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“Cada vez está más silenciado el proceso que hay detrás de un suicidio”

Loola Pérez (Doctora Glas) / Elisa Reche

Elisa Reche

Murcia —

Al escucharla parece que tenga más de 25 años -si cierro los ojos podría estar delante de una profesora de universidad muy habladora que usa un tono pedagógico; luego los abro y tiene un flequillo naranja flúor-. Loola habla sin tapujos sobre temas como el suicidio, la sexualidad o trastornos mentales tanto en esta entrevista como en las redes sociales de forma cotidiana.

En el libro S.N.P sufre TCA, al igual que tú. ¿Puedes explicar en qué consiste en tu caso?

El TCA es el Trastorno de la Conducta Alimentaria. Hace un mes me dieron el alta, esto también requiere un proceso. En mi caso se mezclaban diferentes síntomas y comportamientos propios de la bulimia, anorexia y trastorno de conducta alimentaria no especificado. Había control de la ingesta, autolesiones, pensamientos obsesivos con respecto a mi aspecto físico, alto nivel de autoexigencia…

Escribes sobre una joven que visita Suicidas Anónimos.

La novela es muy incómoda. Creo que hay momentos que tienes que dejar de leer y ponerte a pensar; si lo lees todo de seguido te puede abrumar. El tema del suicidio no es sólo un tabú, sino cada vez está más silenciado el proceso que hay detrás: ¿hay una depresión o una crisis económica? Nos estamos basando como activistas en la parte más económica y, en cambio, en la parte de lo privado y doméstico, ¿qué está pasando ahí?

Los suicidas no son personas que estén locas, sino personas que por así decirlo, les duele el corazón. ¿Qué podemos hacer para que no les duela? La sociedad no está llevando la mirada ahí. Hay niños o adolescentes que se suicidan. Se plantea desde la anécdota y eso no ayuda. No son casos aislados.

¿Estamos obligados a vivir?

Creo que no. Cada persona debería elegir la muerte que quiera y plantear cuestiones sobre cómo elegir su muerte, sobre todo cuando tienes una enfermedad incurable o estás postrado en una cama. Después del sexo, la muerte sigue siendo el gran tabú occidental.

¿Tienes miedo a la muerte?

Me da miedo cuando pienso en las personas con las que no me voy relacionar. Con el tema del TCA también tuve muchos pensamientos suicidas y un intento, pero no fue grave. Esas autolesiones luego las he podido canalizar a través de mi sexualidad no normativa, más concretamente con el BDSM (dominación/sumisión sadismo/masoquismo). Mi psicóloga me ha ayudado muchísimo a gestionar esto de forma consciente.

¿Has sentido inseguridad con ello? De hecho, en la novela se repite mucho “puta loca”.

He sentido inseguridad en mi cuerpo, en mis intereses, en mis ideas. Mi tratamiento no hubiera tenido una parte positiva si no hubiera sido con una psicóloga feminista. He podido superar el TCA porque he ganado seguridad con mi cuerpo. Cuando experimenté un episodio de violencia machista, el TCA se me disparó con insomnio, la angustia con la comida, pensamientos suicidas. Mi psicóloga insistía mucho en que no me tenía que creer el papel de víctima. Es muy importante que los tratamientos sean personalizados.

Yo tenía un miedo brutal a comer delante de la gente, no podía quedar a cenar con mis amigos, no podía ir a los cumpleaños. El TCA se debe a un conjunto de factores. Si lo centramos mucho en el tema de la presión estética nos hace olvidar la situación emocional y familiar de la enferma y también la parte de perfeccionista y controladora.

¿Qué le dirías a una joven que está pensando en suicidarse?

Que no lo hiciera, para tomar la decisión de una muerte digna se necesita madurez, reflexión, tener un conocimiento de la sociedad y de ti misma. La adolescencia y la juventud son periodos de contradicciones, es una etapa con muchas inseguridades, todavía de descubrimiento de nosotras mismas…

¿Y qué le dirías a una joven feminista?

Que se convierta en protagonista de su propia vida, que no deje que nadie le quite la importancia que tiene para sí misma.

