después viene Destruidnos juntos: mística y doliente al mismo tiempo, y con un cantaor que interpreta como si se encontrase en una ceremonia eucarística, una letra que relata a la perfección la frágil Ítaca que constituye para los oprimidos la búsqueda de la justicia.

En Exquirla se reparten los papeles a la perfección y, pese a que la interacción entre ellos es nula, saben cuándo ceder el protagonismo al otro en un proyecto solidario en el que han madurado juntos, arriesgando con estilos musicales que años atrás eran impensables. Tras El grito del padre –con Esteban tocando el principio de la canción con el arco de un violín, al estilo Jimmy Page–, en Hijos de la rabia, El Niño de Elche toma el mando de nuevo, para enumerar esa lista de pueblos de América Latina, Oriente Medio y África sojuzgados por la política expansionista de Occidente.

El ilicitano se arrodilla en el escenario y se retuerce, mira al suelo y al infinito, palpa cada centímetro del escenario como si se tratase de la tierra que el exiliado pisa tras varios años de ausencia, entretanto, las guitarras perfilan melodías contundentes como símbolo de la heroicidad de quienes aún son capaces de sostenerle la mirada a la vida pese a las heridas infligidas en un in crescendo magnífico.

Para cuando llegan Europa muda, su referencia a Sarajevo y al fracaso de la Europa posterior a Maastricht,  el latido de un corazón en forma de batería en Un hombre, la angustia existencial deudora de Camus en El extranjero de su letra, o  la conmovedora Canción de amor de San Sebastián, el poema erótico que T.S Elliot escribió en una carta a Howard Aiken el 25 de julio de 1914, y que serviría de inspiración a Francis Bacon para sus sugestivos cuadros pictóricos, el público estaba ya entregado.

Exquirla ofrecieron lo que se esperaba de ellos: arte en el sentido amplio de la palabra, y un discurso político y estético idóneo para tomarle el pulso a un viejo continente incapaz de reconocer en el pasado todos aquellos errores que lo condujeron al desastre a lo largo de los siglos hasta la actualidad.

En Exquirla, El Niño de Elche ha conseguido que los diagnósticos de Enrique Falcón sobre Europa en los noventa estén más vigentes que nunca; por otra parte, los integrantes de Toundra plasmaron a la perfección, también, esa poesía renovadora del literato valenciano en atmósferas musicales que epitomizan a la perfección el desamparo, la soledad la agresividad y la duda que todos experimentamos en algún momento de nuestras vidas.  

Luego, a la 1:00 de la madrugada, Lagartija Nick saltarían al escenario para hacer un repaso de todos sus grandes éxitos –y apoyar al pueblo de Murcia y a la Plataforma Pro-Soterramiento de las Vías de Murcia, dicho sea de paso–. Cortes como canciones como Tan raro, tan extraño y tan difícil y varios adelantos de su último álbum, ‘Mapa de Canadá’, atestiguaron el enorme registro sonoro del cuarteto granadino comandado por Antonio Arias.  

A lo largo de su trayectoria, los granadinos han realizado inteligentes simbiosis de rock alternativo e industrial –como demostraron con álbumes como ‘Val del Omar’ o ‘Space’–, y hecho de sus discos una incesante búsqueda de retos musicales. Y eso, en tiempos en que gran parte de las bandas de este país, cuando llevan más de veinticinco años de actividad, suelen remitirse a menudo a glorias pretéritas, es digno de encomio.

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