Eres muy valiente por estar dispuesta a hablar de todos estos temas.

Más que valiente, soy una kamikaze. En las redes sociales a veces es un todo vale. Predomina la falta de empatía y pensamiento crítico. Por eso hay que tener claro lo que significa exponerse. A pesar de los linchamientos, asumo las consecuencias, no digo nada delictivo ni difamatorio. Es como tener un chaleco antibalas. Pese a que mis opiniones pueden escandalizar, no son peligrosas ni delictivas. No podemos convertir la libertad de expresión en un tema moralista. En mi ciberactivismo no le tengo miedo al debate.

¿Es la novela autobiográfica?

Tiene tintes autobiográficos, pero estamos hablando de una novela. Puesto en el papel, todo es literatura. Hay situaciones realistas que quizá puedan parecer que son propias y no lo son y quizás otras más anecdóticas que sí… La voz de la protagonista de la novela está dirigida a Eros y esto, por ejemplo, sí tiene una inspiración en mi ex pareja.

En la novela se desprende una crítica voraz contra el amor romántico

Junto con la dificultad de la independencia económica, el amor romántico sigue siendo para las mujeres la principal barrera que impide iniciar y transitar un proceso de empoderamiento. Todavía muchas mujeres, incluso las que se consideran feministas, viven su integridad y autonomía bajo una fantasía Disney. Quizá puedas vivir esa fantasía durante una etapa, pero llega un momento que esos ideales imposibles y tan poco prácticos se caen y te das cuenta de que sientes un vacío vital, que no tienes un proyecto individual más allá de una pareja o una relación. Eso duele. Las mujeres ahí no debemos apelar a la culpa, pero sí a la responsabilidad.

En la novela, el personaje de S.N.P. dice que no puede vivir sin amar, pero tiene una relación complicada con Eros: él es monógamo y ella quiere romper con eso. La historia trata al final sobre como reponerte a un duelo, como reponerte de tus propias debilidades e incluso de conocer tus partes más oscuras.

Eres activista feminista

Sí, empecé en la Red Feminista de la Región de Murcia. Pero era un colectivo no institucionalizado y no llegabas a todo el mundo. Yo acaba, como quien dice, de despertar y no quería practicar un “feminismo de sofá”. Poco más tarde llegué a Federación Mujeres Jóvenes y actualmente soy presidenta de la territorial de la Región de Murcia, lo que supone, que a nivel colectivo, soy responsable de una ética, de unos valores, de una forma de hacer feminismo en el ámbito institucional.

En Federación Mujeres Jóvenes, quizá como ocurre en otros espacios, estamos cuestionando ciertos planteamientos. Hablamos de una organización que se gestó hace 30 años, así que es necesario abrir antiguos debates, que todavía son la línea que muchas veces separa a los feminismos, por ejemplo, prostitución y la gestación subrogada.

¿Consideras que hay en esos temas una diferencia generacional?

Hay una apertura mayor a la sexualidad, eso sí se puede ver en clave generacional, pero en cuanto a la prostitución, incluso en las chicas más jóvenes, existen opiniones que reflejan posicionamientos muy diversos y polarizados: prohibición/legalización, pro-derechos/abolición… En Mujeres Jóvenes de Murcia creo que somos más conscientes de lo que significa la voluntariedad en la prostitución. Nos parece importante incidir en el tema del consentimiento y también en las condiciones del trabajo sexual.

Ahora se ha puesto muy de moda el discurso del porno feminista a través de figuras como Amarna Miller. Pero aunque pueda coincidir con ella en algunos aspectos, en otros me encuentro bastante alejada. Amarna es un producto y persona que hay detrás es una empresaria. Esto es muy loable, pero también proyecta otra realidad: más allá del interés personal que pueda tener con el feminismo se usa como una estrategia de marketing. Es bastante cuestionable que hace unos meses se la interpelara por ser la imagen del Salón Erótico de Barcelona, cuyos organizadores no solo representan el machismo, sino también lo más rancio de la industria en cuanto a contenidos.

Negar la explotación en la industria del porno refleja una falta de compromiso y de perspectiva. Por otro lado, tenemos a Erika Lust, cuyo trabajo se ha desmarcado muchísimo del planteamiento de la industria del porno hegemónico.

¿Pero no te parece que la sexualidad tiene un aspecto de libertad e intimidad?

La sexualidad tiene mucho que ver con la relación que tienes con tu cuerpo. Por ejemplo para mí estar desnuda puede ser muy natural. Para mí la sexualidad es lo más natural que pueda existir y por eso creo que la sociedad occidental más moderna lo ha convertido en un tabú. En occidente nuestra represión está camuflada, podemos vivir nuestra sexualidad siempre y cuando sea afín a una norma, que dos personas heterosexuales se besen en la calle no hay problema, pero si son dos chicos todavía escandaliza.

La monogamia y la heterosexualidad están normalizadas, pero si digo que soy bisexual me dicen que eso es de viciosas o promiscua o bien tienes que elegir entre ser lesbianas o heterosexual. Hemos construido la sexualidad como algo estático, cuando en realidad es bastante más fluida. Yo por ejemplo no concibo mi vida desde una monogamia estricta, obligatoria. Puedo estar un tiempo con una persona, pero sé que esa fase de enamoramiento se me va a pasar y voy a querer tener sexo con otras personas y me gustaría poder plantear esto de forma honesta.

¿Y no encuentras problemas con eso?

Los chicos están acostumbrados a perseguirte, a adorarte, a pasar de ti, pero no a comunicarse. Ellos han ido perdiendo privilegios, poder económico y a la hora de relacionarse con nosotras se han convertido en unas amebas emocionales. Cuando tú manifiestas tus intereses o emociones te ven como una amenaza porque no están acostumbrados a mujeres seguras de sí mismas, de lo que quieren, sino complacientes, entregadas a ellos. En la novela S.N.P. refleja esta situación. Aunque con debilidades, es fuerte. En cambio, los personajes masculinos parecen paralizados.

De hecho en las redes sociales muestras abiertamente tu vida sexual.

Más que mi vida sexual, muestro mis incertidumbres o anécdotas con respecto a ciertas situaciones relaciones con la sexualidad, con mis propias experiencias. Esto todavía resulta para muchas personas morboso o escandaloso. Las mujeres hemos sido educadas para esconder nuestra sexualidad y eso nos ha llevado a desconocer nuestro cuerpo, nuestro placer e incluso a tratar el sexo como un tema peligroso, moralista e incómodo. Si continuamos abocando el sexo a lo privado, retroalimentamos el tabú. Es necesario hablar de sexualidad, nuestra educación sexual debería ser abierta y continuada.

¿Esta visión te separa de otras feministas?

Hablar de sexualidad hace que te encuentres con un montón de estereotipos y te los encuentras en gente que debería ser tu compañera, antes que tu enemigo. A veces todavía se me acusa de que hablo de sexo para llamar la atención o por despertar un interés personal en hombres. Puedo aceptar que algunos temas sobre sexualidad estén abiertos a debate, pero recurrir al ataque personal, inventar rumores, manipular mis tuits o llamar a mis organizaciones para poner en duda mi integridad, trabajo y compromiso, sobra. Agradezco los debates, pero en ellos también encuentro opiniones de personas, que aún justificándose en el feminismo, tienen una actitud intolerante y dogmática.

Algunas feministas ven al hombre como un enemigo

Se popularizan ideas como que los hombres son violadores en potencia o que los hombres no pueden ser feministas, si no que hay que llamarlos aliados feministas. Tampoco creo que el calificativo “aliado” sea positivo para atraer a más hombres al feminismo, a que se cuestionen sus privilegios y actitudes, a que empaticen con nuestra opresión, porque les reduce a actor secundario. Los hombres deben ser coprotagonista en el feminismo y seguramente, al igual que nosotras, cuando se organicen de forma colectiva, se equivoquen… Esto no es el fin. Como feminista también me he equivocado muchas veces. Es necesario cuestionar el nivel de autoexigencia que muchas feministas imponen. También es importante valorar que si has ejercido un daño, repararlo. Habría que introducir una política de cuidados personales en nuestras relaciones íntimas y sociales.

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